POLÍTICOS QUE NO HACEN POLÍTICA
Eduardo de Jesús Castellanos Hernández
Durante los días recientes, el gobernador con licencia –pero en funciones– del Estado de Nuevo León y exprecandidato a la presidencia de la república por el partido político Movimiento Ciudadano, ha protagonizado, junto con el presidente de la república, actualmente en funciones, la precandidata presidencial del partido político MORENA y el dirigente nacional del partido Movimiento Ciudadano, un pésimo ejemplo de que la falta de oficio político conduce necesariamente a la ingobernabilidad democrática.
Tan es así, que ahora resulta que en los hechos el Estado de Nuevo León tiene dos gobernadores: uno que despacha en el palacio de gobierno y otro que fue designado por el Congreso del Estado; designación esta avalada por la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Y, de otra parte, el partido Movimiento Ciudadano por el momento no tiene un precandidato en campaña que busque su candidatura a la presidencia de la república.
Aunque ya sabemos que eso de las precampañas es pura vacilada, gracias al proceso sucesorio adelantado por el propio presidente de la república, actualmente en funciones; anticipación que sucede si no con el beneplácito, al menos con las autoridades electorales, administrativa y judicial (Instituto Nacional Electoral y Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, respectivamente), haciendo como que no se dan cuenta.
Los políticos que compiten por el poder tienen que actuar en el respeto escrupuloso a las reglas del juego que están jugado: la lucha por el poder político. Y esas reglas están en la Constitución y en las leyes electorales. Pero a los personajes que ya me he referido, se nota a leguas que lo que digan la Constitución y las leyes, federales y locales, es lo que menos les interesa.
Lo único que han hecho hasta el momento ha sido violar esas leyes, haciendo todas las trampas que les ha sido posible –y a las que me he referido con mayor o menor detalle en estas páginas digitales conforme han ido ocurriendo–; pero con lo que sucede ahora en Nuevo León ya se han volado la barda. Además, la gobernabilidad y el correcto funcionamiento de los servicios públicos, federales y locales, en esa entidad federativa –que es la punta de lanza del desarrollo económico del país–, nuevamente, es lo que menos les interesa, a juzgar por su comportamiento.
Resulta que el gobernador con licencia –pero ya en funciones, en abierto desacato a la autoridad judicial, es decir, a la Suprema Corte de Justicia de la Nación–, aunque sabía perfectamente que no ganaría la presidencia –como él mismo lo ha afirmado ahora que ya no es precandidato–, esperaba –y junto con él el presidente de la república y su precandidata– quitarle un buen número de votos a la candidata de la coalición opositora con el cuento ese de que es joven con una nueva forma de hacer política –que ahora vemos perfectamente que es tan añeja, poco política y tan dañina a sus gobernados locales de Nuevo León–.
Sucede que el joven gobernador de Nuevo León, de cuyo nombre no quiero acordarme, cuando ganó la gubernatura su partido no ganó ni un solo diputado local. Esto implicaba tender puentes con los partidos políticos que integran el Congreso del Estado de Nuevo León, es decir, hacer política, mucha política, para lograr acuerdos que le permitieran gobernar sin grandes sobresaltos. Desde luego que nada de esto hizo, y si es que lo intentó y le salió mal, en lugar de volver a intentarlo, prefirió confrontarse con el Poder Legislativo de su entidad.
Nada más que parece que se le olvidó que él era el gobernador y que en las constituciones, federal y locales, existe el principio de división de poderes –Ejecutivo, Legislativo y Judicial, a los que ahora hay que agregar a los órganos constitucionales autónomos–. Así es que ahora se quedó como el perro de las dos tortas: ni es formalmente gobernador –aunque materialmente la policía local no le permite el acceso al palacio de gobierno, al gobernador nombrado por el Congreso– y ya renunció a la precandidatura.
Entre tanto, poco a poco, las candidatas presidenciales de las dos coaliciones partidistas que luchan por el poder político en México –aunque formalmente apenas son todavía precandidatas, reitero–, empiezan a integrar sus respectivos equipos de campaña. El único precandidato que iba solo –aunque no tan solo porque en todo lo que a propaganda se refiere lo acompañaba su esposa– en busca de la candidatura presidencial –que todo indicaba tenía seguro obtener–, pues resulta que se le hizo bolas el barniz. Y junto con él al presidente de la república en funciones y a su precandidata presidencial, como se desprende por la forma airada en que lo defienden y se indignan con los partidos políticos que ya le taparon el paso para ser candidato presidencial de Movimiento Ciudadano.
Los equipos de campaña que se forman en ambas coaliciones partidistas están integrados por una serie de políticos profesionales con experiencia –amplia y afortunada en algunos casos y breve y cuestionada en otros– en eso de hacer política y, a veces también, de gobernar; formados al interior de las dos coaliciones que en verdad se disputan el poder en México. Pues el joven gobernador, entonces con licencia, aunque llegó muy alborotado, a todas luces no iba a ganar –como él mismo acaba de reconocer, insisto–.
