Grandes rivalidades, y los discursos de odio
Ana Margarita Salazar Velázquez
No se le puede dar la mano a quien permanece con el puño cerrado (Indira Gandhi)
En esta controversia de discurso de odio y discurso ofensivo que estamos viviendo, y donde pasamos de ser simples espectadores, a convertirnos en parte del equipo agresor, que ataca y desconoce a familia, amigos y vecinos que están a favor de una o de otra candidata, que no sea la que nosotros hemos elegido exaltar, debería existir una regulación de los discursos de odio pero sin que coarte el papel de la democracia que es de dar libertad a los ciudadanos de elegir libremente a sus representantes.
Estas elecciones están tan “calientes” que se debe prevenir posibles actos de violencia entre ciudadanos, que han olvidado que su “candidata”, muy seguramente ni sabe de su existencia, entonces estamos obligados a no olvidar la diferencia entre un discurso ofensivo y un discurso de odio
En una controversia vemos que unos y otros defienden sus argumentos con pasión y que atacan a sus oponentes, pero hay que cuidar de no llegar al discurso de odio, porque ese lleva a descalificar a la persona de su oponente atacando su dignidad y haciendo sentir y creer a sus seguidores que la destrucción de su rival es para el bienestar de la sociedad.
No olvidemos que el discurso de odio puede llevar al asesinato de líderes, como ocurrió con Luis Donaldo Colosio, en este momento es válido recordar que la enemistad no entiende de vínculos de sangre, tenemos a Isabel I Tudor y María Estuardo, que eran primas y aún así rodaron cabezas, o a principios del siglo 19 otra historia de rivalidad, estos solo coincidieron una vez en el campo de batalla en Waterloo, y hablo de Napoleón Bonaparte y el Duque de Wellington, los dos se esmeraron en fastidiarse, Wellington se acostó con 2 de las amantes de Napoleón y Napoleón dejó $10,000 francos en su herencia para un tipo que intentó asesinar a su enemigo, no podemos quedarnos sin mencionar la rivalidad de Nixon y Kennedy, Kennedy el que generaba las simpatías, que era abierto, que era empático, contra un Nixon sin sonrisa, y gris que no se tomaba en serio a su contrincante.
El impulso de odio y venganza de los grupos que conforman una corriente política, se activa cuando el dirigente de ese mismo grupo inicia discursos de odio y entonces vemos que ocurren estigmas como el descalificar a un candidato, o descalificar a las lideresas de derecha por ser santurronas, descalificamos a los campesinos por ser narcos, descalificamos al empresario por enriquecerse a costa de sus trabajadores, descalificamos a una candidata por un vínculo familiar con algún criminal, y arremetemos contra personas con preferencias sexuales distintas a las nuestras por ser depravados, los prietos o morenos por ser flojos, y así sigue un largo etcétera. Y en estos ataques y descalificativos hacia unos y otros, estamos perdiendo la oportunidad de que nuestros jóvenes participen en la política, porque los jóvenes están cansados de que los políticos están resultando iguales y no ven diferencia entre los progresistas y los conservadores.
¿Como prevenir las agresiones entre los grupos?, cuando el líder del país es el que mas discursos de odio hace.