Karla MARTINEZ DE AGUILAR
Desde Guadalajara, Samara Martínez ha recorrido un camino difícil de transitar. Su vida ha estado marcada por enfermedades crónico-degenerativas que la han llevado a enfrentar el dolor y la fragilidad humana desde muy joven.
En un país donde hablar de la muerte sigue siendo un tabú, ella decidió levantar la voz, no solo por sí misma, sino por todas las personas que merecen vivir sus últimos días con dignidad y paz.
Samara comparte su experiencia en redes sociales desde hace casi dos años, con la intención de inspirar y acompañar a quienes atraviesan situaciones similares. Lo hace con la convicción que la visibilidad transforma la realidad: mostrar el dolor, el coraje y la humanidad de quienes enfrentan el final de la vida puede generar conciencia y solidaridad.
Los médicos y enfermeros que la acompañan en su camino también han respaldado su iniciativa, reconociendo la necesidad de un derecho que refleja compasión más que imposición.
Durante más de una década, Samara ha conocido los límites de la medicina y la impotencia que muchas veces implica la atención sanitaria. Sin embargo, lejos de rendirse, transformó su experiencia en una causa mayor: impulsar un cambio legislativo que reconozca el derecho a una muerte digna en México.
Su historia es un testimonio de resiliencia, valentía y compromiso social, y constituye una invitación a reflexionar sobre la importancia de la autonomía y la compasión. Su lucha busca visibilizar la realidad del sufrimiento humano, romper estigmas y abrir el diálogo sobre un tema que nos afecta a todos, aunque pocos se atrevan a mirarlo de frente.
Samara, ¿de dónde eres originaria y qué vivencias personales te motivaron a levantar la voz a favor de la legalización de la eutanasia en México?
Soy originaria de Guadalajara, aunque también he vivido en el norte, en Chihuahua.
Llevo más de diez años enfrentando enfermedades crónico-degenerativas, haciendo todo lo que está a mi alcance y también lo que la medicina puede ofrecer. Hace un año, llegué a una etapa terminal de una de mis enfermedades, y la única opción que me daban era conectarme diez horas al día a una máquina hasta que otras enfermedades terminaran por quitarme mi esencia.
Ese momento fue decisivo para mí: fue cuando entendí que debía alzar la voz por esta lucha, por dignidad y valentía. En estos años he visto el sufrimiento y la muerte de cerca, y creo que todas las personas merecen la posibilidad de una muerte digna, de paz en sus últimos momentos. Es contradictorio, porque en México celebramos la muerte, pero al mismo tiempo parece un tema tabú. Yo trato de no alejarme de ella; la abrazo y busco normalizarla y aceptarla de la manera más digna posible.
Has vivido con enfermedades desde muy joven. ¿Qué vacíos detectaste en el sistema de salud que te hicieron pensar que la eutanasia debía ser regulada por ley?
Mi voz no surge directamente de las deficiencias del sistema, sino de una realidad más profunda: la medicina, por muy avanzada que sea, no siempre puede salvarnos o aliviar nuestro sufrimiento. Eso me hace valorar aún más la necesidad de ofrecer una opción digna para quienes, como yo, han agotado todas las alternativas médicas.
Tu iniciativa ciudadana, Ley Trasciende, ha generado amplio debate. ¿Cuáles son sus puntos centrales y qué es urgente?
Esta iniciativa busca, principalmente, reconocer el derecho a una muerte digna para quienes ya han agotado todas las opciones médicas. Para mí, el tiempo es crucial: cada día que pasa, personas sufren en agonía.
Los puntos centrales son: Que solo pueda acceder quien médicamente ya no tenga opciones; que la persona esté en pleno uso de sus facultades mentales; que sea una decisión voluntaria y personal, con filtros de revisión para asegurar que se trata de un deseo auténtico, cuando vivir pesa más que morir.
En un país con fuerte arraigo familiar, ¿cómo abordaste este tema con tus padres?
No es fácil. El dolor más grande para unos padres es ver sufrir a un hijo y no poder hacer nada. Desde que hablé con ellos, les expliqué que no quería vivir conectada a una máquina, que prefería un descanso digno. Fue difícil, pero desde el primer momento me apoyaron al cien por ciento. Este camino ha sido un aprendizaje mutuo: ellos han aprendido que el amor también implica permitir decisiones autónomas y dignas.
Más allá de la familia, México es un país con profundas raíces religiosas y culturales. ¿Cómo has enfrentado el debate en la sociedad?
Creo firmemente que ningún dogma ni creencia debe estar por encima de la autonomía y la dignidad humana. Muchos no han vivido de cerca el sufrimiento de un paciente, pero no es necesario: la empatía y la compasión deberían ser suficientes. Si a los animales se les concede el derecho a no sufrir, ¿por qué no a nosotros? Esto no obliga a nadie, pero sí garantiza que quienes lo deseen puedan decidir sobre su propio cuerpo y su dolor.
Existen ejemplos internacionales que inspiran tu lucha.
Sí, países como Uruguay, Estados Unidos, España, Canadá y Holanda han legislado el derecho a una muerte digna. Si México logra materializarlo pese a los paradigmas y la religión, podría ser un referente para el mundo.
Compartes tu historia en redes sociales. ¿Qué impacto ha tenido?
He compartido mi proceso durante casi dos años, con la intención de ayudar a quienes viven situaciones similares. Muchas personas se sienten identificadas y encuentran apoyo. Las redes pueden ser una herramienta poderosa para cambiar la realidad y acercar la empatía a quienes aún no la han vivido de primera mano.
¿Y la comunidad médica?
He recibido un gran apoyo de médicos y enfermeros, quienes son testigos directos del dolor de los pacientes. Reconocen que ofrecer un derecho de este tipo no es un acto gratuito, sino una expresión de compasión.
¿Quién es Samara Martínez hoy?
Soy una persona valiente, resiliente y determinada. Lucho por una vida digna y por inspirar a otros, especialmente desde el activismo. Mi propósito es trascender, dejar un legado y demostrar que incluso en la adversidad se puede aportar luz y esperanza.
Tres influencias que han marcado tu vida
Mi mamá, sin duda. También mi padre, a través de sus enseñanzas sobre autonomía y bioética. Y, finalmente, mi propia vida: si yo misma no me inspirara, no podría inspirar a nadie más.
¿Cuáles son los próximos pasos y el mensaje a legisladores y a la sociedad mexicana?
Estamos finalizando la redacción de la Ley Trasciende, que esperamos presentar en el Congreso a finales de octubre. Mi mensaje es claro: abramos el diálogo, respetemos las creencias individuales, pero no dejemos que interfieran con los derechos de quienes desean decidir sobre su propio cuerpo y su sufrimiento.
¿Cómo vives tu día a día?
Trato de vivir lo más feliz posible, a pesar del dolor y las limitaciones. Soy consciente de mi realidad y practico una filosofía estoica: el dolor es inevitable, pero el sufrimiento es opcional. Aprovecho cada momento de luz, luchando por lo que creo justo y siendo la mejor versión de mí misma cada día.
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FB: Ley Trasciende por la Eutanasia en México