LA CARRERA PRESIDENCIAL DE 2024
Eduardo de Jesús Castellanos Hernández
Supongo que una de las primeras ocupaciones del presidente de la república al asumir el cargo -una vez que las elecciones dejaron de ser de a mentiritas (aunque hay el serio peligro de que vuelvan a serlo), porque supongo también que antes era más fácil dejar sucesor- es la de observar el desempeño de sus colaboradores y el de los dirigentes políticos de la oposición que, por sus cualidades y experiencia, pudieran aspirar a sucederlo en el cargo. Pero en virtud de su cantidad de atribuciones constitucionales y metaconstitucionales, supongo que no se limita a la mera observación, sino que, también, en alguna medida menor o mayor, sospecho que se dedica también a impulsar y desalentar -según convenga- las aspiraciones y posibilidades tanto de los aspirantes de casa como de los de enfrente -incluidas las dirigencias de los partidos opositores que sea necesario, se pueda y se dejen (como pasó con Alito, escogido por AMLO como el menor de los males frente a José Narro Robles, al que de plano le tuvo miedo de dirigir un partido opositor de a deveras)-.
Durante el lapso en que gobernó el anterior partido hegemónico, el PRI, el proceso de selección, evaluación y designación del candidato presidencial escogido por el presidente transcurría con discreción, moderación y eficiencia. En la primera -y en una de esas, (ojalá) la única- sucesión que le toque operar a un presidente del nuevo y actual partido hegemónico, MORENA, la operación política del presidente abandonó desde hace muchos meses la discreción y moderación (para convertirse en sucesivos actos anticipados de campaña), con el resultado de que la eficiencia puede desaparecer si es que el proceso se le va de las manos al presidente, otra manera de decir que todo indica que se le puede hacer bolas el barniz -por lo que sigo pensando todavía que a lo mejor un día de éstos se arrepiente y decide seguir sacrificándose por la patria y por sus “animalitos” (como cariñosamente se refiere a su electorado cautivo)-.
Los resultados recientes en las elecciones locales del Estado de México no por previsibles -dado que se trató a todas luces de una elección de Estado (cuyos detalles que voy reuniendo merecen un artículo exclusivo) en las que el primer operador electoral y jefe de campaña fue el propio presidente de la república-, tampoco son para asegurar el éxito en 2024 de este experimentado operador político por una sencilla razón: en tres (Montiel/Fox, Peña/Calderón y Del Mazo/AMLO) de las cuatro elecciones anteriores en el Estado de México el partido o coalición ganadora en la entidad perdió en la elección presidencial (Labastida, Madrazo y Meade) del año siguiente (solo Ávila ganó la gubernatura y Peña Nieto la presidencia siendo ambos del mismo partido).
Conocedor minucioso de la estadística electoral, inmediatamente después de los resultados del domingo 4 de junio, el presidente en funciones convocó a una reunión en el restaurante “El Mayor” -al que llegó caminando desde su palacio-, ubicado en República de Argentina # 15 esquina con Donceles, en los altos de la Librería Porrúa, en el centro histórico de la Ciudad de México; cena a la que asistieron los precandidatos presidenciales que él ha designado como tales y a los que coloquialmente -casi cariñosamente también- llama “corcholatas” -por aquello del destape-, así como los gobernadores surgidos de su partido político -menos uno que se reportó enfermo- y los dirigentes formales de éste; en total, él mismo declaró que fueron 29 cenadores pero sin dar a conocer el menú (sopa de tortilla, pechuga y agua de frutas).
Según el periódico “El País” -al día siguiente de tan fausto acontecimiento, según trascendió la noticia en redes sociales- en dicha cena el presidente estableció las reglas para definir la candidatura presidencial de su partido mediante encuesta -reglas confirmadas al día siguiente por el diario “Reforma”, pero cuidadosamente olvidadas de mencionar en las “mañaneras” correspondientes (tal vez porque su pecho no es bodega) y sin necesidad de que estén en los estatutos del partido gobernante (eso será después por si hace falta, un día de éstos)-: renuncia de los aspirantes a los cargos públicos que ahora ocupan (única regla que pudo imponer, dicen, Ebrard), mesa de negociación para acordar empresas encuestadoras y premios de consolación (los que lleguen en segundo y tercer lugar serán coordinadores legislativos y quien llegue en cuarto tendrá un lugar preferente en el gabinete) -pero solo para los cuatro que desde antes dijo el presidente, no crea usted que para cualquiera que desee anotarse (Noroña y Manuel Velasco mejor absténganse, no pierdan su tiempo ni el dinero de otros)-.
