Declinar o competir
PROCESOS INTERNOS Y GOBIERNO DE COALICIÓ
Dr. Eduardo de Jesús Castellanos Hernández
En la República Mexicana los habitantes y los ciudadanos presenciamos una competencia electoral por la presidencia de la República completamente inédita, entre otras razones, por la falta de principios y reglas constitucionales y legales para asegurar que dicha confrontación se lleve a cabo con certeza y seguridad jurídicas. Se trata de una sucesión presidencial adelantada por el propio presidente de la República, fundador de un nuevo partido político que gracias a su liderazgo carismático y habilidad política de manera vertiginosa se convirtió en un partido político dominante y está a punto de convertirse en un nuevo partido hegemónico o que para efectos prácticos ya lo es.
Cualquier lector fuera de la República Mexicana se asombrará al leer el párrafo anterior y hasta podría suponer que estoy mintiendo, o que dicho párrafo corresponde a una novela latinoamericana de la época del “realismo mágico” vuelta a escribir sin gracia ni novedad, pero que no tiene nada que ver con la realidad mexicana de hoy -país que al finalizar el siglo pasado conoció una transición a la democracia que culminó con una alternancia democrática pacífica-. A ese lector incrédulo todavía le falta leer lo que sigue.
Lamentablemente lo escrito en el primer párrafo es cierto, como puede apreciarlo cualquier lector que habite en el territorio nacional y que cada vez que sale a la calle se encuentra con anuncios espectaculares o bardas pintadas con anuncios en los que se advierte sobre la cualidad de alguna de las personas que por decisión del presidente de la República aspiran a sucederlo en el cargo, postuladas por ese partido político fundado por el presidente en funciones -y por lo tanto de su propiedad a partir de la conocida consigna histórica mexicana “La tierra es de quien la trabaja”-.
Desde luego que nadie sabe quién paga el costo de pintar y colocar dichas bardas y espectaculares, pues los aspirantes beneficiados niegan que sean ellos -aunque por suerte muy pocos periodistas son tan imprudentes de andar preguntando esas cosas-. Pero el dirigente formal del partido oficial hace cuentas alegres del costo de las pre-precampañas, que no llega sumadas todas juntas -son cuatro aspirantes del partido oficial, sin contar otros dos de partidos coaligados- a los diez millones de pesos -aunque el costo mensual de un espectacular de esos que hay miles por todo el país con propaganda oficialista anda de los veinte a cuarenta mil pesos -Google dixit-, dependiendo de su lugar de ubicación-.
La cualidad con la que quiere distinguirse cada uno de los aspirantes presidenciales del oficialismo es dando la seguridad de que bajo su cuidado y esmero habrá de continuar la Cuarta Transformación de la República -cualquier cosa que esto signifique-, iniciada desde el día que asumió el cargo el presidente en funciones, salvador de la patria frente a la debacle causada por todos los anteriores gobernantes desde que se fundó el país. Más aún, el presidente en funciones ha exigido al rey de España que nos ofrezca una disculpa porque hace quinientos años sus antecesores ocuparon nuestro país -solicitud que levantó un amplio debate y que los seguidores del líder mexicano en cita consideran que es una exigencia completamente justificada-.
El caso es que en México estamos en un periodo electoral no previsto ni por la Constitución ni por las leyes mexicanas. Más aún, el presidente de la República ofrece todas las mañanas una conferencia de prensa desde el palacio nacional, donde habita con su familia, conferencia en la que se dedica a calificar o a descalificar los actos que realizan los aspirantes presidenciales, tanto los oficialistas como los opositores. Éstos, los opositores, por la fuerza de los hechos tuvieron que iniciar sus propios procesos internos y hacerlos lo más públicos posibles para que el electorado no fuera a olvidarlos y centrara su atención exclusivamente en la y los candidatos del oficialismo.
Por cierto, es de todos sabido que la candidata que triunfará en esa supuesta elección, llamada encuesta, organizada por el partido oficial para seleccionar a su nuevo líder o candidato presidencial será la favorita del presidente en funciones, la anterior jefa de Gobierno de la Ciudad de México; persona a la que ya desde ahora se le atribuyen cualidades sólidamente sustentadas en su formación profesional científica, pues nunca antes alguien con una formación científica tan basta había intentado gobernar el país -razón por la que ya algunos esperan con ansiedad su arribo al poder-.
Razón también por la cual los grandes empresarios -contratistas de las obras y servicios públicos del gobierno federal o dependientes de sus autorizaciones y permisos- ya se reunieron con ella para empezar a plantearle sus necesidades y solicitudes. Desde luego que hasta el momento no se conoce cuál será la empresa que realizará dicha encuesta donde será electa o designada o seleccionada, ni la forma en que habrá de ser realizada esa encuesta. Pero sí se sabe también que la favorita del presidente ganará la elección presidencial constitucional, para lo cual ya se han tomado las medidas pertinentes -como controlar el INE con consejeros y una presidenta designados de manera espuria-. Lo que ya se supo, también, es que uno de los otros aspirantes del oficialismo se inconformó porque los dados están cargados, protestó, algo le dijeron y ahora guarda respetuoso silencio.
