Karla MARTINEZ DE AGUILAR
Fotografías: Team Media
Locación: Palenque El Rey Zapoteco
SANTIAGO MATATLÁN, OAX.- En Oaxaca, el mezcal no solo se produce: se respira, se celebra y se hereda. Entre los campos de maguey que pintan de verde los cerros y el humo que se eleva de los hornos de piedra, la vida de doña Juanita Escobar Bautista ha estado ligada desde siempre a esta tradición. Hoy, a sus 75 años, su historia es un testimonio de esfuerzo, amor y familia.
Desde niña conoció el valor del trabajo. La orfandad la llevó a crecer al lado de sus tíos, quienes se dedicaban al mezcal, y fue ahí donde aprendió a cargar leña, cuidar cántaros y acompañar cada paso del proceso de esta bebida. Lo que empezó como necesidad se convirtió con el tiempo en un camino de vida y en un legado que hoy comparten sus hijos y nietos.
Hablar de doña Juanita es hablar también de El Rey Zapoteco, la marca fundada en 1960 junto a su esposo, don Serafín Hernández Blas y ubicada en Carretera Internacional Km 49 s/n, 70440, en Santiago Matatlán, Oaxaca.
Pero más allá de la empresa cuya misión es generar valor social a través de la colaboración con la gente local para entregar productos de auténtica calidad que los distingue en el mercado nacional e internacional, ella representa el espíritu de una comunidad que ha sabido mantener viva una tradición.
Su voz serena y su ejemplo cotidiano recuerdan que el secreto del mezcal no está solo en su sabor, sino en la honestidad, el cariño y el respeto con que se elabora. Además, el mezcal siempre correrá por sus venas.
Doña Juanita, usted tiene 75 años de vida y una larga trayectoria en el mundo del mezcal. ¿Cómo comenzó esa relación con esta bebida?
En este pueblo la mayoría nos hemos dedicado al mezcal desde siempre. Aquí no hay ríos, ni sistemas de riego, y las lluvias son muy escasas. Antes se sembraba maíz, frijol o garbanzo, pero poco a poco esas cosechas se fueron perdiendo y lo único que resistió fue el maguey. Así fue como la tradición se quedó con nosotros.
Yo me quedé huérfana desde niña y crecí bajo el cuidado de mis tíos. Mi tío se dedicaba a hacer mezcal y lo llevaba a vender a los pueblos vecinos. Algunas veces me llevaba con él y yo lo ayudaba a cargar o a cuidar que todo estuviera en orden. Desde pequeña me involucré en los trabajos del palenque (es el lugar físico donde se produce artesanalmente el mezcal a partir del agave): recoger leña, juntar el carbón, vigilar que se llenaran los cántaros, en cosas sencillas, pero que me fueron enseñando a conocer cada parte del proceso. Nunca pensé que aquello sería mi vida entera, pero así fue.
Después, desde pequeños, involucré a mis nueve hijos quienes me ayudaban en el palenque haciendo tareas sencillas y ahora son quienes continuaran eventualmente el legado iniciado por su padre y por mí.
Desde que nos involucramos en el mezcal, siempre hemos buscado que nuestro producto sea de calidad para que quienes nos consuman se vuelvan nuestros clientes porque no nos interesa que nos compren solo una vez, sino hacer que regresen a llevarse el mismo buen sabor de boca con el que se fueron la primera vez.
En 1960 nace la marca El Rey Zapoteco, un nombre que hoy tiene reconocimiento en México y fuera de él. ¿Cómo fue ese inicio?
Mi esposo, Serafín Hernández Blas, empezó a trabajar solo, sin herencia ni apoyo. Él mismo buscaba a los compradores, porque al principio el mezcal se vendía únicamente a mayoreo a pie de carretera. La gente compraba en grandes cantidades para revender en los pueblos cercanos; en esos años todo era muy rústico, muy sencillo, pero los turistas no faltaban ni faltan a pesar de algunas adversidades que enfrentamos en el estado como los bloqueos que dificultan que los compradores vengan.
Yo me casé con él diez años después y juntos fuimos dando forma al sueño. Recuerdo que poco a poco empezamos a embotellar, algo que no se hacía en ese tiempo, y eso llamó la atención de los viajeros que pasaban por la carretera. Como nuestra casa y el palenque estaban cerca del camino, se detenían a comprar. Así fue creciendo, despacito, pero con constancia.
¿Cómo lograron que la tradición se convirtiera también en un legado familiar?
Yo siempre digo que mis hijos nacieron entre el humo del horno y el olor del maguey cocido. Desde muy pequeños aprendieron a sembrar, cortar, hornear, fermentar y destilar. Nunca fue una obligación, más bien lo fueron viviendo día con día, como parte de su vida.
Hoy la mayoría de mis hijos tienen un papel dentro de la empresa: unos se dedican al campo, otros a la producción, y algunos más a la comercialización. Algunos de mis nietos también están aprendiendo (tengo 20), y eso me llena de orgullo porque veo que el conocimiento no se perdió.
Yo digo que ellos sí son verdaderos maestros mezcaleros, porque conocen cada parte del proceso desde la raíz, y además lo hacen con cariño y con respeto.
Usted dice que el mezcal no es solo una bebida, sino algo mucho más profundo. ¿Qué significa para usted?
El mezcal forma parte de nuestra vida, de nuestra cultura y hasta de nuestra espiritualidad. No es para emborracharse, es para degustarlo, para compartirlo, para darle el respeto que se merece.
En nuestro pueblo está presente en todo: en los nacimientos, en las bodas, en las fiestas patronales, en las cosechas y hasta en los momentos de despedida cuando alguien parte de este mundo.
