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Isbelia E. FARÍAS L*

NUEVA ESPARTA, VENEZUELA.-En la actualidad, podría decirse que la vida transcurre entre los espacios físicos y los digitales, lo cual también ha transformado la manera en la que se hace la organización social y la protesta. Hoy día no es necesario que una plaza esté llena para hacer pública una causa, al contrario, con un video de unos pocos segundos o un hilo conciso es suficiente para despertar la conciencia sobre un tema, construir comunidad o denunciar cualquier injusticia.

El activismo digital se ha convertido en un instrumento poderoso para que muchas personas, sobre todo las mujeres más jóvenes que están en las redes sociales, expresen su sentir, tiendan redes de apoyo y compartan sus saberes. Esto ha llevado a que el ciberespacio sea un territorio político.

Hashtags virales y con amplio impacto como #NiUnaMenos funcionan para visibilizar diferentes formas de violencia que ocurren a diario. En el terreno digital todas nos podemos informar, acompañar, educar y resistir. No obstante, esta forma de activismo no está exenta de algunas tensiones.

Cabe preguntarse ¿cómo sostener la fuerza del colectivo más allá del algoritmo? o ¿qué tan fuerte puede ser un movimiento que nace en una red social? En esta nueva forma de hacer política los resultados también se miden en visualizaciones, pero el alcance va mucho más allá de esto.

Del scroll al despertar

La revolución que ocurre en el territorio digital ocurre sin esperarlo. Solo basta revisar el feed y encontrarse memes, recetas de cocinas y selfies cuando aparece la publicación que sacude, sin tener que hacer una búsqueda intencionada, puede ser una historia de violencia institucional, un testimonio de acoso o unas breves líneas que resuenan con las experiencias propias.

Ese momento puede llegar a ser un punto de quiebre que imponga una nueva mirada al mundo. Muchas jóvenes, en especial de América Latina, tienen su primer contacto con los derechos humanos, el feminismo o las luchas antirracistas por medio de las redes sociales y no de los libros.

Una cuenta de Instagram que muestre una ilustración sobre la revictimización judicial, un video que hablé sin vergüenza de la salud menstrual o que explique qué es la violencia vicaria puede generar cientos de preguntas que llevan al “nacimiento” político. Aunque no todas las usuarias que visualizan este contenido se convierten en activistas, sí que cambia la manera de verse a sí mismas y las demás.

Esta forma de conciencia nace desde lo emocional, no consiste solo en aprender un concepto nuevo, sino que es una manera de reconocerse en las otras. Una historia lejana puede recordar la propia, una frase ajena puede nombrar lo que la usuaria no sabía cómo expresar.

Aunque el scroll siga, queda la pregunta y la incomodidad. Es por ello que la política ya ha dejado de ser una cosa de largos discursos y partidos para comenzar a sentirse en primera persona, en lo que todas y todos vivimos en el día a día.

Hashtags que hacen historia

El activismo digital muchas veces es minimizado o mal llamado “activismo de sillón”, pero lo cierto es que grandes movilizaciones han comenzado con un hashtag, tales como el de #NiUnaMenos, que surgió en el 2015 en Argentina, luego del feminicidio de Chiara Páez, y que se convirtió en grito unísono en toda América Latina en contra de la violencia machista.

Este hashtag logró que miles de mujeres salieran por primera vez a las calles, con pancartas en las manos, posicionando el lema como un símbolo de resistencia.  Otros ejemplos de hashtags con fuerza han sido #NiUnaMás #NosQueremosVivas #MeTooMéxico #VivasNosQueremos #NoEsUnaSinoTodas, que son una clara muestra de que una revolución en las calles puede comenzar por una forma de organización en las redes sociales.

Sin embargo, hacer una denuncia en las redes, además de ser un acto valiente, puede ser una cruda exposición. Las mujeres que hacen activismo político digital hacen frente a amenazas, insultos y campañas de difamación o peor aún, para silenciarlas.

Otras mujeres son atacadas, ridiculizadas o acusadas de ser exageradas. Pero callar no es una opción y aunque decir la verdad es un riesgo, también es una manera radical de resistir y que requiere de protección para las víctimas y acompañantes que alzan sus voces.

 

*Comunicadora y abogada feminista. Escribe sobre derechos humanos, violencia de género y activismo digital en América Latina con mirada crítica, filosófica y comprometida.

FB: isbeliafarias90210

X: isbfl

 

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