Lalo PLASCENCIA*
En el umbral de la mexicanidad se deben escoger las auténticas batallas: renunciar a la melancolía de las heridas que por mucha revisión parece que se resisten a cerrar, observar en cada alarido patriótico una suerte de reconciliación esencial con el pasado y el futuro, y encontrar un sentido de ser mexicanos, de pertenecer a un país de una vasta historia, de representar una cultura que se construye y destruye al atardecer y al alba. Porque al interminable rompecabezas de la mexicanidad parece que le hacen falta piezas que estamos destinados a nunca encontrar.
Pero ¿quedan batallas por librar después de 200 años de búsqueda?, ¿existen en el arsenal de la identidad mexicana espacios por llenar?, ¿quedan matices entre los colores patrios que revelen mensajes por descifrar? Tal vez -y es más deseo que seguridad- son los puntos ciegos de ser mexicanos lo que nos hace repetirnos generación con generación, y que nos mantiene en bucles cuánticos sin razones ni motivos, lo que nos deja abiertos a la interpretación diaria y la auscultación ilimitada del ser y pertenecer.
Ser mexicano es cuestionamiento, búsqueda, meta, camino, certeza e incertidumbre. Es tener tanta simpleza que guarda secretas complejidad indispuestas a ser reveladas, y ser tan complejos que el mundo entero cabe en el sencillo -que no simple- motivo de una tortilla transformada en taco. El mundo entero a la disposición del bocado mexicano, la identidad del planeta en un mole de chiles secos, la ciencia y religión dispuesta en una bandera; y con todo eso la inexplicable levedad del ser mexicano que a veces parece avanzar lento para evitar a toda costa dar pasos en falso, y otras parece simplemente que tiene miedo a avanzar para evitar reconocer maduramente su responsabilidad en su propia historia y destino. El carácter mexicano parece más el de un adolescente berrinchudo, rebelde, pero comodino, insatisfecho, pero con todo a la mano, sentado en un baúl de oro por dilapidar quejándose de su mala suerte en el amor y la vida. La mexicanidad entonces parece un adulto en construcción que se resiste a crecer para tomar el lugar que dice que le corresponde en la historia. Es un puberto gritándole al padre que merece una mejor vida sin hacer absolutamente nada más que respirar, existir, y extender la mano para recibir caprichosamente lo que afirma como suyo.
¿Pero qué caminos insospechados podrían tomarse si parece que México ha recorrido todos?, ¿qué elementos de la intrincada cultura deben abandonarse para salir del agujero de extendida pobreza en la que el país se mantiene? El mexicano es rico sin serlo, sabio sin demostrarlo, fugaz sin retirarse, permanente sin estar presente. Es la raza de bronce que aspira a ser dorada, que cada 15 de septiembre rememora una mezcla de heterogeneidad que se resiste a mezclarse porque el clasismo, racismo, ignorancia y desdén son parte de la misma esencia que se recuerda y celebra. México lleva pocos años reconociéndose a sí mismo como valioso, porque todo el tiempo aspiró -en todos los niveles- a un destino más parecido al europeo y, desde hace un par de décadas, al modelo estadounidense que se aleje para siempre de lo complicado de ser mexicano sin renunciar a lo “facilito”, lo divertido, pintoresco y “picante” de su esencia latina.
Ser mexicano es un compromiso con la nada y el todo, con el alfa y el omega de lo social. Es una forma de expresar desacuerdo con una sonrisa en la cara -diplomacia le llaman algunos- de esa que hace un siglo le valió al País un lugar preponderante en la dos veces bélica geopolítica. Ser mexicano es ser ladinos sin serlo, tener palabra torciéndola hasta que convenga, es morirse en la raya por un amigo en momentos de crisis, pero abandonar a la familia en momentos de paz y reflexión. Es no saber manejar la responsabilidad del éxito, pero siempre desearlo como escalón en la diferencia social que lo haga dominar a otros mexicanos que no fueron suficientes para subir en la eterna pirámide cada día más estrecha y resbalosa.
Ser mexicanos es no escapar al cuestionamiento filosófico -siempre personal y colectivo- sobre quiénes somos, de dónde venimos, hacia dónde vamos, y qué se espera de nuestra presencia terrenal. México es la eterna pregunta con infinidad de respuestas transformadas en 130 millones de individuos contenidos en una enorme isla en forma de cuerno de la abundancia. Es la representación de la soledad en el globo terrestre: al Norte la potencia más contradictoriamente dominante del planeta en lo económico y social; al Sur estrechos territorios que conectan con otra masa continental que se confirman como distintos y distantes y cuya única conexión real es el idioma; y al Este y Oeste dos océanos que parecen nunca terminar, que separan al menos 13 horas con la metrópoli europea más cercana, y que ofrecen una sensación de vacío, aislamiento, nostalgia, melancolía, deseo, sueño, anhelo, resentimiento y necesidad.
México grita en silencio, pero calla estridentemente. Guarda resentimientos y rencores que palia en forma de música, diversión, alimento y bebida. Es un interminable hilo de reclamos al destino sobre lo que es y puede ser, y un delicado pliego de temerosas intenciones indispuestas al escrutinio público. México es entretenimiento y dolor, sin razón y sentido profundo, es complejidad y complicación, un laberinto en línea recta que a pesar de recorrerse con mapa en mano jamás se encuentra la salida. México es un taco en medio de un mercado, un restaurante en la cima de un rascacielos, es discutir en redes sociales las acciones que jamás se toman en la realidad, es virtualidad y presencia. Es gritar, reclamar, enardecer, quejarse, inmolarse, detenerse, avanzar sin freno; es ser sin estar, es estar sin ser, pertenecer sin quedarse y retirarse con el deseo de ser recordado. Ser mexicano es estar en guerra continua sin renunciar a la paz, es convocar a la guerra un 16, para que el 17 todos se retiren en paz. Es dormir sin descansar, y estar despierto sin dejar de soñar.
*Chef e investigador gastronómico mexicano. Fundador de CIGMexico dedicado a la innovación en cocina mexicana. El conocimiento lo comparto en consultorías, asesorías, conferencias y masterclass alrededor del mundo. Sígueme en instagram@laloplascencia