Los partidos de oposición se unieron a pesar de sus diferencias naturales frente a un enemigo común, el presidente en funciones y su partido -que en realidad encabeza una coalición de partidos tan disímbolos como los de la oposición, pero unidos en torno al líder del partido mayoritario, quien como ya dije ocupa la presidencia y encabeza la transformación del país-. Por su parte, la oferta más importante de los partidos opositores coaligados es el cambio de régimen presidencial mediante un gobierno de coalición que en los hechos implicaría el cambio de régimen a un presidencialismo acotado por un gabinete plural y un programa de gobierno común.
Mientras los aspirantes a candidato presidencial del oficialismo -oficialmente llamado hasta el momento “Coordinador Nacional de los Comités de Defensa de la Cuarta Transformación”- compiten para ganar en una encuesta cuya forma y resultado serán definidos en el momento oportuno por el presidente de la república en funciones como ya quedó explicado, los precandidatos opositores aspirantes a una candidatura presidencial común compiten mediante una serie de encuestas -en vivienda y por vía telefónica-, debates y una elección, cuyos resultados se combinarán conforme a una regla desconocida o no entendida por el público elector –(entre los que me cuento) en parte porque luego estas reglas van cambiando sobre la marcha-. Se trata de un procedimiento tortuoso y confuso destinado fundamentalmente a darle gusto a todos los partidos políticos participantes para que no se enojen los perdedores y poder, aunque sea con muchos trabajos y chiflidos del público, mantener su unidad.
En busca de la unidad de la coalición partidista opositora, y en función también del mayor o menor apoyo obtenido en las encuestas y de la opinión pública, han salido de la contienda, o declinado seguir participando, la mayor parte de los aspirantes a candidato presidencial del llamado Frente Amplio por México -oficialmente llamado hasta ahora “Coordinador del Frente Amplio por México”-, hasta quedar en este momento solo dos contendientes, las dos son mujeres; con historias políticas personales tan opuestas como el día y la noche, aunque las dos muy buenas para hablar en público, pero solo una de ellas verdaderamente carismática.
Así es que participan ahora mismo en sendos debates donde no pueden proponer todavía un programa de gobierno más que de manera subterránea -por la falta de reglas de la elección primaria en la que compiten o para evitar incurrir en la falta prevista por las reglas que sancionan actos anticipados de las precampañas en que formalmente pronto habrán de participar (éstas sí celosamente reguladas por las leyes y las autoridades electorales)-.
En esta comedia de equivocaciones que culminará en la elección presidencial constitucional, lo que el ciudadano promedio tiene que decidir es fundamentalmente si desea o no que continúe la Cuarta Transformación de la República, disyuntiva propia del realismo mágico, insisto, de la novela latinoamericana. O para decirlo en otra forma, si hay una nueva alternancia partidista en México -hasta el momento van tres-.
Pero antes tiene que decidir si participa en la encuesta del oficialismo -es un decir, pues los encuestadores llegarán a su domicilio y el resultado lo definirá el presidente en funciones, si no es que ya lo definió desde hace tiempo- o en la encuesta del Frente Amplio por México -lo que también es otro decir pues los encuestadores llegarán a su domicilio o sonará su teléfono- donde por lo menos sí habrá una elección a la que el elector promedio decidirá si asiste o no a votar -aunque las reglas exactas y lugares de votación tampoco se conocen todavía (el Instituto Nacional Electoral organiza elecciones con reglas electorales bien conocidas y con un ejército de personas bien pagadas, mientras que el FAM construye reglas sobre la marcha y recluta un ejército de voluntarios cuya paga es exclusivamente emocional: contribuir con su granito de arena a que haya un poquito de democracia)-.
Para completar el cuadro de esta novela latinoamericana hecha realidad, hay un partido político opositor cuya participación electoral con un candidato presidencial propio -distinto del oficialismo y del FAM- se apresura, con la bendición pública del presidente en funciones, a postular un candidato que dividirá la votación opositora en la elección presidencial constitucional de 2024 y facilitará el triunfo del oficialismo. Por cierto, dicho partido postuló hace pocos años a la hoy aspirante mejor posicionada del FAM a la gubernatura de una entidad federativa, el estado de Hidalgo, por lo que una de las tribus de ese partido -que parece ser mayoritaria- se inclina por respaldar su postulación por el FAM -si ella es la candidata del FAM desde luego, lo que muy poca gente duda-.
Mientras unos se inclinan a favor o en contra y otros declinan -lo normal en el FAM sería que la candidata menos posicionada decline lo antes posible para mantener la unidad de una coalición electoral que ofrece una coalición de gobierno (¿o a poco así van a gobernar, si es que ganan, en confrontación permanente?)-, la unidad de las coaliciones partidistas navega en el mar proceloso de la política electoral.
Ciudad de México, 27 de agosto de 2023.
Eduardo de Jesús Castellanos Hernández.
Profesor e Investigador. Doctor en Estudios Políticos (Francia) y doctor en Derecho (México). Posdoctorado en Control Parlamentario y Políticas Públicas (España) y en Regímenes Políticos Comparados (EUA). Autor de libros de Derecho Público, Privado y Social; Administración Pública y Ciencia Política; Derecho Electoral y Derecho Procesal Electoral; sus libros se encuentran en bibliotecas, librerías, en Amazon y en Mercado Libre. Las recopilaciones anuales de sus artículos semanales están publicadas y a la venta en Amazon (“Crónica de una dictadura esperada” y “El Presidencialismo Populista Autoritario Mexicano de Hoy: ¿prórroga, reelección o Maximato?”); la compilación más reciente aparece bajo el título “PURO CHORO MAREADOR. México en tiempos de la 4T” (solo disponible en Amazon).