La Transitoriedad del Tiempo: Un Vistazo a la Historia a Través de un Portón en Ruinas
Mariana Navarro
GUADALAJARA, Jalisco.- En la encrucijada entre el pasado y el presente, existe un umbral que nos invita a reflexionar sobre la ineludible transitoriedad del tiempo.
La imagen que contemplamos, un portón que antaño fue testigo de la vida y el esplendor de una época, hoy yace en un estado de abandono, sus muros desmoronándose lentamente bajo el peso de los años.
La fotografía en blanco y negro, tomada en algún momento del siglo XIX, nos muestra un portón robusto y majestuoso, alrededor del cual se congregan personas vestidas con la elegancia de su tiempo.
Estas figuras, ahora sombras del pasado, parecen estar inmersas en sus quehaceres cotidianos, ajenas a la mirada inquisitiva del futuro.
Detrás de ellos, el edificio se alza con la promesa de un refugio seguro y próspero, reflejando la esperanza y los sueños de quienes lo habitaron.
Contrastando con esta escena, la fotografía contemporánea presenta un cuadro desolador.
El mismo portón, aunque reconocible, ha sido devastado por el implacable paso del tiempo. Los muros, antes firmes y protectores, se encuentran ahora despojados de su gloria, ofreciendo un testimonio mudo de lo que alguna vez fue.
La naturaleza ha reclamado su espacio, y donde antes hubo vida y actividad, hoy crecen malezas y ruinas.
Esta transformación no es simplemente un cambio físico; es una metáfora poderosa de la fragilidad de la existencia humana y de la importancia de actuar en el presente. “Tempus fugit,” decían los antiguos , recordándonos que el tiempo vuela y que cada momento que dejamos escapar es un fragmento irrecuperable de nuestras vidas.
El poeta Horacio nos legó la sabia exhortación de “Carpe diem,” instándonos a aprovechar el día, a no postergar nuestros sueños y aspiraciones.
En la era contemporánea, donde el ritmo frenético de la vida a menudo nos lleva a posponer lo verdaderamente importante, esta lección es más relevante que nunca.
El portón en ruinas no sólo nos habla de un pasado glorioso y de un presente desmoronado, sino que también nos invita a considerar nuestro propio lugar en la corriente del tiempo:
Nos recuerda que debemos vivir con propósito y urgencia, ya que la sombra del ocaso se cierne sobre todos nosotros.
TEMPUS FUGIT
En el ámbito cultural, estas reflexiones encuentran eco en la literatura, la filosofía y las artes.
Obras maestras de la pintura, como “Las ruinas del pasado” de Hubert Robert, o poemas inmortales como “Ozymandias” de Percy Bysshe Shelley, exploran la misma temática: la inevitable decadencia de todo lo humano y la belleza que puede encontrarse en lo efímero.
Ozymandias ” trata de una estatua de Ramsés II y del poder caído, un soneto de Percy Bysshe Shelley, publicado el 11 de enero de 1818.
El poema es una obra maestra que ofrece una reflexión sobre la vanidad humana y la efímera naturaleza de nuestra existencia.
Hubert Robert por su parte , con su pincel 🖌️ no lo hace poema , sino que lo pinta en el tiempo con sus columnas y fuentes y sus figuras etéreas .
CARPE DIEM
Volvamos pues a las fotografías que le dieron vida a este artículo .
Y es aquí donde la historia se torna impactante. Observemos, el portón y las ruinas no como simples vestigios de lo que fue, sino como una llamada a la acción.
Cada piedra caída, cada fragmento desmoronado, clama con voz silenciosa a nuestras conciencias, instándonos a no dejar que nuestras vidas se deshagan en la apatía.
Debemos construir, soñar y actuar con la firmeza y el ímpetu de quienes saben que el tiempo es limitado.
Porque en el final, cuando las generaciones futuras miren hacia atrás y vean nuestras huellas, ¿qué legado encontrarán? ¿Será un portón en ruinas, testimonio de sueños olvidados y oportunidades perdidas? ¿O será una estructura robusta, aún de pie, reflejando la determinación y el espíritu indomable de quienes se atrevieron a vivir plenamente?
La respuesta está en nuestras manos, en cada decisión que tomamos y en cada acción que emprendemos.
CONCLUYENDO
Las imágenes de este portón en sus dos tiempos, acompañadas de la reflexión literaria, y cultural nos ofrecen una poderosa lección sobre la transitoriedad del tiempo.
Nos invitan a no olvidar que, aunque el pasado ya no puede ser alterado, el presente está lleno de posibilidades y que los sueños y aspiraciones deben ser perseguidos con diligencia y pasión.
Así, el portón en ruinas no es sólo un recordatorio del pasado, sino un desafío para el presente y una promesa para el futuro.
La invitación a usted que me lee , sería que no seamos meros espectadores en el teatro de la existencia , sino protagonistas valientes que, conscientes de la transitoriedad del tiempo, dejan una huella imborrable en el gran tapiz de la historia.
Sólo así, en el inevitable flujo de la vida , podemos encontrar un sentido duradero y un legado que trascienda nuestra propia existencia terrenal .