RAZÓN, TESÓN Y CORAZÓN
Por Alejandro Ruiz Robles
“¡ÉRASE UNA HERMOSA NIÑEZ!”
“¡Oh, infancia! ¡Hermosa infancia! ¡Tiempo feliz que no volverá más! ¡Cómo no amar, cómo no acariciar su recuerdo! ¡Ese recuerdo que deleita y ennoblece mi alma y que es para mí el manantial de mis queridos goces!” (León Tolstoi, “Memorias. Infancia, Adolescencia, Juventud. 1962)
¿RECUERDAS?
De niños siempre soñamos con lo que seremos de grandes, ya sea por imitación, admiración, afecto o porque nos resulte más llamativo o simplemente, porque en ese momento lo consideramos como la mejor opción.
Astronauta, superhéroe, policía, sacerdote, bombero, médico, etcétera, eran de las profesiones más populares en las ilusiones de la comunidad de la educación básica de aquellos tiempos; con el tiempo, se convirtieron en una forma de vida de aquellos que las pretendieron, aunque siendo realistas, fueron la excepción y no la regla.
En esos tiempos en que una gota de sudor era más común que imaginar siquiera que algún día dependeríamos de los dispositivos electrónicos, bastaba una excusa para disfrutar, con o sin reglas, de juegos conocidos o que en ese momento emergieran de nuestra fantasía.
La mayor pretensión que teníamos era conocer quien pondría el balón para explotar con entusiasmo durante horas hasta fatigarnos.
Lo material pasaba a un ulterior lugar cuando de diversión y juegos se trataba.
Conforme fuimos creciendo conocimos más personas, pero siempre han quedado en nuestra memoria el hecho insólito o el amigo leal que nos proporcionaron grandes momentos que, por mucho, rebasaban cualquier límite que lo sensato nos impusiera.
Me comentaban los adultos cuando veían en mi al niño ávido de comerse el mundo, que los buenos momentos son para siempre y son los que nos nutren a cada paso que damos; en especial, cuando las cosas no van bien.
En tu caso … ¿aún te alimentas de ellos?
 
PANTALONES ROTOS CON BOLSAS CONVERTIBLES.
Lo descuidado que fuimos en nuestra infancia, se va transformando con la rebeldía del adolescente hasta llegar al mundo formal del universitario. ¡Qué decir de cuando la formalidad se apodera del profesionista!
Para cada etapa hay una actitud y muchos tesoros para motivarnos; sin embargo, cuando vamos acumulando cosas positivas, éstas siempre surgen para los momentos en que las necesitamos y vaya que nos enriquecen.
De hecho, tal pareciera que basta un hecho triste para arroparnos en lo enriquecedor de nuestra memoria y con ello, hacer frente a lo que venga.
A veces quisiera pensar que mis bolsillos son como los de mis pantalones de niño, en los cuales había todo y de todo; para cada ocasión había un utensilio y con cada utensilio la imaginación para responder a cualquier reto.
Y que decir de los amigos que nos acompañaban por más que las condiciones fueran impensadas. Nuestra imaginación ilimitada sólo encontraba topes en los horarios para descansar y en las tareas de casa, más que en las de la escuela.
Creo que la palabra clave para describir la niñez es … ¡increíble! … ¿estás de acuerdo?
¡QUÉ BONITO!
Si hay algo lindo de la niñez es que las alegrías que provocas se hacen mediante cosas o acciones muy sencillas; en el entendido que hay veces que ni siquiera se debe hacer algo.
Basta imaginar como sonríen los padres cuando ponen a sus hijos ciertas prendas, les entregan algún juguete o les dan una sorpresa. Qué decir de cuando escuchan unas palabras, sonrisas o acciones que ellos consideran logros.
En charlas con amigos, resulta increíble pensar la manera en que ellos cargan sus energías con los detalles que les presenta la vida a cada día con sus pequeños. Por más cursis que sean las charlas para el resto, ellos lo dicen con una convicción, entereza y felicidad que es difícil que no contagien al resto.
Alguna vez me decían en casa que la vida es simple pero que los pequeños detalles pueden ser causa, consecuencia o ambas de grandes esfuerzos.
