Compartir

Jennifer JIMÉNEZ*

GUADALAJARA, JAL.- Que esa pintura que adorna nuestros rostros, volviéndonos en hermosos catrines, sea el recordatorio perfecto de la muerte y el renacimiento. No dejemos estos trazos solo para un momento de caracterización: usemos cada línea como un estandarte que portamos para anunciar nuestra propia muerte simbólica, nuestra transformación hacia ese ser que hemos decidido encarnar, ese ser diferente que nunca antes habíamos conocido.

Este noviembre, si has decidido vivir un proceso de auto-renovación, de transformación interior, de enterrar a tu versión antigua, entonces siéntete con la libertad de hacerle un altar a tu antiguo yo. Recuérdalo con cariño, con agradecimiento por haberte mostrado los caminos para volverte mejor para ti; por haberte puesto en situaciones que a veces no comprendías, pero que lograron construir un ser con mayor fortaleza, resiliencia, paciencia y templanza.

Honrar a nuestro pasado no es rendirle culto a lo que fuimos, sino reconocer el valor de haber sobrevivido a nosotros mismos. Es aceptar que cada error, cada pérdida y cada sombra fueron maestros necesarios en el arte de convertirnos en luz. Cada vez que una parte de nosotros muere, deja espacio para que algo más puro, más sabio y más auténtico florezca.

El Día de Muertos nos invita a mirar de frente la finitud, no con miedo, sino con reverencia. Porque comprender la muerte —ya sea la física o la simbólica— nos recuerda que la vida es un ciclo constante de comienzos y finales, de despedidas y reencuentros. Y en esa danza, descubrimos que morir no es desaparecer, sino volver a empezar con más conciencia.

Así que píntate el rostro, no solo por tradición, sino como un acto de poder personal. Declara frente al espejo: “He muerto a lo que ya no soy, y he renacido en lo que elijo ser.” Que cada color represente una emoción que ya perdonaste, una herida que ya cerró, un sueño que vuelve a latir.

Y cuando mires tu reflejo adornado de calaveras y flores, recuerda que lo que ves no es el fin, sino la promesa de un renacimiento eterno. Porque vivir, al final, es aprender a morir muchas veces… y seguir amando la vida.

Celebra tu transformación como un rito sagrado. Enciende una vela por lo que dejas atrás y otra por lo que está por venir. Cada llama representa un deseo, una intención, una promesa de no volver a negarte a ti misma. Que este noviembre no sea solo una fecha de nostalgia, sino un recordatorio luminoso de que cada alma tiene derecho a reinventarse, a renacer cuantas veces sean necesarias, hasta encontrarse con su verdad más pura.

 

 

*Escritora e instructora de meditación. Apasionada por los temas espirituales y de superación personal. He tomado diferentes estudios, diplomados y cursos que me han llevado a conocer y compartir lo que aprendo y experimento sobre el poder de nuestra mente y espíritu.

Tik Tok: JenifferJimenez_escritora

FB: Jeniffer Jimenez – Mentora & Escritora

IG: jenifferjimenez_escritora

Compartir