¿ENCUESTA O ELECCIÓN?
Eduardo de Jesús Castellanos Hernández
Ya he explicado varias veces en estas páginas digitales las razones por las cuales en nuestro país -fuese monarquía o república, y ésta fuese federal o unitaria- siempre ha habido elecciones y siempre o la mayoría de las veces esas elecciones han sido de a mentiritas; para que no se oiga feo digamos que más bien han sido testimoniales, pero no efectivas, no auténticas.
Finalmente, un buen día -hace poco todavía-, las elecciones empezaron a ser de a deveras y esto permitió que un dirigente político opositor de izquierda llegara a ser jefe de Gobierno del entonces Distrito Federal; bolsa presupuestal que hasta la fecha ha hecho posible que los partidos políticos que se dicen de izquierda gobiernen la ahora llamada Ciudad de México, sea que el presidente de la república fuese del PRI o del PAN o de MORENA.
A nivel federal, poco después de esa primera elección popular directa en el Distrito Federal hoy CDMX, un buen día de manera pacífica el presidente surgido del PRI, Ernesto Zedillo, le pasó la banda presidencial al candidato ganador del PAN -Vicente Fox- y, luego de dos presidentes del PAN -Vicente Fox y Felipe Calderón-, el segundo presidente del PAN le entregó la banda a un candidato ganador de nuevo del PRI, Enrique Peña Nieto, y éste a uno de MORENA, Andrés Manuel López Obrador.
Para la mayor parte de los electores menores de treinta años -si es que están enterados de estos datos- esto no tiene nada de extraño y eso de las elecciones ahora y hasta ahora auténticas les parece la cosa más normal del mundo. Lo que seguramente no saben -al menos con detalle- es que esto no sucedía antes, puesto que las elecciones eran organizadas por el gobierno y los mecanismos para declarar legalmente válidas las elecciones y declarar ganador eran totalmente diferentes pues era el mismo gobierno el que declaraba triunfador; por lo que, entre otras características técnicas, por ejemplo, el presidente en funciones designaba a su sucesor -aunque hubiese elecciones, pues eran de a mentiritas-.
Eso de dejar el poder por la vía electoral, que hubiese alternancia partidista en los cargos públicos de elección popular, era impensable. Hasta decían algunos aguerridos priistas de entonces que por las armas (la guerra civil llamada oficialmente Revolución Mexicana de 1910) habían llegado al poder (lo que tampoco era cierto porque el presidente Francisco I. Madero llegó al poder por la vía electoral, aunque fue asesinado por un golpe de Estado militar) y que solo por las armas lo dejarían. Nada que ver con lo que sucede ahora, ya que van tres alternancias en la presidencia de la república y todo indica que puede venir la cuarta -el que sabe mejor esto es el presidente en funciones, por lo que está a tiempo completo dedicado a impedirlo-.
Por lo mismo, los electores jóvenes de hoy en su gran mayoría no se pueden dar cuenta de que esos cambios que observamos quienes llevamos el tiempo que ellos tienen de vida estudiando estos procesos electorales y el andamiaje que los sustenta, si no damos el grito de alerta sobre lo que ahora sucede en ambos bandos en pugna por el poder presidencial y la mayoría legislativa federal, tranquilamente podrán ser anulados para regresar a lo que sucedía antes. Y, al mismo tiempo, tampoco podremos avanzar hacia procesos democráticos auténticos al interior de los partidos políticos, este gran pendiente de la transición democrática mexicana.
El asunto de la democracia electoral al interior de los partidos políticos mexicanos es un problema nunca resuelto o, dicho de otra forma -salvo contadas excepciones que no fructificaron de manera generalizada, institucional, normal o como usted les quiera llamar- nunca ha habido democracia interna en los partidos políticos mexicanos, nacionales y locales. Peor aún, nunca habrá una democracia nacional auténtica sin democracia interna en los partidos políticos nacionales y locales. Eso de las encuestas es pura vacilada para darle atole con el dedo a los militantes, simpatizantes y gente ajena al partido, sea que las organicen el partido gobernante o sus opositores.