Como siempre sucede en la vida, el color de las cosas depende del cristal con que se mira. Así es que para algunos de los observadores interesados en ver lo que empieza a suceder con los equipos de campaña en integración, llega gente muy positiva con mucho que aportar, según algunos, en tanto que para otros llega gente muy negativa que nada tiene que ofrecer.
Dichas apreciaciones son consecuencia natural del diálogo de sordos en que se ha convertido la supuesta política nacional; supuesta, toda vez que teóricamente la política es para tender puentes de comunicación y lograr acuerdos, pero lo que por lo pronto vemos es una cadena de ataques y descalificaciones encabezados por el propio presidente de la república desde el palacio nacional.
Los ciudadanos que leemos los periódicos, escuchamos las noticias y comentarios en radio y televisión, y recibimos infinidad de mensajes a favor y en contra de las dos candidatas que formalmente apenas buscan ser precandidatas; hasta el momento estamos totalmente ayunos de noticias sobre la oferta de gobierno de cada una de ellas, quienes se proponen llegar a la presidencia de la república.
Hasta donde yo recuerdo, la candidata –o precandidata en busca de la candidatura– de la coalición oficialista ha sido enfática en ofrecer más de lo mismo; pomposamente lo llama “el segundo piso de la cuarta transformación”. En tanto que la candidata opositora –e igualmente precandidata en busca de la candidatura– hace tiempo dijo algo acerca de un gobierno de coalición y de un programa de gobierno de coalición.
Al joven exgobernador con licencia no se le podía pedir mucho porque apenas andaba en busca de la candidatura que se le chispoteó, mientras que las otras dos precandidatas, ya desde hace rato, se sabe que buscan la presidencia de la república; razón por la cual a ellas sí hay que pedirles que nos vayan aclarando con el mayor detalle posible qué es lo que se proponen hacer en el supuesto caso de que ganen la elección –que necesariamente alguna de las dos va a ganar–. Eso es también parte de lo que se llama hacer política, presentar una oferta electoral válida, creíble, clara, viable, a sus potenciales electores.
Mientras tanto, en lugar de ofrecer programa de gobierno, la precandidata oficialista solamente reitera un día sí y otro también todo lo bueno que según ella ha hecho y sigue haciendo el presidente de la república en funciones. Además de aprovechar el tiempo para asegurar que va muy por delante en las preferencias electorales –delantera que resulta muy natural y obligada toda vez que lleva varios meses en campaña con el apoyo del presidente en funciones–. Lo que sería preocupante (para ella y sus correligionarios) e ilógico es que a estas alturas ella fuera atrás de la otra precandidata, la opositora.
¿Y qué están haciendo los partidos políticos coaligados, todos? Pues guardan respetuoso silencio porque con trabajos van saliendo del compromiso de ver pelearse sus tribus a su interior –de cada partido– para definir las candidaturas a los demás cargos de elección popular –gobernadores, senadores, diputados federales y locales; presidentes, síndicos y regidores municipales, así como alcaldes y concejales–.
Como en nuestro país no hay elecciones primarias obligatorias para definir candidatos de los partidos a todos esos cargos de elección popular –para empezar ni siquiera para la presidencia de la república–, pues ahí los tiene usted en batalla campal soterrada y, en el mejor de los casos, haciendo mutuos intercambios en lugar de buscar abierta y claramente el voto de sus compañeros de partido, los militantes de a pie, a los que ven como sus obedientes borregos, subordinados, manipulados y utilizados cuantas veces sea necesario. Pero esto –conseguir votos en elecciones internas–, que también forma parte de la política, es algo que no se les da a los políticos mexicanos.
Esperemos que una reforma constitucional electoral de a deveras por fin ponga orden en este desorden de las precampañas de a mentiritas. No creo que ninguna de las dos candidatas que todavía son precandidatas proponga dicha reforma, pero para eso están las organizaciones de la sociedad civil, la prensa y las instituciones académicas, para recordarle a los políticos que tienen que aprender a hacer política dentro de la Constitución y de las leyes electorales.
Ciudad de México, 4 de diciembre de 2023. Eduardo de Jesús Castellanos Hernández. Profesor e Investigador. Doctor en Estudios Políticos (Francia) y doctor en Derecho (México). Posdoctorado en Control Parlamentario y Políticas Públicas (España) y en Regímenes Políticos Comparados (EUA). Tiene la Especialidad en Justicia Electoral otorgada por el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación. Es autor de libros de Derecho Público, Privado y Social; Administración Pública y Ciencia Política; Derecho Electoral y Derecho Procesal Electoral; sus libros se encuentran en bibliotecas, librerías, en Amazon y en Mercado Libre. Las recopilaciones anuales de sus artículos semanales están publicadas y a la venta en Amazon (“Crónica de una dictadura esperada” y “El Presidencialismo Populista Autoritario Mexicano de hoy: ¿prórroga, reelección o Maximato?”); la compilación más reciente aparece bajo el título “PURO CHORO MAREADOR. México en tiempos de la 4T” (solo disponible en Amazon).