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Karla MARTINEZ DE AGUILAR

CDMX.- Detrás de cada receta, la Chef Isabella Dorantes guarda fragmentos de su vida: la niña que horneaba galletas por diversión, la joven que se abrió paso entre prejuicios en una cocina dominada por hombres, y la mujer que, con esfuerzo y sensibilidad, alcanzó un lugar de respeto en la alta gastronomía. Su historia es un reflejo que los sueños se construyen con perseverancia y corazón.

Durante años, las cocinas del Camino Real y del Club de Industriales fueron su escuela, su reto y su hogar. Allí aprendió que el verdadero éxito no se mide solo en premios o reconocimientos, sino en la capacidad de compartir conocimiento y de inspirar a quienes empiezan.

Su trayectoria también está marcada por gratitud: hacia los chefs que le abrieron puertas, hacia sus padres que apoyaron sus decisiones y hacia cada persona que le permitió aprender algo nuevo. Para Isabella, la cocina es un puente entre generaciones y culturas, donde el sabor se convierte en memoria y aprendizaje.

Hoy, más allá de los galardones y los títulos, la Chef Isabella se reconoce como una mujer resiliente, apasionada y agradecida. Su vida nos recuerda que la gastronomía no solo alimenta el cuerpo: también nutre el alma y abre caminos para quienes se atreven a soñar.

Chef Isabella. Qué gusto saludarla desde Oaxaca. Quisiera empezar preguntándole, ¿de dónde es usted y cómo inició en la gastronomía?

Soy originaria de la Ciudad de México y comencé con la pastelería. Desde pequeña me fascinaban las galletas y postres. Estudié pastelería en CECALAB (Centro de capacitación La Bagette), mientras terminaba la preparatoria. En esos años, la cocina no era considerada una profesión; para mí, al principio, era un hobby.

Con el tiempo, me enamoré de la disciplina y decidí enfocarme en el mundo laboral. Tras graduarme, hice un servicio social en el Hotel Camino Real, donde empecé a acercarme a la cocina profesional y descubrí un panorama completamente diferente al de la cocina casera. Fue el chef Alejandro Heredia quien me permitió pasar temporadas en cocina, y así fue como inicié mi camino profesional.

Entonces, ¿decidió estudiar gastronomía?

En ese tiempo, no había escuelas de gastronomía en México; había que ir al extranjero. El Hotel Camino Real era como una gran escuela: ofrecía un entrenamiento culinario de tres años para formar chefs ejecutivos. Pasabas por todas las áreas y aprendías la operación completa del hotel.

No fue fácil entrar. Existía machismo y pocas o nulas oportunidades para mujeres en puestos de chef. Tuve que insistir mucho, pero finalmente conseguí entrar. Terminé haciendo seis años en lugar de tres, y aprendí de todas las áreas del hotel. Fue un reto enorme, pero me permitió desarrollarme profesionalmente.

Como mujer joven en la cocina, ¿sintió que debía demostrar el doble de capacidad?

Sí, en aquel entonces la cocina era un oficio rudo, físico y mentalmente exigente. Había que trabajar el doble para ganarse un lugar. Hoy veo cambios importantes: la inserción de la mujer ha crecido, y la cocina ahora se reconoce como profesión.

¿Cuáles fueron sus primeros pasos para abrirse camino?

Participé en concursos nacionales e internacionales. Formé parte de Vatel Club, una asociación creada por chefs franceses para dignificar las profesiones de la mesa en México. Allí aprendí mucho y gané mi primer concurso, el Toque de Oro del Chef, patrocinado por Nestlé. Luego, en el Bocuse d’Or nacional, fui seleccionada para representar a México en Lyon, Francia. Estos concursos fueron un trampolín: me dieron reconocimiento y desarrollo profesional.

¿Cómo se siente al recibir premios y reconocimientos?

Siempre los veo como un compromiso. Cada reconocimiento implica responsabilidad y un ejemplo para otras mujeres: demuestra que sí se puede, con pasión y estrategia. Cuando me dijeron que las mujeres “no servían” para la cocina, eso se convirtió en mi detonante para convertirme en chef ejecutiva.

¿Qué representa el Club de Industriales para usted?

Es mi casa. Llevo 28 años trabajando ahí. Me ha dado todas las oportunidades: viajar, crecer profesionalmente, desarrollar a nuevos talentos y ejecutar una operación completa de cocina. Es un lugar donde se valora lo mexicano y donde he podido transmitir mi experiencia a otros.

¿Cómo comparte su conocimiento con nuevos cocineros?

Busco personas con vocación, no solo con necesidad de empleo. Les ofrezco desarrollo profesional y formación diaria. Siempre enseño y aprendo junto con ellos: es un intercambio constante.

¿Cómo compagina los diversos roles como mujer?

Primero me enfoqué en la carrera, cuando logre ser chef ejecutiva llego la familia, apoyada por mi ahora exesposo. La organización, la estrategia y la pasión fueron claves. Hoy, mis hijas son independientes y puedo equilibrar mejor vida personal y trabajo. Las mujeres damos más del 100% y eso nos enseña a organizarnos y a adaptarnos constantemente.

¿Prefiere dulce o salado, y qué tipo de cocina disfruta más?

Definitivamente salado. Disfruto la pastelería, pero me incliné hacia la cocina salada, que permite mayor creatividad y juego personal.

Me encanta la cocina mexicana, los moles equilibrados y bien elaborados. También disfruto la cocina francesa y la asiática, especialmente la preparación con verduras frescas.

¿Tres influencias en su vida?

El Chef Alejandro Heredia, que me abrió las puertas en Camino Real a esta profesión ; el Chef Olivier Lombard, quien me formó con rigor y profesionalismo; y mis padres, quienes siempre apoyaron mis decisiones, aunque a veces no entendían lo demandante de la profesión.

¿Se siente afortunada de coincidir con grandes personajes que le compartieron conocimientos?

Sí, siempre. He aprendido mucho de la gastronomía y de la vida gracias a ellos. Vivo eternamente agradecida.

 

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