Es que -tanto a unos como a otros dirigentes partidistas- la ley de hierro de la oligarquía propuesta por Robert Michels (no deje de consultar esta ley en su teléfono celular) siempre les ha venido como anillo al dedo, en otras palabras, que les ha funcionado como relojito; porque -salvo contadas excepciones, insisto (una golondrina no hace verano)- las élites dirigentes son las que han dirigido y decidido en el partido de que se trate sin que haya habido necesidad que los militantes intervengan de la única manera en que sucede en sociedades y partidos políticos democráticos, votando; aunque sea solo para elegir a los que podrán decidir con la carta poder en blanco que les entregamos los ciudadanos electores, -pues las constituciones juiciosamente prohíben el mandato imperativo-.
Desde luego que el objetivo u objetivos de la autodenominada Cuarta Transformación de la República tan difíciles de identificar en lo que se refiere a procesos administrativos públicos y decisiones estratégicas de cambio estructural que resuelvan los grandes problemas nacionales, son muy sencillos de identificar en materia política: una centralización y empoderamiento mayores del poder presidencial -militarización de apoyo incluida-, ampliar las posibilidades de la permanencia en el poder de la nueva y actual élite gobernante -aunque algunos sean los mismos, pero con un nuevo discurso legitimador según ellos-, y nada que ver con el fortalecimiento de la división de poderes, el control de la constitucionalidad y el conjunto de valores, principios, reglas y procedimientos propios de la democracia liberal.
Obviamente el líder del partido político gobernante llamado Movimiento Regeneración Nacional es un excelente comunicador y estratega para la movilización y manipulación política del electorado; pero si de algo no se le puede acusar ni cabe la menor sospecha es que sea un demócrata, desde que desfondó el partido que lo impulsó y que le quitó a su fundador, y fundó el propio, pero sobre todo una vez que asumió el poder presidencial. Pues ha hecho todo lo posible a su alcance para desconfigurar las instituciones electorales que permitieron la alternancia política a que me he referido -y que le permitieron ganar la presidencia, la mayoría en ambas cámaras federales y 23 ejecutivos locales hasta el momento-, es decir, todo eso que se le llama la transición mexicana a la democracia.
La mejor prueba de que la democracia electoral -y desde luego, también la democracia partidista interna- no le interesa gran cosa -aunque naturalmente no es el único dirigente político con esta característica- es que en cuanto pudo estableció al interior de su partido las famosas encuestas para decidir sobre la designación de candidatos a cargos de elección popular -una manera de ocultar el “dedazo” del sistema priista sustentado en los candidatos de unidad-.
Hasta ahora este asunto le había resultado muy bien a nuestro presidente de la 4T para la designación de candidatos a gobernadores y otros cargos de elección popular. Pero, ahora que ha tenido que resolver sobre su propia sucesión, pues resulta que el procedimiento que no estaba regulado en ninguna parte tuvo que ser regulado, aunque con las reglas que él mismo señaló en la cena a que me referí en mi artículo anterior.
Unos días después el procedimiento quedó debidamente formalizado por el Consejo Nacional, órgano del partido MORENA; pero sin que ninguno de los nuevos procedimientos y figuras tan innovadores como antidemocráticos estén previstos en sus estatutos que supuestamente revisa y autoriza el INE -además que éste para nada podrá intervenir para exigir por lo menos rendición de cuentas del dineral empleado en los recorridos que harán las “corcholatas” en busca de convertirse alguno de ellos en coordinador de la defensa de la transformación (en serio, así le dicen ahora a la búsqueda de la candidatura presidencial del partido gobernante)-, según ellos dicen que va a suceder.
Como ya lo he explicado antes en estas páginas digitales, sucede que el presidente de la república violando la Constitución y las leyes electorales adelantó su propia sucesión, señaló precandidatos a los que llamó “corcholatas” y fijó la regla de una encuesta desde hace más de un año, pues la ley prohíbe los actos anticipados de campaña y precampaña. Así es que el domingo pasado, las reglas que fijó el presidente en la cena en el restaurante “El Mayor” fueron adoptadas al interior de su partido para permitir el triunfo de la “corcholata” favorita del señor presidente -como lo prueba el reciente acarreo de varios miles de personas en el Monumento a la Revolución el jueves pasado, donde les informó que se separaba del cargo (fue la única “corcholata” que se dio el lujo de llenar con autobuses de gentes “transportadas” varias calles del centro de la CDMX)-. Pero precisamente por todo esto es que pueden o van a continuar los problemas que el presidente quiso detener con la regulación de la encuesta, nada más es cosa de esperar.