Por la otra parte, en su columna publicada el martes 6 de junio en el diario “El Universal”, el periodista Carlos Loret de Mola -periodista de investigación siempre bien informado por sus fuentes- dio a conocer los pormenores del procedimiento para la designación del candidato opositor supuestamente de unidad: una mezcla de firmas -un millón o un poquito menos (ya he sugerido en estas páginas digitales que con mil firmas es más que suficiente para ir luego a una elección, pero nadie me hace caso)-, encuesta, debate y encuesta, pero nada de elección interna -dizque porque sale muy cara y no hay padrón y tampoco hay ganas (por poquito y Ebrard se les adelanta, pero se salvaron los líderes opositores)-. Por su parte, el precandidato de MORENA, Marcelo Ebrard, ese martes por la tarde dio a conocer que renunciará al cargo y tuvo buen cuidado de no insistir en su propuesta de elección interna en el partido gobernante -un pequeño alboroto se armó de inmediato entre los demás que temen quedarse sin presupuesto para sus precampañas (bien decía el profesor: “político pobre, pobre político”)-. Pero para lo que por lo pronto sirvió fue para que la cargada a favor de la favorita del caudillo se soltara de inmediato.
Si se suman los votos que ganaron el domingo 4 de junio las dos coaliciones partidistas -escenario propio de una elección nacional- resulta que la diferencia a favor del partido gobernante es bastante modesta, casi la mitad de cien mil votos. A lo mejor este dato apresuró al presidente a invitar a cenar a sus operadores políticos que le ayudaron a ganar la elección en el Estado de México; a la cual sin duda le otorgó su preferencia operativa y demás recursos sobre la de Coahuila, donde los mal pensados dicen que se dejó ganar -es decir, que negoció su derrota a cambio de una victoria estratégica (lo que nuevos datos confirman)-, o será que de verdad se le hizo bolas el engrudo -por su aparente pleito con los partidos “satélite”, el PT y el Verde (obligados a retirar a sus candidatos a gobernador en Coahuila, aunque éstos, los candidatos, no se dejaron)-.
De cualquier forma, en el restaurant “El Mayor” esa noche quedó claro que el sistema político mexicano había dado un salto de regreso a 1929 y un poco después, pues el supuesto país de instituciones -más aún, el de la transición a la democracia (de la que tanto platico y escribo)- regresó al país de caudillos al ritmo de la 4T -don Plutarco ahora se llama Andrés Manuel-. Al menos los presidentes del anterior partido hegemónico como que cuidaban las formas (cuando podían), al grado de que Vargas Llosa le llamó “la dictadura perfecta”; y el secretario de Gobernación tenía el cuidado, como Jesús Reyes Heroles, de decir ingeniosamente para negar o mentir sobre cualquier intervención: “al partido, mi cuota y mi voto” (ahora, el secretario de Gobernación de la 4T asiste a sus actos de precampaña en aviones del glorioso Ejército Mexicano).
A juzgar por ambas elecciones locales del domingo 4 de junio, me parece que fueron más bien estos hechos -no necesariamente sus resultados- los que indujeron al caudillo a invitar a cenar a sus operadores para intentar un control de daños. Previsor como siempre ha sido este experimentado político profesional, la cena estuvo oportunamente programada de antemano pues se ganara o perdiera la elección en el Estado de México el llamado a cerrar filas era obligatorio -les digo que antes era más fácil: un día llegó don Fidel (Velazquez) acompañado de los demás dirigentes del movimiento obrero organizado a la oficina del secretario de Hacienda (JLP) para destaparlo, y hasta sucedió que la recepcionista no lo quería recibir porque no tenía cita; años después Salinas tuvo que destapar a Zedillo, en Los Pinos, con su célebre frase: “no se hagan bolas”-.
