• Por Alejandro Ruíz Robles.

“SER VIL … ¡NO ES UN PRIVILEGIO!”

DE LAS REUNIONES.
Con motivo del “Día del Abogado” que se celebra el 12 de julio de cada año, tuve a bien asistir a diversas reuniones y eventos con colegas para, además de reconocer a quienes han destacado, charlar un poco de nuestras vidas y obviamente, del presente inmediato que nos espera a nivel personal y profesional.
Si bien es cierto que todos los que asistíamos teníamos una vibra positiva sumamente agradable que nos invitaba a hacer los encuentros interminables, también fue ocasión para recordar y rendir homenaje a aquellos que con su conocimiento y trato habían aportado algo a nuestras vidas.
Mención aparte merece la algarabía provocada por juntarnos ya en eventos públicos nutridos tras varios meses de encierro total o parcial y cuidados excesivos; de hecho, muchos asentábamos con júbilo “la normalidad ha vuelto”.
Y ya como parte de los eventos, al escuchar a los compañeros distinguidos, resultaba cada vez más como motivo de orgullo, reconocer que por el amor a la carrera estábamos ahí y era nuestro compromiso con ésta que habíamos formado trayectorias profesionales destacadas a tal grado, que nos hacíamos partícipe de la empatía de diversos compañeros que hoy nos distinguían con sus palabras y con presentes que, por tamaño, podrían ser pequeños, pero de un valor inconmensurable.
De repente, muchos de quienes fuimos presentados, aceptamos con humildad tal obsequio y nos cuestionábamos sobre la justicia en cuanto al recibirlo; sin duda reflexionábamos si éramos dignos de ellos, sin embargo, una vez que escuchábamos sus razones y apreciábamos sus miradas, asentábamos con orgullo tales motivos y nos congratulábamos de nuestra dedicación.
Seguros estábamos todos y esto resultaba de nuestras charlas el hecho de que nuestro mayor reconocimiento era haber atendido con honestidad, profesionalismo y conocimiento a nuestros clientes y el agradecimiento que hubiéramos recibido; no obstante, concluíamos que la suma de tales gratitudes junto con las apreciaciones del gremio era lo que nos hacía sujetos de tal distinción.
Es decir, si bien un “gracias” es la palabra favorita al prestar nuestro servicio, el ahora saberse honrado por una entidad de compañeros era algo que aquilataba su valor. ¿Estás de acuerdo con tal consideración?

LA ATENCIÓN.
En ese orden de ideas muchos hablamos del común denominador que requeríamos los profesionales tener para ser favorecidos con la preferencia del cliente. En su mayoría concluimos que los elementos determinantes eran: la atención, la eficacia, la eficiencia, el conocimiento y la pericia en aras de alcanzar un resultado óptimo para los intereses de éste, siempre atendiendo a las circunstancias del caso.
A veces es tan relativo hablar de ganar o perder que olvidamos los absolutos y nos vamos a los mejores escenarios posibles; en el entendido que, nadie tiene ni triunfos ni derrotas absolutas.
De hecho, el desgaste personal y profesional que se acumula no siempre corresponde al honorario cobrado ni mucho menos a la pretensión de quien nos contrata.
¿En cuantas ocasiones no nos sorprendemos más con los resultados que distan muchos de los trabajados con nuestro esfuerzo?
Sabemos que llegamos a este mundo para no estar solos y hacer nuestro camino; sin embargo, la vida nos presenta circunstancias tan sorprendentes que en muchas ocasiones cuestionamos si nosotros elegimos ese destino o fue todo inducido por un ser místico o mágico. De hecho, aun cuando hablamos mucho de las casualidades, ¿realmente estamos convencidos de su existencia?

