Lalo PLASCENCIA*
Comprar vino en México -al menos en las grandes ciudades- cada día es más fácil. Y muy a mi pesar -pero consciente de que no siempre tengo la razón- uno de los lugares para conseguir buena relación calidad y precio es COSTCO. Esta cadena de tiendas estadounidenses que en México combinan las virtudes del autoservicio clásico, presentan una versión sutil del sueño americano que provoca estatus y simulada pertenencia. En materia de la diversidad de productos, todas las cadenas de autoservicio (mexicanas o extranjeras) tienen como regla imperecedera presentar marcas propias de productos básicos. Antes etiquetaban con su nombre provocando en el consumidor una sensación sui géneris porque a pesar de ser un producto con la misma calidad, y a veces producidos por fabricantes de marcas afamadas, provocaban rechazo, sensaciones de carestía o vergüenza por no contar con los recursos suficientes para pagar las marcas visiblemente consolidadas. Conscientes de esta reacción, cambiaron el rumbo y decidieron disminuir su protagonismo para dejar de confundir al cliente; y Costco es un maestro en la materia: desde hace años su marca propia Kirkland es sinónimo de productos de buena calidad, exclusivos o de auténtica competencia con empresas que les superan por varias décadas en el mercado. Y como son los amos del capitalismo contemporáneo fueron más allá de las fronteras naturales de un autoservicio al adquirir marcas de fabricantes especializados, empresas en expansión o firmas que iniciaron en paralelo a los grandes capitales pero que terminaron por ser devoradas por el monstruo comercial que endulza el camino a sus fauces con billetes verdes.
Lo que hicieron en el mundo del vino es para estudio en las facultades de economía porque hoy cuentan con bodegas internacionales, productores medianos y hasta agricultores que bajo marcas aparentemente frescas, con precios por debajo del mercado, pueden satisfacer la demanda por opciones directas, sin complicaciones, para destapar en el asado del sábado o en la comida dominical. Ya no se necesita una ocasión especial para beber, y tampoco conocimiento previo, ni una cartera boyante para adquirir vino de diversas regiones, de calidad estable y de precios bajos. Prefieren incrementar sus ventas a pesar de su rentabilidad y con ello dominar el mercado. Los costos sociales y económicos con cada botella a menos de 100 pesos jamás serán reflejados porque el cliente siempre gana, ellos se hacen más millonarios, y la vida continua. La bella simulación de accesibilidad del siglo 21.
Recomendación del mes
Sin entrar en implicaciones fuera de lo enológico, encontré una flor imperial: un lineal de 4 años de M DE MERLOT de la bodega BARON MAXIME. Una bodega francesa fundada en 1855 y que hoy pertenece al silencioso portafolio de Costco. Merlot bien estructurado para un vino de mesa, fácil de beber directo o en coctelería. El lineal apenas está por descubrirse, pero se prevé que es un vino que cambia poco año con año, estable y consciente de un mercado que quiere beber bien a bajo precio.
Lalo Plascencia.Chef e investigador gastronómico mexicano. Fundador de CIGMexico dedicado a la innovación en cocina mexicana. El conocimiento lo comparto en consultorías, asesorías, conferencias y masterclass alrededor del mundo. Informes y contrataciones en www.laloplascencia.com