Noviembre, mes en el que recordamos con mayor nostalgia y añoranza a nuestros seres queridos… el aire frío, el olor a cempasúchil, la luz de las velas y veladoras, y el aroma de todo aquello que le gustaba disfrutar en vida nos hace sentir su presencia.

Inevitable es pensar en todas aquellas niñas y mujeres a las que les han arrebatado la vida o se encuentran desaparecidas. Sueños truncados, vidas, que a manos de un hombre que decidió poner fin a su vida en un momento como si fueran objetos de deshecho.

No se fue con el novio, no era emocionalmente inestable, se moría de ganas de vivir, qué importa si estaba de fiesta, no se lo merecía, son frases que escuchamos de todos los familiares y, en efecto, ninguna mujer merece morir o desaparecer en este país.

Las diversas manifestaciones de odio hacia el género femenino son de terror, mensajes en el transporte público que incitan a acabar con la vida de una mujer, obsesiones que matan, violencia cotidiana como el acoso parecen seguir pasando como desapercibidas, ninguna mujer puede negar haber sentido miedo en algún momento de su vida ¿Esto es vivir?  ¿Cuántas más mujeres tienen que morir para involucrarnos todos?

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