Hasta ahora todos los intentos de ejercicios de democracia interna partidista han terminado en pleito y divisiones internas. Así es que como era de esperarse el asunto éste de la encuesta de MORENA para destapar al tapado -o a la tapada-, aunque nada tiene de democrático ni de consensuado (sobre todo, en la cuestión de los dineros), ya empezó a causar reclamos internos.
Circula en redes un video en el que la exjefa de Gobierno de la Ciudad de México –“corcholata” favorita según todos dicen, a juzgar por la cargada de gobernadores (cargados de dinero) a su favor (de algún lado habrá salido el dinero para el acarreo)- le reclama airadamente al gobernador de Sonora y presidente del Consejo Nacional de MORENA que la hayan insultado a su entrada al salón con los gritos aberrantes e indignantes (para ella) de “piso parejo”. Fiel a sí misma, -pues al igual que su sucesor en ese cargo (aunque de hecho miembro de un triunvirato para gobernar la CDMX) viene del porrismo universitario de izquierda, pero porrismo al fin y al cabo- el reclamo fue con palabras soeces que apenas se alcanzan a escuchar en el audio del video, pero que columnistas informados reprodujeron en sus notas periodísticas los días posteriores.
Para tranquilidad y fortuna de nuestro presidente de la república y de los dirigentes formales del partido gobernante, casualmente la nueva presidenta del INE -que ya llevó a sus colegas consejeros a desayunar o a comer con el presidente a su palacio (quien generosamente anunció nuevos recursos presupuestales para el INE)-, antes de ocupar este cargo era la presidenta del instituto electoral de Sonora -ahora llamados OPLE’S-, casualmente otra vez el estado donde es gobernador el presidente del Consejo Nacional de MORENA.
Así es que para nada podrán preocuparse de que el Consejo General del INE le pueda sacar una tarjeta amarilla al presidente por ser ahora coordinador de campaña de sus “corcholatas”, ni de que anden organizando actos anticipados de campaña aunque le pongan otro nombre; menos todavía una tarjeta roja, es decir, que anulen el registro como candidato presidencial de la “corcholata” ganadora de la encuesta -¿cuándo se ha visto o se podrá ver en México una cosas de estas?-. Esto explica que los partidos opositores no tengan tanta prisa, por lo que mejor ya empiezan a disparar sus impugnaciones para lograr en su momento la anulación del registro de la “corcholata” ganadora de la flamante encuesta, a ver si pegan.
Como de cualquier forma ya se empezó a animar el debate al interior de los partidos opositores y de sus organizaciones oficiales de la sociedad civil respecto a la forma de ungir a su candidato o candidata a la presidencia de la república, después de referirme a esa cuestión de las ideologías políticas en un siguiente artículo, me propongo aterrizar luego en las dificultades que estos aprendices de demócratas ahora enfrentan. Pero sostengo, desde luego, que eso de designar candidatos mediante encuesta es pura vacilada y dar atole con el dedo a quien se deje.
Ciudad de México, 17 de junio de 2023.
Eduardo de Jesús Castellanos Hernández.
Profesor e Investigador. Doctor en Estudios Políticos (Francia) y doctor en Derecho (México). Posdoctorado en Control Parlamentario y Políticas Públicas (España) y en Regímenes Políticos Comparados (EUA). Autor de libros de Derecho Público, Privado y Social; Administración Pública y Ciencia Política; Derecho Electoral y Derecho Procesal Electoral; sus libros se encuentran en librerías, en Amazon y en Mercado Libre. Las recopilaciones de sus artículos semanales anuales están publicadas y a la venta en Amazon; la compilación más reciente aparece bajo el título “PURO CHORO MAREADOR. México en tiempos de la 4T” (disponible en Amazon).