- NÉSTOR Y. SÁNCHEZ ISLAS
Las sociedades no son estáticas, evolucionan con el paso de los años. Se transforman y, en esa lucha por el cambio, hay estructuras que se disuelvan hasta desaparecer o se destruyen de manera violenta. Nuestra tierra no es ajena a los cambios en los modos de producción y eso ha provocado visibles alteraciones en nuestras vidas. Una forma sencilla de apreciarlo es observar la desaparición de algunos oficios que hoy ya no son rentables, como los viejos zapateros, alfareros o impresores que se resguardan ahora en la producción artesanal para sobrevivir.
En la historia moderna de Oaxaca, como la de todo el país, fue notoria la creación de una nueva elite económica a partir de la Independencia y la Reforma. Llegaron migrantes europeos que, trayendo conocimientos y capital de sus países, se apoderaron de las principales actividades económicas. La minería, los ferrocarriles y el gran comercio quedó en manos de españoles, ingleses o franceses, mayoritariamente. Respaldos por su blanquitud y sus apellidos extranjeros, crearon una burbuja cerrada a la que los oaxaqueños terminaron por llamarla vallistocracia.
Esta famosa vallistocracia fue la protagonista de nuestra historia hasta hace unos 50 años. Para estudiar en las buenas instituciones y progresar en la vida era casi indispensable ser parte de ellos o emparentar a través de matrimonios que conservaran para la posteridad el buen apellido heredado. La vallistocracia fue el referente social y económico de nuestras vidas.
Fue la rebelión mundial de finales de los años 60 que inició con el fin de esta cerrada elite. Los nuevos pensadores y filósofos, a través de sus ideas, abrieron los ojos de las juventudes de entonces que se dieron a la tarea de combatir a estos privilegiados, algunas veces de manera violenta, algunas otras de forma política.
Como parte de esas luchas, en Oaxaca surgieron movimientos que se asimilaron en la universidad y el magisterio, movimientos que muy pronto se pervirtieron y prostituyeron pata terminar siendo el asco que son hoy.
De esos movimientos surgieron mercenarios que, disfrazados de redentores, se apropiaron no solo de las calles sino de algo mucho más poderoso: el discurso. Así fue, ellos se asumieron herederos y víctimas eternas, desposeídos, discriminados y vejados y, con ese rollo por delante, avanzaron políticamente prometiendo un nuevo país más justo. Apenas en 2006 surgió la APPO, colectivo que aglutinó a quienes hoy detentan el poder.
¿Cómo llegaron al poder? A través de su discurso machacón y redentor convencieron a la gente de que vivíamos el peor momento de nuestra historia y que ellos era la solución para regenerarnos, como lo señala el nombre de su movimiento. La degeneración que ellos veían en otros, la corrupción, la injusticia, el racismo y el clasismo fueron palabras legitimadoras, pero huecas.
Parece un hecho sin trascendencia, pero tiene más simbolismo que solo quedar como una anécdota más de las redes sociales. El régimen primaveral trajo a un artista conocido entre los jóvenes de nombre Siddhartha. Desde muy temprano, cientos de ellos llegaron a la Alameda para apartar su lugar. No repararon en que el gobierno había mandado poner un corral para sus invitados VIP: hijos de políticos y funcionarios APPO-burgueses que no deberían juntarse con el pueblo ni tener que esperara horas bajo el sol.
Su corral era el lugar privilegiado, frente al escenario. Cuando los asistentes se dieron cuenta de la discriminación, no lo toleraron y con rechiflas, recordatorios familiares, basura, agua y envases, los corrieron a grito destemplado, los obligaron a irse ante la amenaza de que aquello pudiera escalar a un linchamiento.
Este hecho señala claramente la visión de la nueva elite en el poder. Son tan excluyentes y discriminadores como los anteriores, pero peores porque están cargados de resentimiento destructor y, en sus locas cabezas, se creen el cuento de que son luchadore sociales, indigenistas y merecedores de homenajes y reconocimientos.
El verdadero riesgo de la nueva elite en construcción no radica en el uso de los costosos vehículos, traslados en helicópteros, construcciones ostentosas o mal gusto para vestir sino en la creación de una mentalidad proclive al odio y al crimen organizado en la que se normaliza todo aquello que nunca debe ser parte de nuestra vida diaria.
A esta nueva burguesía, amante de ideologías añejas y caducas como lo demuestra su nostalgia por Fidel Castro y el Che Guevara, no le importa la educación sino la manipulación ideológica; no le importa la infraestructura, ni la innovación, ni la ciencia, ni la tecnología. Solo quieren poder y dinero. Es un peligro que ellos moldeen a las generaciones venideras puesto que nada pueden aportar.
¡Adiós, vallistocracia, salve APPO-burgueses!
- nestoryuri@yahoo.com