Jennifer JIMÉNEZ*
GUADALAJARA, JAL.- La mayoría de los lectores por aquí, estoy segura que, como yo, han pasado por momentos difíciles, experiencias que de alguna u otra forma los han marcado. Muy probablemente varios tengan heridas de guerra que les ha costado superar o que incluso siguen lidiando con ellas. Y hoy justamente quiero escribirles respecto a esa parte en la que nos paralizamos viendo como la vida transcurre, pero nuestro sufrimiento o dolor permanece.
¿Por qué es tan difícil en algunas situaciones particulares poder trascender nuestras emociones o sentimientos respecto a esa situación? Se podría enumerar una lista extensa, pero al final, la madre que alimenta esta permanencia es nuestro ego repitiéndonos que somos víctimas. Víctimas de otras personas o de las circunstancias. Nos negamos a aceptar nuestra responsabilidad en cada evento transcurrido en nuestra vida que implique un aprendizaje profundo.
Este escenario de victimización nos deja atados de manos en un mismo lugar, sin permitirnos la posibilidad de que todo lo que tiene que transcurrir a través de la experiencia lo hago. A su vez hace que todo permanezca estático. Es por esto que vemos que todo lo demás avanza o cambia, pero nuestra experiencia catastrófica no. Nos sentimos estancados, y lo estamos, nos auto percibimos como mártires e incluso buscamos que otras personas cercanas a nosotras nos reafirmen nuestra postura, buscamos su lastima y sus comentarios indulgentes.
Usamos todos nuestros trucos de comunicación para llevarlos a tomar una postura que se alinee con nuestro sentir, los orillamos a elegir un bando y la mayoría de las veces triunfamos. Con esto no quiero decir que no tenga importancia lo sucedido, o que no sea una injusticia. Aquí estamos hablando sobre nuestra falta de aceptación y trascendencia.
Sé que allá afuera hay muchas injusticias, actos deliberados cometidos por personas hacía otras que hieren y provocan daños profundos. Acciones que en la mayoría nos preguntamos ¿por qué lo hizo? No lo merecía. Pero mientras la pregunta no se cambie, todo nos situará en la posición de víctima. Y una víctima que ha elegido tomar ese rol permanente por ende permanecerá viendo la vida de todos a su alrededor pasar y seguir, mientras que la suya siempre será la que continúa igual, sabiéndole amarga.

Si deseamos poder sentir que la vida fluye de manera que nos beneficia, la única forma es aceptar lo ocurrido. El evento ya se dio, ya sucedió, ya se presentó. No se puede echar el tiempo atrás, ahora nos queda aceptar que así es y aprender de una forma que nos traiga un beneficio. Es decir, ¿cómo esta situación me hace más fuerte? ¿Qué me está revelando todo esto para mi aprendizaje? ¿Qué debilidades encuentro en mí que puedo trabajar gracias a esta experiencia? ¿Qué percepción tengo de mi mismo? ¿esta percepción me ayuda a florecer o a marchitarme? ¿Qué herramientas necesito cultivar para aprender a sobreponerme sanamente a las experiencias que se me presentan?
Nuestra vida es el significado que nosotros mismos le damos. Es nuestra percepción de ella lo que se manifiesta y la vivimos justamente bajo esas directrices. Querido lector yo misma he sido parte de esta trampa. Lo que escribo lo hago desde la experiencia propia. Sé que es difícil aceptar y avanzar. Pero créanme cuando les digo que es la única manera de que lo que nos resta de vida se viva plenamente y con frutos. Una vez aprendes esto, en el futuro tendrás el entendimiento para sobreponerte de una forma sana, sacando el mejor provecho de las experiencias. Vivirás mucho más ligero. Sin culpas, juicios, tormentos.

*Escritora e instructora de meditación. Apasionada por los temas espirituales y de superación personal. He tomado diferentes estudios, diplomados y cursos que me han llevado a conocer y compartir lo que aprendo y experimento sobre el poder de nuestra mente y espíritu.
Instagram: meditaconmigomx
Página web: www.meditaconmigo.mx







