Un México en transformación: avances sociales, estabilidad económica y esperanza compartida, con los retos de siempre, pero con un rumbo más cercano al pueblo
Alexandra MARTÍNEZ DE AGUILAR
Un año con rumbo y corazón no es un año perfecto. Hay tropiezos, desafíos que duelen, esperas que se alargan, pero también hay heridas que comienzan a sanar, sueños que antes parecían lejanos y ahora se sienten al alcance.
Este Primer Informe de Gobierno de Claudia Sheinbaum Pardo deja claro que cuando el gobierno está del lado de la gente, cuando escucha, cuando actúa con honestidad y cuando prioriza la dignidad humana, los cambios suceden.
El rostro humano del cambio no es solo un lema. Son las mujeres que ahora reciben una pensión, los niños que vuelven a la escuela, las familias que acceden a alimentos, las comunidades que pudieran respirar aire menos contaminado, los ciudadanos que sienten que su vida importa.
Hay que celebrar lo logrado, reconocer lo pendiente y continuar contribuyendo al trabajo colectivo sin descanso porque esta transformación -como la planteó Sheinbaum- solo puede ser verdadera si todos y todas somos parte.
Si cada vez más mexicanas y mexicanos sienten que su país les pertenece, que sus voces cuentan, que su presente es valioso y que el futuro puede ser mejor, la polarización será menor y la construcción de un entorno más competitivo, justo y que pueda responder a los desafíos que se presentan, se concretará en menos tiempo.
A doce meses después de asumir el cargo como la primera presidenta de México, presentó los resultados ante una nación que la mira con esperanza y con la exigencia legítima de resultados que buscan informar que el país está en marcha para brindarle más y mejores oportunidades a todos.
Su voz, serena, pero firme, recorrió los temas que marcan el pulso del país: bienestar social, seguridad, economía, igualdad, medio ambiente y relaciones internacionales, los cuales estructuró en cuatro ejes que reflejan las prioridades de esta nueva etapa de gobierno siendo el primero Un Gobierno del Pueblo, para el Pueblo y con el Pueblo; el segundo, ejes que reflejan las prioridades de esta nueva etapa de gobierno; el tercero, Prosperidad Compartida; y el cuarto, Desarrollo Sustentable.
En cada palabra hubo una constante: la convicción que gobernar es servir y que México no puede entenderse sin su gente, sin esa fuerza colectiva que sostiene al país día tras día.
Durante este primer año, la mandataria ha repetido una idea sencilla, pero poderosa de “gobernar con el pueblo y para el pueblo” y lo cierto es que muchas de las acciones emprendidas reflejan esa cercanía. No se trata de cifras frías, sino de historias reales detrás de cada avance, de familias que logran mejorar su estabilidad de forma integral; de mujeres (mayores que, por primera vez, tienen una pensión; de niñas y niños que siguen estudiando gracias a una beca; de comunidades que ven llegar la electricidad o el agua después de años de espera de personas adultas, mayores y con discapacidad que son atendidas y atendidos por profesionales de la salud; de personas que ahora tienen el acceso a una vivienda adecuada.
Según datos del INEGI, la pobreza en México ha disminuido al 29.6 % de la población en 2024, la tasa más baja en toda la historia desde que se mide este indicador, lo que equivale a unos 38.5 millones de personas. Esto significa que 13.4 millones de mexicanas y mexicanos han salido de la pobreza en los últimos años y en cuanto a la pobreza extrema, está se redujo casi a la mitad, de 11 % a 5.3 % (1.7 millones de mexicanas y mexicanos).
Son números que, más allá del tecnicismo, representan vidas que cambian, mesas que vuelven a tener comida, esperanzas que dejan de ser abstractas.
Estos avances no son casualidad: responden a una política social que buscan llegar a quienes históricamente quedaron fuera y que fueron iniciados por el presidente López Obrador sumándose ahora la Pensión Mujeres Bienestar, Beca Rita Cetina y el programa Salud Casa por Casa. Dichos programas son hoy pilares de una red de apoyo social que intenta romper con la desigualdad estructural que se ha expresado en la frase que ha resonado en plazas y comunidades: “no se trata de dádivas, sino de derechos”.
El coeficiente de Gini, indicador de desigualdad en el ingreso, pasó de 0.426 a 0.391, ubicando a México entre los países que más redujeron su brecha social en la región. No es un cambio menor; significa que los extremos comienzan a encontrarse en un punto más justo. Además, al 31 de julio de 2025, se tienen registrados 23,591,691 puestos de trabajo ante el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), que es el registro más alto de empleo de toda la historia.
Sin embargo, el propio gobierno reconoce que aún hay mucho por hacer para cerrar con las brechas territoriales que aún persisten en el norte y el sur. Las comunidades indígenas siguen enfrentando rezagos en salud, educación e infraestructura, pero los nuevos hospitales regionales, el abasto de medicamentos y los programas de médicos especialistas en zonas rurales comienzan a modificar esa realidad paso a paso.
En materia de seguridad, Sheinbaum abordó el tema con sobriedad, sin triunfalismos, pero mostrando resultados. Según datos oficiales, los homicidios dolosos se redujeron en 25.5 % respecto al periodo equivalente anterior así como los delitos de alto impacto en 20 % y los feminicidios un 34 % gracias a una estrategia basada en prevención, fortalecimiento de la Guardia Nacional, inteligencia y coordinación institucional. Son números alentadores, aunque la presidenta fue clara al reconocer que la percepción de inseguridad sigue existiendo, pero con la política de construcción de la paz del país se busca cerrar esa brecha en la que se busca brindar oportunidades, educación y justicia.