LA DIFERENCIA.
Del trato hablamos mucho y en la mayoría de los casos coincidimos que no hay lugar para el ego o la soberbia en la atención de las personas; siempre nos han señalado a esos seres doctos con el vocablo de “vacas sagradas” y en tal circunstancia, los gremios académicos los han colocado como los máximos referentes del conocimiento; sin embargo, usualmente al tratarlos, son tan normales en su trato como cualquier otro.
En ese contexto, ¿tener un lugar profesional privilegiado o escribir un libro o impartir una cátedra nos hace superiores a los demás?; es obvio que tales acciones tienen un gran mérito y desde luego, compartir el conocimiento es por de más plausible; no obstante, ¿eso da el derecho a mirar al resto por encima del hombro?, ¿hay lugar a lastimar o humillar a otro por tales supuestos?
Si la vida nos ha dado las facilidades para alcanzar los logros y aunado a nuestro esfuerzo, dedicación y convicción hemos llegado a ellos, desde luego que es importante que nosotros mismos reconozcamos nuestro lugar, pero eso en ninguna circunstancia significa que tengamos el poder de minimizar las victorias de otros. Al contrario, si sabemos lo que cuesta llegar, impulsemos a otros a que alcancen sus metas.
En la medida en que el común denominador de las sociedades se soporte en las capacidades y conocimientos estaremos en camino a construir condiciones de progreso social; por el contrario, aferrarnos a los sitios o a las obras para demostrar superioridad es sólo mantener una inferioridad disfrazada.
Y tú … ¿Estás en el lugar correcto para tu talento y experiencia?

TAL CUAL.
Verdades básicas que todos manejamos son que nadie nace sabiendo y de que a pesar de los múltiples esfuerzos … nadie sabe todo; es decir, para conocer hay que aprender y ante la ignorancia hay que investigar o preguntar a quién sabe.
De tal manera resulta que la mejor manera de desarrollar nuestro talento es preparándonos para conseguirlo y consolidarlo. Asimismo, si al pedir ayuda mostramos humildad … ¿cuál sería la razón para mostrar soberbia al ayudar?; es decir, si tomamos en cuenta su desconocimiento … ¿qué ganamos mostrando nuestra pericia con una conducta ególatra?
Recuerdo que en la escuela nos decíamos “ponte con uno de tu tamaño” y en ese sentido, no hay motivo para ensoberbecernos ante quien no tiene nuestra formación; si se trata de competencias, seguro habrá foro para mostrar a plenitud nuestras habilidades.
No hay mérito alguno en humillar, mucho menos a quien nos requiere de nuestro servicio; en virtud de ello, tengamos el trato humano necesario que sea el mismo que corresponda cuando nosotros estamos en ese supuesto.
No hay lugar para el espectáculo para quien nos pide con sencillez y sensatez un consejo, no seamos el profesional que odiamos al ser alumnos. Busquemos en la pericia una forma de crecimiento humano que consolide nuestro perfil ético que al iniciar con nuestros estudios anhelamos.
Saber es un privilegio y saber ser humano y profesional es un don, no pongas en peligro tal virtud.
Ante ello, ¿estás dispuesto a ayudar a quien te lo requiere y a procurar a quien es compañero?

BAJO PERFIL.
Muchos de los premiados durante los momentos previos y posteriores a su distinción, comentaron que, si bien tantos esfuerzos y sacrificios habían sido recompensados con los resultados obtenidos durante su aún vigente trayectoria, la gratitud de sus clientes, las victorias personales y profesionales y obviamente, la satisfacción de merecer cada centavo íntegro de sus honorarios, el ser considerados objeto de esa distinción ya era de por sí un premio, el cristal o el papel que contuviera tal señalamiento era un tangible para conservar en sus sitios de trabajo como evidencia de que cada día hay que superarse.
Sin duda, la mayoría manifestaba que no había mayor mérito que salir cada día con la satisfacción del deber cumplido y al llegar a sus casas, mirar a los ojos a quienes se ama con la tranquilidad de actuar con ética y valores.
El bajo perfil que muchos de ellos viven contrasta notablemente con la fanfarronería de quienes por méritos de otros o por azares del destino ostentan un cargo de poder sin poder convencerse a si mismos de que lo merecen; es decir, su brillo simulado no depende de su capacidad sino de vínculo o compromiso que en ocasiones resulta por demás cuestionable.
“Yo sólo hago mi trabajo de acuerdo con mis conocimientos y valores y dejo que éste hablé por si sólo” era la conclusión que en su mayoría me daban y resulta curioso que la grandeza queda cubierta con la humildad de su trato.
En fin, no cabe duda de que mientras la vida me otorga más momentos para compartir con personas de interés, más me demuestra que los grandes son no por su patrimonio ni ínfulas, sino por los sentimientos nobles que convergen en sus corazones.
La humildad que muestra la esencia de un ser de valores siempre se ilumina con su compromiso hacia sus creencias, conocimientos y valores … ¿CÚAL ES LA DISTINCIÓN QUE A TI TE HA DADO LA VIDA POR TU TRAYECTORIA?

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Posdata: Informativos de los Grandes Eventos del “Día del Abogado”.

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