Hoy, los precandidatos del partido oficial ofrecen con absoluta convicción asegurar la continuidad de la “Cuarta Transformación de la República” -cualquier cosa que esto signifique, con tal de que no sea otro AIFA, otro Tren Maya y otra refinería)-. Como ya lo he señalado en anteriores colaboraciones, la 4T se limita (sin contar infinitas ocurrencias) a una tercera alternancia y a una renovación de la élite gobernante; por lo que el compromiso de las “corcholatas” es muy creíble, aunque habría que agregar varios rasgos igualmente ineludibles.
Por el lado opositor, hasta el momento la oferta electoral se materializa en un compromiso de gobierno de coalición -lo que no es poca cosa pero que por lo visto en el Estado de México entusiasmó bastante poco a los electores (habrá que ver lo que pase en Coahuila, una vez entre el nuevo gobierno local, donde ofrecieron lo mismo)-, así como en un programa de gobierno todavía por definir; aunque también de este otro lado hay varios rasgos igualmente ineludibles.
Sea que gane el candidato oficial o el opositor, el que sea -como ya lo he dicho antes- tendrá que levantar todo el tiradero que va dejando el gobierno federal actual. Desde luego que, desde mi perspectiva, el problema más grave y urgente de resolver -tal vez sea por mi edad y condición económica- será el de reconstruir el sistema de salud y ponerlo a funcionar de la manera más conveniente posible. Pero hay otros problemas igualmente serios, desde luego el de restablecer la seguridad pública -ahora que el Ejército de la 4T pone de moda el tiro de gracia (siempre que los rehenes estén debidamente esposados, como acaba de suceder en Nuevo Laredo, Tamaulipas y como ya lo reconoció hasta el presidente de la república, nada más un “ajusticiamiento”)- y rendir cuentas de su actuación (en una reunión reciente con legisladores la que otorgaba o negaba el uso de la palabra en casa ajena era la secretaria [federal] de Seguridad Ciudadana, para no rendir cuentas), pero igualmente importante será restablecer la confianza de las empresas extranjeras que invierten en México y la de los usureros extranjeros que le prestan dinero al gobierno para que funcione.
La lista del tiradero resulta interminable por la sencilla razón de que ese experimentado operador electoral que siempre nos ilustra decidió confiar la administración y gestión de los asuntos públicos a personas que tienen un noventa por ciento de lealtad -no sé a qué, aunque supongo a quién (¿Qué hora es? La que usted diga señor presidente)- y diez por ciento de capacidad administrativa. Así es que la oficina pública que usted elija o señale o escoja para ver cómo anda seguramente estará patas para arriba.
Aquí es donde está la gran oportunidad de un programa de gobierno oportuno y viable -de hecho, un programa de salvación nacional- que presente un candidato de unidad que, además, proponga un gobierno de coalición que termine definitivamente con el régimen político de presidencialismo autoritario, hegemónico y sin rendición de cuentas -al que se le pueden agregar otras características con que la 4T lo ha modernizado; como ocurrente, populista, improvisado, militarizado y lo demás que usted identifique, nada más póngase a pensar un poquito-.
El pequeño problema de los partidos de oposición es que ahorita tienen muchos otros grandes problemas en que ponerse de acuerdo, por ejemplo, en cómo y a quién designar o elegir candidato de unidad sin que se rompa su siempre frágil coalición -recientemente sometida al ciclón del Estado de México que desde luego todavía no termina-; no se diga las candidaturas a todos los demás cargos de elección popular que serán votados el año próximo. Naturalmente que lo que haga el gobierno de coalición en el Estado de Coahuila, reitero, será un buen indicador de hasta dónde podrán llegar a nivel federal en el remoto caso de que ganen la elección presidencial con su propuesta de gobierno de coalición. Bueno, a decir verdad, no es tan remoto, pues si se suman los votos obtenidos por ambos bandos el domingo 4 de junio en los dos estados -de México y Coahuila- la diferencia es bastante reducida como ya lo dije antes -54,349 votos-.