En mi caso, no puedo entender mi infancia feliz sin los grandes sacrificios de mi madre y la contribución de mis hermanos. Era increíble que un abrazo que ella me diera la cargaba de energía para continuar con su lucha continua por generarnos condiciones adecuadas para nuestro crecimiento.
Conforme crecemos, generar alegrías quizás ya no será tan sencillo; sin embargo, siempre habrá detalles, logros y éxitos que los llevarán a la plenitud de su alegría.
Recuerdas tú … ¿Cuándo fue la última satisfacción que le generaste a tus padres?
¡QUÉ HISTORIAS!
La imaginación que nos daba para crear tramas complicadas con aventuras a raudales con el tiempo deja de ser ficción y se van transformando en problemas reales con cada vez mayores complicaciones.
Lo que eran risas y sonrisas casi de manera natural y por cualquier cosa; cambian a gestos de apuro y stress por nuestras actividades y las implicaciones que éstas conllevan.
No es raro hacer referencia al pasado para aliviar lo que ahora nos acongoja; de hecho, la expresión “como duele crecer” la aquilatamos constantemente. Basta que tengamos una situación que escape de nuestras manos para añorar la manera tan sencilla que teníamos de niños para escapar de ella.
Si nuestra mayor preocupación de infantes era ver quien ponía el balón para jugar o la vestimenta que tendría una muñeca; ahora resulta que son los recursos que no tenemos, no alcanzar los resultados o bien, la afectación que sufrirán terceros producto de nuestras acciones o decisiones.
Los mayores me decían que la responsabilidad era correlativa a las expectativas que uno tuviera de cada vida y en ese sentido, me encanta pensar que las historias que imaginamos ahora de alguna manera las hacemos posibles.
Si el soñar nos inspiró, el realizar nos motiva … ¿crees que sea una adecuada filosofía de vida?
¡LO INTERESANTE DE CRECER!
En las caricaturas de los “4 Fantásticos”, el personaje de la antorcha humana decía “¡llamas a mí!” para encenderse y combatir al mal.
Tal pareciera que, si lo parafraseáramos, podríamos aplicar esto a nuestras vidas conforme avanza nuestra edad: “¡Problemas a mí!”; toda vez que, así se nos presenta la vida.
Pretender que viviremos siempre en un mundo de fantasía chocaría tremendamente con la realidad que a cada momento nos cobija; valorar el tiempo en que jugamos y éramos parte de los sueños como ahora entender y atender que con nuestro trabajo lograremos mantener nuestra existencia es básico.
Si con la edad aprendemos a darle seriedad a nuestro entorno y colocar cada cosa en su lugar; sin duda, alcanzaremos una meta de aquellos que nos han educado y formado durante nuestra trayectoria. Desde luego que esto también será nuestra meta para con los que vienen y están de alguna manera bajo nuestra tutela; sin embargo, habrá que recordar que esto es lo que denominan “el círculo de la vida”.
Es común coincidir con adultos al señalar que “amamos a las rosas a pesar de sus espinas” en alusión a los vuelcos que nos puede presentar nuestro camino y las mil maneras que tenemos para afrontarlas y, desde luego, disfrutarlas.
Afortunadamente y por negro que sea el panorama, ni nuestra capacidad soñadora, nuestro sentir romántico ni mucho menos, nuestras ganas de jugar desaparecen al madurar o envejecer; por el contrario, siempre están presentes en nosotros; no obstante, lo que el tiempo nos enseña es que dosis utilizarlas de cara a la realidad que se nos presenta.
Es legítimo pensar que ningún niño estaría interesado en crecer de saber que la realidad ahogaría su fantasía; sin embargo, resulta válido explicarles que el camino es en función al destino que pretendemos y cada paso implica esfuerzo y objetivos.
Pensar que la sonrisa del niño, la fortaleza del joven, la responsabilidad del adulto y lo analítico del anciano están en ti siempre será válido; siempre y cuando te des tiempo de combinarlo dependiendo del momento.
No escondas el niño a pesar de los peligros, haz que surja y lo mejor … aliméntate de su risa … ¿ESTÁS DE ACUERDO?
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