Nazareth BLACK*
CDMX.- Tenía que estar en un país lejano hoy y decidí quedarme en casa. ¡Mejor me hubiera ido y no habría visto esto!
Yo como muchas personas le doy guardar a notas diversas para cuando tenga tiempo de leer con calma y casi nunca regreso a leer por falta de tiempo. Pues hoy decidí darme el día para leer y leer, decidí acompañar mis lecturas con café, té inglés y más tarde seguirá una copa de vino tinto, porque la lectura de calidad se acompaña con la bebida ideal.
Comencé el día a las 6:00 am leyendo y entre notas distintas indudablemente llegué a la del viaje espacial de Katy Perry.
Katy Perry viajará al espacio: fecha y hora para ver el despegue de la misión NS-31, una mezcla de emoción y escepticismo me recorrió el cuerpo cuando vi las imágenes de Katy Perry besando el suelo tras su viaje espacial con Blue Origin, y me atrevo a decir que incluso se me revolvió un poco el estómago. Como mujer que ha luchado por abrirse paso en una industria dominada por hombres, celebro cualquier momento que visibilice el talento de las mujeres, sin embargo, la misión NS-31, con su tripulación exclusivamente femenina, me obliga a preguntarme: ¿es esto un verdadero avance o un espectáculo bling bling que desvía la atención de las verdaderas barreras que enfrentamos las mujeres en industrias masculinas?
No niego el valor simbólico de ver a seis mujeres cruzar la línea de Kármán. Ni niego tampoco el aporte y/o la suma de las contribuciones de ellas que como por ejemplo Lauren Sánchez, con su pasión por la aviación, y Aisha Bowe, con su trayectoria en la NASA, aportan credibilidad. Amanda Nguyen, con su activismo, y Kerianne Flynn, con su trabajo comunitario, suman perspectivas valiosas, incluso Gayle King, con su influencia mediática, y Katy Perry, todas ellas que con lo anterior y con su carisma global, pueden inspirar a niñas a soñar con el espacio. Pero aquí está el problema según mi opinión personal: este vuelo, envuelto en un aura de “poder femenino”, me huele a “purplewashing”, un intento de pintar de morado una industria que aún no ha resuelto sus desigualdades estructurales.
Purplewashing: Es una táctica de marketing que consiste en utilizar el feminismo o los derechos LGBTQ+ para mejorar la imagen de una organización o empresa, sin promover realmente la igualdad.
Advierto por si no se habían dado cuenta que esta es una columna de crítica. Será genial que me dejen sus comentarios para robustecer el tema. Todas las opiniones son bienvenidas.
Primero: Hablemos de accesibilidad. Un boleto al espacio con Blue Origin cuesta entre $600,000 y $1.25 mdd, en definitiva un lujo reservado para élites. Si el objetivo era inspirar a la próxima generación de mujeres, ¿cómo vamos a lograrlo cuando el mensaje implícito es que necesitas riqueza, fama o conexiones con magnates como Jeff Bezos para llegar al espacio? -cómo alguien que creció en un entorno de escasez- sé que la inspiración sin oportunidades concretas es casi siempre tan solo un espejismo.
Segundo: Considero que la narrativa de “mujeres rompiendo barreras” se siente superficial cuando Blue Origin no ha abordado públicamente las críticas sobre su cultura interna. Buscando información de la empresa encontré que en 2021, exempleados denunciaron un ambiente laboral con tintes sexistas y presiones extremas. Si queremos un futuro inclusivo en el espacio, las empresas deben empezar por casa, promoviendo entornos donde las mujeres no solo sean pasajeras de un cohete, sino líderes en la ingeniería, la investigación y la toma de decisiones. ¿Alguien sabe el porcentaje de mujeres colaboradoras de BO en puestos de liderazgo, o en su Consejo por ejemplo?
Tercero: “Hollywood alert” la misión mezcla ciencia con espectáculo de una manera que diluye su impacto -otra vez, mi opinión-. Recuerdo hace años que llevé a mi hija a ver un documental de Katy Perry y salí admirándola e incluso creo recordar que lloré en el mismo, por otro lado, en esta ocasión verla cantando What a Wonderful World desde el espacio es conmovedor, pero también un guiño publicitario que beneficia más a su marca personal que a la causa de las mujeres en STEM. Mientras tanto mujeres como Aisha Bowe, cuya empresa STEMBoard empodera a comunidades marginadas, quedan en segundo plano frente al brillo de las celebridades. Esto no es empoderamiento; es priorizar el glamour sobre la sustancia.
He aprendido que el verdadero cambio no viene de gestos grandilocuentes, sino de acciones que transforman sistemas conviertiendo políticas forzadas en filosofías. En mi camino como emprendedora, he visto cómo la industria automotriz puede abrir puertas para mujeres cuando se invierte en capacitación, mentorías y acceso equitativo. Sin duda considero que Blue Origin podría haber usado esta misión para anunciar becas, programas de formación en aeroespacial para mujeres de comunidades desfavorecidas o alianzas con universidades. En cambio, nos “regalaron” un evento mediático que, aunque histórico, no cambia las reglas del juego, repito, no cambia las malditas reglas del juego.
No estoy aquí para restar méritos a las tripulantes. Cada una, a su manera, ha enfrentado retos y merece estar en ese cohete, no obstante, el espacio no debería ser un club exclusivo para quienes pueden pagarlo o para quienes tienen el reflector mediático por la razón que sea. El futuro que quiero para mi hija y para las niñas que me escriben o que sus padres llevan a conocerme es uno donde el acceso al espacio sea un derecho, no un privilegio. Hasta que las empresas como Blue Origin inviertan en derribar esas barreras, misiones como la NS-31 seguirán siendo un sueño bonito, pero no un despegue real hacia la igualdad.
*CEO de Zacua, la primera marca mexicana de autos eléctricos, y socia fundadora de Car Fast, el primer dealer digital de autos, Nazareth ha liderado iniciativas que han establecido nuevos estándares en innovación y calidad. También ha sido pionera en lanzar la primera fintech automotriz en América Latina.