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Jasmina HARTIANA*

México año dos mil veinticinco. Quisiera volver a los ochentas cuando era una mocosa, acostarme todo el día en el sillón y ver películas del Santo o de Pedro Infante. Quisiera no sentir esta cosa extraña que me atraviesa la espalda, me arruga la garganta, me produce escalofríos y por momentos me parece irreal, como sacado de una película de horror con un malísimo guion. Apenas hace unos días fue descubierto un rancho de exterminio en Guadalajara, dieron con él un grupo de madres buscando a sus hijos desaparecidos. El país se ha vuelto un cementerio de actos psicópatas que tratan de cubrir con polvo. Por un lado, me siento profundamente dolida y por el otro la ira recorre mis pensamientos. Quisiera poder hacer algo, quisiera incluso venganza. ¿Existe un momento en que nos perdimos o alguien en específico es el culpable? Probablemente todos los somos; sumidos en una narco economía, haciéndonos de la vista gorda cada vez que nuestros políticos en turno son expuestos con sus nexos con el narco, creyéndonos la historia romantizada que retrata como héroes a los delincuentes en las narco novelas.

Mi pena ha rebasado la esperanza. No creo que exista remedio, perdí todo atisbo de fe desde hace dos años cuando se publicaron los videos de los jóvenes de Lagos de Moreno. En mis insomnes noches mi cerebro busca soluciones, creo que no existen, no ahora, no en donde nos encontramos, hemos cruzado la línea de lo humano. Leonora Carrington decía que se avergonzaba de pertenecer a esta raza animal; la humana, de naturaleza cruel y asesina. Aunque no puedo evitar crear mis propias teorías, supongo que muy en el fondo busco justificarnos, creo que quizás fue la creencia de que somos alguna invención divina lo que nos trajo hasta este punto. Si, el llenarnos la cabeza de que nuestro lugar se encuentra en la luz, que idea tan estúpida solo falta repasar un poco la historia para ver vívidamente nuestros monstros salir de las sombras y llevar el mando de nuestras vidas. Creo que hemos ignorado tanto nuestros demonios que ellos en su afán de ser vistos encontraron la forma de escapar de la celda. Llegaron de la oscuridad con sus ojos encendidos de bestias, ahora estamos frente a frente, no hay escapatoria. No hay forma de negar los cientos de zapatos, los crematorios, lo videos en donde son forzados a matarse unos a otros. Todos ellos, en sus variadas formas son la bestia que forma parte de nosotros. Tal vez, el camino no es la luz con cánticos angelicales, puede ser que el lugar más a fin a nuestra naturaleza sea el profundo pozo oscuro de donde salen los gruñidos y quejidos. Probablemente hasta que no tengamos el suficiente valor para asomarnos en la oscuridad y reconocernos en ellos y ver que estamos hechos de la misma materia no encontremos la manera de consolarlos para poder apaciguar nuestra furia.

*Soy fotógrafa y cuentista

Cuentos: Anabel, Miel con veneno, Imágenes que cuentan, Entretenimiento para Adultos, El Cerrajero, y la Chica del Tutu. jazminahartiana@hotmail.com

 

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