El mezcal acompaña la vida de la gente, y por eso no lo vemos solo como un producto, sino como algo sagrado.
¿Qué ha representado para usted este trabajo a lo largo de su vida?
Para mí significa orgullo y gratitud. Orgullo por mi esposo, que tuvo la visión de fundar esta empresa desde cero, y por mis hijos, que han sabido continuar el camino. Gratitud porque gracias al mezcal hemos salido adelante, hemos tenido la oportunidad de dar empleo a otras familias del pueblo y de llevar nuestro producto a otras partes del mundo, aunque sea en cantidades pequeñas.
Yo no me veo en otro lugar ni haciendo otra cosa. El mezcal ha sido mi vida y la de mi familia. Es un trabajo noble que le ha dado de comer a mucha gente incluyendo a mi familia. Y tenemos la oportunidad de compartir el producto de lo que hacemos con toda la gente que nos visita dándoles tours para que comprendan todo el proceso que conlleva hacer mezcal.
Por otro lado, todo el trabajo que realicé con mucho empeño durante mi vida, me ha permitido darme mis escapadas fuera de México –motivada por mis hijos- como lo fue irme a Europa hace dos años, poder visitar a unos amigos y ver en dónde está el mezcal que mandamos a Berlín; hace un año, fui a Estados Unidos y aunque no tengo planeado otro viaje por el momento, estoy segura que mis hijos van a querer llevarme a otras partes para que conozca y disfrute lo que ya coseché.
¿Cómo se describe usted como mujer?
Como una mujer trabajadora, luchadora. La necesidad me obligó a salir adelante desde niña. No tuve una vida fácil, pero siempre quise superarme y no quedarme estancada. Siempre supe que superarme dependía solo de mí.
Ahora ya no hago trabajos pesados, solo superviso, pero sigo activa porque siento que el trabajo me mantiene viva. No me imagino estar de brazos cruzados, yo necesito estar en movimiento, aunque sea revisando o dando consejos.
Estoy orgullosa de lo que hemos logrado y me siento halagada por los diversos reconocimientos que he recibido como fue el último recibido en la pasada Feria del Mezcal donde yo, como otros, fuimos pioneros en el mercado.
Mucha gente no lo sabe, pero mi esposo junto con un hermano mío llamado Crecencio Escobar Bautista, fueron fundadores de esta feria que busca promover esta bebida ancestral a nivel local, nivel nacional e internacional, a través de diferentes tipos de mezcal para que conozcan la cultura que rodea esta bebida.
Le agradezco al gobierno por reconocerlos como parte de los precursores de este evento.
¿Se considera maestra mezcalera?
Yo no me llamo así, pero sí conozco todo el proceso porque desde hace años me involucré en ello. Los años de experiencia me enseñaron lo que sé. Creo que los libros son buenos, pero la práctica es lo que realmente te forma. Es como en la cocina: puedes tener la receta, pero si no la haces una y otra vez, no te sale igual.
Siempre que recibimos la visita de estudiantes, les comento lo anterior y además que siempre será bueno poner en práctica lo que les enseñan porque como mencioné, las cosas cambian; asimismo, tienen que tener claro que al mezcal se le respeta porque se utiliza para varias ceremonias y festividades como para celebrar una nacimiento, un fallecimiento, una mayordomía, etc.
Mi mezcal preferido es el espadín porque fue el primero que conocí y le agarré el gusto aunque he probado la diversidad de agaves que producimos; tenemos desde añejos de cinco años hasta de 20, mezcales abocados con gusano de maguey, uno de cedrón y otro de poleo.
Por otro lado, me alegra saber que el mezcal ya no se ve como un producto barato que se ha posicionado en el gusto de muchas personas, tanto es así que, por ejemplo, nosotros exportamos a Estados Unidos, Alemania, Francia y otros países de la Unión Europea.
Las cantidades que mandamos hacia esos países son pocas porque somos gente que cumple lo que promete y por ello, nunca decimos alguna cifra que no podamos enviar.
¿Qué enseñanza quiere dejar a sus hijos y nietos?
Que cuiden siempre la calidad, que trabajen con amor y sean honestos. Yo siempre les digo que no se trata de vender una vez, sino de mantener clientes de por vida. Si uno es recto y honrado, Dios bendice.
También quiero que recuerden que no es suficiente con hacer buen mezcal; hay que valorar a la gente que siembra, que corta, que carga, porque sin ellos nada sería posible. El campo es el corazón de todo esto.
Quiero que nunca dejen de agradecerle a Dios -como yo lo hago- porque puso a mi esposo, su padre, en este camino. También les agradezco y me siento muy orgullosa de nuestros trabajadores porque se han puesto la camiseta y ellos han hecho posible que El Rey Zapoteco siga produciéndose.
Asimismo, deseo que mis hijos continúen con este trabajo cuando ya no esté y que así continúe la tradición siempre respetando la decisión de cada uno de ellos porque entiendo que no a todos les apasiona esta profesión. Y para ambos deseo que les vaya muy bien en lo que decidan hacer y yo le agradezco a Dios porque no tuvieron que pasar por las carencias a las que yo me enfrenté.
Igualmente, me gustaría que me recordaran con cariño porque sería muy triste que me olvidaran; que valoren lo que tenemos y a las personas que forman parte de este negocio; que no dejen de trabajar porque su padre les enseño a hacerlo (fue muy estricto con ellos).
Finalmente, ¿qué mensaje le gustaría compartir con quienes lean su historia?
Que cualquier trabajo, sea en el campo, en la cocina o en un palenque, se haga con cariño y con respeto. Que valoremos al campesino, porque gracias a él tenemos alimento en la mesa. Y que aprendamos a vivir de manera sencilla, con gratitud hacia Dios y hacia la vida.