FALTAR A LA VERDAD
Mtro. José María Villalobos Rodríguez
¿Cuál es el papel de los medios de comunicación en una democracia real?
La respuesta la pueden encontrar en naciones avanzadas en la práctica cotidiana del respeto a la libertad de expresión, al peso de la ley, a los derechos humanos y que va muy avanzado en todo el espectro de la igualdad de género.
Ese puñado de naciones tuvo un proceso evolutivo de al menos 50 años. Recuerden el caso de España bajo el gobierno de Francisco Franco. Como todo totalitario que se precie de serlo, Franco requería silenciar a cualquier crítico. Fuese por su estilo de gobernar, su rancio catolicismo o por el gusto de exterminar a sus adversarios, la prensa española se multiplicó en cientos de “periódicos” que recibían favores o miles de pesetas por alabar al caudillo.
Pero no necesitamos cruzar el charco para ver cómo la relación del poder con los medios de la comunicación es fácilmente cooptada cuando existe un régimen político proclive a aquello de “no hagan olas” o “la ropa sucia se lava en casa”.
Aun en el México de 1982 a 1988, la llamada fuente de la Presidencia de la República representaba para los medios escritos o de radio y televisión un panal de rica miel. Si el Primer Mandatario hacía una gira a provincia se llevaba consigo y a cargo del erario, todo un contingente de reporteros quienes seguían la agenda presidencial como si se tratara de una visita papal.
Poco a poco se ha ido disipando esa mala costumbre de que los medios reciban de nuestros gobernantes “democráticamente electos” pagos clandestinos o favores equivalentes a cuenta del incienso vertido o de ocultar verdades.
Se decía que en México los periódicos y sus dueños cobraban más, por lo que no publicaban. De esa manera fue como el Revolucionario Institucional llevó por décadas una relación de contubernio con el llamado CUARTO PODER.
Las áreas de comunicación social eran el conducto para esparcir recursos fiscales para que los medios fuesen “correctos” en sus reportajes sobre la marcha del país. En una democracia real como la alemana o canadiense, un periódico u otro medio pueden llevar a la caída de un Primer Ministro. En Estados Unidos, el caso de la renuncia de Nixon o la vergüenza que tuvo que pasar Bill Clinton por el affaire Lewinsky fueron ejemplos de cómo un medio serio como lo fue el Washington Post, arrinconó a quien faltaba a la verdad.
Constituye un gran avance de la división de poderes, lo que está sucediendo en Colombia, donde el hijo del Presidente Petro detalla cómo su ex guerrillero padre tomó ilegalmente fondos para ganar las elecciones o se lo gastó en chucherías.
El fiscal colombiano ha demostrado ser realmente independiente y de tener agallas para enfrentar al Presidente Petro que ha faltado a la verdad a sus connacionales. Porque una cosa es parecer y otra es ser una gente honesta.
Para el caso de Donald Trump el resultado de que sortea cada acusación en su contra y repunta en popularidad parece dar una señal de que algo anda muy mal en la democracia de nuestro vecino y gran socio comercial. Cuando al pie de su jet ejecutivo personal, el señor Trump vocifera contra quienes le señalan como un promotor de desconocer que había perdido la elección ante Biden da una prueba irrefutable de cuan poderosa es su figura mediática.
Recordando a José Stalin o a Benito Mussolini, políticos del estilo de Trump o de Petro en Colombia han desarrollado una personalidad tan potente que pueden faltar a la verdad sin inmutarse. La cara de aflicción de Donald Trump al estar ante una Jueza contrasta con la que pone cuando habla de ser la víctima de toda una conspiración para evitar que vuelva a ser quien promueve que AMERICA SEA GRANDE OTRA VEZ.
Los Estados Unidos se hicieron con inmigrantes que violentaron los derechos de los pueblos originarios y conformaron un país que Octavio Paz definió como la REPÚBLICA IMPERIAL, democracia al interior pero imperio hacia afuera.
En el vértice del huracán electoral en Estados Unidos y México se puede vislumbrar ya como en 50 años han cambiado los sistemas políticos de ambas naciones. En México tenemos varias derivaciones del viejo PRI, un PAN muy disminuido en credibilidad ciudadana y partidos franquicia de unos cuantos.
Brasil, por ejemplo, es una democracia con 80 partidos políticos. Tal cantidad genera una competencia feroz tanto por los votos como por las alianzas estratégicas entre ellos. Quien gana la Presidencia en Brasil lo hace con un abanico de aliados que en mucho condicionan su desempeño.
Desgraciadamente en México no sucede así. Nos parecemos en eso más a Argentina, donde desde el partido fundado por Perón se ha formado un estilo de gobernar más orientado a no hacer olas entre sus dirigentes y fortalecer sindicatos y grupos de interés local.
Si no se mantiene una sana distancia entre los medios de comunicación, los partidos, los empresarios y los líderes sindicales, seguiremos en la ruta de guerras de lodo. El México del VIEJO PRI parece que aún no se ha ido. Nos faltan al menos dos generaciones para que ya no se hable de “papá gobierno” o de “moches” por faltar a la verdad.
Ojalá nuestros nietos puedan disfrutar de un país verdaderamente democrático, con auténtica separación de poderes, impartición de justicia realmente imparcial, equidad de género y concordia entre los ciudadanos.
Algunos medios de comunicación añoran el pasado y en ocasiones parece que retrocedemos a los tiempos del MONARCA SEXENAL ABSOLUTO – como le llamaba Daniel Cosío Villegas al sistema presidencial mexicano en los años 70. Los tiempos de los autócratas parecen no tener un final a la vista y en eso le estamos fallando a nuestros hijos en nuestros días.
Por lo pronto y en eso de hablar a la ciudadanía con la verdad, nos está tocando vivir la parte más turbulenta donde se está dando el choque entre las prácticas del pasado y los impulsos a un sistema diferente y veraz.