Penélope MARTÍNEZ CAMPOS*
SANTIAGO DE QUERÉTARO, QRTO.- Vivimos en una sociedad que nos exige ser exitosas en nuestras carreras, ser madres perfectas, mantener una imagen impecable y, sobre todo, ser capaces de hacerlo todo. Esta presión por alcanzar una perfección irreal nos desconecta de lo que realmente importa: nuestro bienestar, nuestra autenticidad y la posibilidad de vivir a nuestro propio ritmo. ¿Qué pasaría si, en lugar de perseguir un ideal imposible, nos permitiéramos abrazar nuestras imperfecciones y descubrir el poder de ser simplemente nosotras mismas?
El mundo digital y la mercadotecnia ejercen una influencia fundamental en la presión constante que nos empuja a mostrar una imagen de perfección, en la que las redes sociales se han convertido en una plataforma que refuerza la idea de que debemos ser mujeres que lo tienen todo bajo control: desde nuestros cuerpos hasta nuestras vidas profesionales y familiares. Esta imagen idealizada no sólo genera inseguridades, culpa y frustración, sino que también nos empuja a consumir productos que prometen solucionar nuestra insatisfacción, alejándonos de lo que realmente somos. Según un informe del McKinsey Global Institute, estas expectativas limitan las oportunidades profesionales al sobrecargarnos con responsabilidades familiares y domésticas, creando una barrera invisible que afecta nuestro bienestar emocional y capacidad para avanzar.
En este escenario, es indispensable liberarnos de la falsa necesidad de demostrar que podemos con todo, en una cultura de productividad y presión constante por aparentar estar siempre ocupadas, cuando la realidad es que nadie puede hacerlo todo a la perfección –y eso está bien. Estudios del McKinsey Global Institute y Boston Consulting Group han demostrado que las mujeres que priorizan su bienestar emocional y físico avanzan de manera saludable, sin quedar atrapadas en expectativas externas que sólo generan estrés, permitiéndonos recuperar el control de nuestras vidas.
Es importante ser realistas con nuestras metas y sueños para liberarnos de la presión de alcanzar la perfección, ya que no se trata de renunciar a nuestras aspiraciones, sino de aceptar que no todo se puede lograr al mismo tiempo ni de la misma manera que lo hacen los demás. Definir nuestras prioridades y centrar nuestros esfuerzos en lo que realmente nos inspira nos permite vivir de forma más auténtica y menos sobrecargada, sin la necesidad de demostrarle al mundo nuestra capacidad para ser perfectas. Lo esencial es tener claridad sobre lo que queremos lograr y darnos permiso para ir tras ello sin sentirnos culpables por anteponer nuestros intereses, reconociendo que este proceso no siempre es sencillo, pues las ideologías, los patrones y las conductas impuestas están profundamente arraigados, lo que puede hacer que enfrentarlos por nuestra cuenta resulte abrumador. Un terapeuta especializado en salud mental puede acompañarnos, proporcionándonos herramientas efectivas para comprender y manejar las cargas emocionales y cognitivas que llevamos, y guiarnos hacia la autocompasión y la sanación.
Esta práctica de la autocompasión implica aceptar que no todo debe recaer en nosotras; la carga mental que asumimos a menudo proviene del miedo a no cumplir con las expectativas ajenas, pero debemos entender que no hay nada de malo en decir “no” a lo que no nos interesa o en delegar responsabilidades. La verdadera fortaleza reside en darnos el permiso para ser humanas, cuidar de nosotras mismas y aceptar que no podemos ni debemos hacerlo todo. Al liberarnos de esa carga, aliviamos nuestra mente y nos abrimos a alcanzar nuestras metas de forma mucho más realista y saludable.
Priorizar nuestro bienestar no es egoísmo, es una declaración de poder. Al atendernos y abrazar nuestra autenticidad, rompemos las cadenas de las expectativas impuestas y despertamos la fuerza para enfrentar el mundo con decisión. Liberarnos de la necesidad de complacer a los demás transforma la lucha diaria en un acto de empoderamiento, y al cuidarnos a nosotras mismas, cuidamos mejor de quienes nos rodean y disfrutamos más de lo que amamos. Este compromiso con nosotras mismas es la llave para vivir sin máscaras y ejercer nuestro verdadero poder.
*Bióloga egresada de la Facultad de Ciencias de la UNAM con maestría en Neurobiología y candidata a doctor en Ciencias Biomédicas. Por muchos años ha sido profesora y ha colaborado en diversos programas de divulgación científica. Sociedad de Científicos Anónimos Querétaro
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