Antonio SALDAÑA*
BARCELONA, ESP.- ¿Alguna vez te has preguntado por qué, a pesar de tus mejores intenciones, terminas repitiendo ese mismo patrón que juraste dejar atrás? Como si tu mente tuviera GPS y siempre recalculara la ruta hacia lo conocido. Pues bien, no estás solo. La mente humana es como ese amigo que siempre quiere ir al mismo restaurante porque “ya sabe lo que hay”. Le gusta lo familiar, lo cómodo, lo que no le exige pensar demasiado.
Imagina que tu cerebro es como un campo de tierra. Cada vez que repites una acción, un pensamiento o una emoción, es como si pasaras por el mismo camino una y otra vez. Con el tiempo, ese sendero se convierte en una autopista. Y claro, cuando llega el momento de cambiar de ruta, tu mente dice: “¿Y por qué vamos a meternos por ese bosque lleno de ramas si ya tenemos esta autopista pavimentada?”

Los hábitos son como músculos. Cuanto más los ejercitas, más fuertes se vuelven. Si llevas años entrenando el músculo de la procrastinación, por ejemplo, ese bíceps está más marcado que el de un culturista. Y cuando decides cambiar, es como si quisieras levantar pesas con un músculo que nunca has usado. Al principio duele, cuesta, y tu mente empieza a quejarse como si estuviera en una clase de spinning sin haber desayunado.
Pero aquí viene lo interesante: así como un músculo nuevo puede crecer con constancia, también puedes construir nuevas rutas neuronales. Es decir, nuevos caminos en tu campo mental. Al principio serán senderos estrechos, llenos de piedras y maleza. Pero si insistes, si pasas por ahí todos los días, poco a poco se convertirán en caminos transitables. Y con el tiempo, en autopistas.
El cambio es un territorio hostil para la mente. La mente no es fan del cambio. Para ella, lo desconocido es sinónimo de peligro. Es como ese gato que se asusta con una caja nueva en la sala. Aunque la caja no haga nada, el gato la mira con desconfianza. Así funciona nuestro cerebro: prefiere lo malo conocido que lo bueno por conocer. Por eso, cuando intentas cambiar un hábito, tu mente te lanza pensamientos como “esto no va a funcionar”, “no eres capaz”, “mejor lo dejamos para mañana”.
Y sí, cambiar duele. No solo porque estás dejando atrás comportamientos, sino porque estás deshaciendo rutas neuronales que llevaban años en construcción. Es como demoler una casa para construir otra desde cero. Polvo, escombros, ruido… pero también la promesa de algo nuevo.
La clave está en insistir. En repetir lo nuevo hasta que deje de ser extraño. En hacer del bosque un jardín. En convertir lo incómodo en rutina. Porque cuando lo nuevo se vuelve familiar, la mente deja de resistirse. Ya no lo ve como amenaza, sino como parte del paisaje.
Así que si estás en ese proceso de cambio, no te desesperes. Cada vez que eliges lo nuevo, estás plantando una semilla. Y aunque al principio parezca que no pasa nada, con el tiempo verás cómo florece. El viejo hábito quedará sepultado bajo las raíces de lo nuevo. Y tú, como jardinero de tu mente, habrás transformado tu terreno.
Has de saber que cambiar un patrón negativo no es cuestión de fuerza de voluntad momentánea, sino de constancia diaria. Es entrenar un músculo nuevo, abrir caminos en la selva mental, y convencer a tu cerebro de que lo desconocido también puede ser hogar. Así que no te rindas. Cada paso cuenta. Y aunque el camino sea cuesta arriba, la vista desde la cima vale la pena.
Así que, primero identifica qué es lo que “atraes” o repites en tu vida, y date cuenta qué camino estás recorriendo para llegar ahí. Y después, con valor, constancia y empeño, haz que suceda el cambio y ve a por lo que te hace grande.

*Master en coaching en inteligencia emocional y PNL por la Universidad Isabel I de Castilla. Nº 20213960.
Diploma en especialización en coaching y programación neurolingüística (PNL) por la Escuela de Negocios Europea de Barcelona.
IG: tonosaldanaartista
YouTube.com/c/TonitoBonito