Así es que primero tienen que convencerse ellos mismos -los actuales dirigentes partidistas opositores- y convencer a quienes quieran ser candidatos a gobernador de que se comprometan a formar gobiernos locales de coalición. Como ya también lo dije antes, esto es algo que poco les interesa a los electores, pero que a quienes estudiamos el gobierno y los asuntos públicos sí nos interesa y mucho -sugiero a quien pueda interesar el tema leer mi libro “Técnica Legislativa, Control Parlamentario y Gobiernos de Coalición”, publicado por el Instituto Internacional del Derecho y del Estado y la Editorial Flores-. Pues de otra forma, igual que la 4T, sus opositores nos estarían ofreciendo más de lo mismo: un modelo presidencial autoritario sin brújula, ni control efectivo, ni rendición de cuentas, trasplantado a los gobiernos locales. Única forma de llegar a ejercer de manera democrática un gobierno surgido de elecciones auténticas -en un país donde las elecciones tradicionalmente han sido de a mentiritas (y ya vuelven a serlo gracias a la 4T) y los gobiernos autoritarios sin control democrático alguno cuando el presidente tiene mayoría en las cámaras-.
Desde luego que el problema o la apuesta o el reto de un gobierno de coalición no es sencillo, fundamentalmente por la falta de cultura política de los actores que protagonizan la lucha por el poder -no creo que todos los precandidatos presidenciales opositores estén sinceramente dispuestos a compartir el poder-; pero igualmente de la ciudadanía que ni idea tiene de lo que significa un gobierno de coalición y que define su intención de voto a partir de informaciones y datos irrelevantes -la forma de vestir del candidato, su buena presencia, su peinado o cosas por el estilo-; pero sin entrar al análisis de fondo de su perfil político y administrativo profesional, ni de su oferta de gobierno, ni si tiene antecedentes penales probados.
La diferencia entre las dos candidatas que compitieron en el Estado de México, por ejemplo, sencillamente es abismal; pero ganó la que con toda seguridad conducirá un pésimo gobierno que -como su campaña- dejará a cargo de sus operadores y padrinos políticos, como consecuencia de su reconocida falta de capacidad administrativa -sin contar sentencias del TEPJF en su contra (aunque de inmediato va a acudir ysq a su salvación con inversión pública, para terminar el tren a Toluca el año próximo, no crea usted que por motivos electorales de ese año)-. Si los electores hubiesen evaluado y comparado objetiva y detenidamente los perfiles profesionales de ambas candidatas, sin duda que la triunfadora hubiera sido la perdedora -y no hubiera podido asistir a la cena aquella en “El Mayor”, que oficialmente fue para festejarla-.
Pero habrá oportunidad y espacio en las semanas por venir -mientras todavía se pueda, no sea que el caudillo decida endurecer su actitud hacia la prensa libre que circula en la nube de internet- para abundar en los elementos a tener en cuenta por parte de un elector que intente estar informado sobre la carrera que ahora empieza en su esprint final para escoger, designar, destapar, “corcholatear”, sortear o elegir candidatos presidenciales en ambos bandos.
Ciudad de México, 10 de junio (no se olvida) de 2023.
Eduardo de Jesús Castellanos Hernández.
Profesor e Investigador. Doctor en Estudios Políticos (Francia) y doctor en Derecho (México). Posdoctorado en Control Parlamentario y Políticas Públicas (España) y en Regímenes Políticos Comparados (EUA). Autor de libros de Derecho Público, Privado y Social; Administración Pública y Ciencia Política; Derecho Electoral y Derecho Procesal Electoral; sus libros se encuentran en librerías, en Amazon y en Mercado Libre. Las recopilaciones de sus artículos semanales anuales están publicadas y a la venta en Amazon; la compilación más reciente aparece bajo el título “PURO CHORO MAREADOR. México en tiempos de la 4T” (disponible en Amazon).