La economía mexicana, mientras tanto, ha mostrado signos de solidez. La inversión extranjera directa alcanzó niveles históricos en el primer semestre con más de 36 mil millones de dólares, y empresas tecnológicas y manufactureras han anunciado proyectos multimillonarios.
El crecimiento económico ha ido acompañado de una inflación controlada y de estabilidad fiscal, lo que ha permitido mantener políticas sociales sin recurrir a endeudamiento excesivo. Pero el reto está en los hogares: muchas familias aún sienten que el dinero no alcanza, que los precios suben más rápido que los sueldos. Es el dilema de cualquier economía en transición: los números avanzan antes que las percepciones.
En salud, se ha buscado consolidar un sistema verdaderamente universal. El IMSS-Bienestar ya opera en la mayoría de los estados, y se han incorporado miles de médicos y enfermeras a zonas rurales con 42 millones de personas atendidas y decenas de hospitales y clínicas inauguradas en menos de un año.
El abasto de medicamentos alcanzó cifras récord en distribución, aunque aún existen carencias en hospitales locales y centros comunitarios. Sheinbaum lo dijo sin rodeos: “No estamos satisfechos; falta por hacer. Pero hoy la salud pública está más cerca del pueblo que hace un año”.
La educación también ha sido prioridad. Con la Nueva Escuela Mexicana y más de 13 millones de estudiantes becados, el país avanza hacia un modelo educativo humanista y participativo. Se construyen nuevas universidades y preparatorias en todo México, consolidando el acceso a la educación como un derecho, no un privilegio. Cada beca, cada escuela rehabilitada, es una inversión en el futuro del país.
En materia de igualdad de género, el gobierno ha colocado la agenda feminista como eje transversal; el informe resalta un aspecto profundamente simbólico: “Es tiempo de mujeres”.
Por primera vez, México cuenta con una presidenta que impulsa políticas de igualdad desde el poder, no como discurso, sino como práctica cotidiana comenzando por tener un gabinete paritario no solo en número, sino en funciones sustantivas. La creación de la Secretaría de las Mujeres, la Cartilla de Derechos de las Mujeres y los Centros LIBRE reflejan una agenda comprometida con cerrar brechas históricas y garantizar una vida libre de violencias
El medio ambiente ocupa un lugar relevante en la visión de gobierno. La transición energética avanza con proyectos solares en Sonora, eólicos en el Istmo y políticas para reducir emisiones industriales. La presidenta ha insistido en que “la justicia ambiental es justicia social”, y que cuidar la tierra es también cuidar a quienes la habitan. Los programas de reforestación y manejo de cuencas buscan mitigar los efectos del cambio climático que ya se sienten en sequías, incendios y huracanes más intensos. Además, en el campo, la política de Soberanía Alimentaria apoya a millones de productores con programas de fertilizantes, crédito y precios justos, garantizando que la comida llegue a todas las mesas sin intermediarios ni abusos.
México, además, ha reforzado su papel internacional. En foros globales, Sheinbaum ha defendido el derecho al desarrollo sostenible y a la soberanía de los pueblos. Ha planteado que México debe ser un actor solidario, promotor de la paz y del diálogo multilateral. La política exterior se ha enfocado en cooperación para el desarrollo, protección de migrantes y alianzas para la inversión verde.
No obstante, la presidenta ha reconocido los retos pendientes: la inseguridad cotidiana que aún pesa en barrios y carreteras; los servicios públicos que no alcanzan en zonas apartadas; la burocracia que retrasa apoyos; la urgencia de garantizar más oportunidades para jóvenes y mujeres. Nadie puede negar que las desigualdades persisten, pero hay una diferencia importante: hoy se habla de ellas con franqueza, y se enfrentan con políticas tangibles.
A lo largo de este primer año, el estilo de Sheinbaum ha dejado ver un liderazgo distinto: cercano, técnico, pero profundamente humano. Su formación científica se combina con una visión empática. No es una presidenta de frases rimbombantes, sino de trabajo silencioso y resultados medibles. Quienes la han visto recorrer hospitales, mercados o comunidades coinciden en algo: escucha más de lo que habla.
Esa manera de gobernar -desde la serenidad, la constancia y el contacto directo- ha marcado una diferencia. “El pueblo manda” no es solo una consigna, sino una brújula política que define sus decisiones.
Los logros del primer año se pueden resumir en hechos: reducción de la pobreza, disminución de homicidios, estabilidad económica, crecimiento del empleo formal, políticas de igualdad y expansión de programas sociales. Pero también se resumen en algo más intangible: la sensación que México camina con rumbo, con esperanza, con humanidad.
Quedan enormes desafíos, sí, pero también una certeza: la transformación no es promesa lejana, sino proceso en marcha.
En el fondo, este primer informe no habla solo de política o de programas. Habla de un país que sigue creyendo, que no se rinde. Habla de nosotras y nosotros, de las y los mexicanos que, con todo y cansancio, seguimos levantando la voz, sembrando esperanza, construyendo futuro. Porque un país con rumbo y corazón no se mide por la perfección de sus logros, sino por la fuerza de su gente. Y esa fuerza, hoy, está más viva que nunca.