Lalo PLASCENCIA*
En materia de guardar secretos hay dos grandes posturas. La primera dice que el mejor lugar para guardar aquello que no quiere mostrarse es bajo llave, encerrado en silencio, ceñido a la memoria de los testigos presenciales y por tanto condenado al olvido. La segunda postura sostiene que los secretos están seguros a la vista pública, justo debajo de la nariz de sus protagonistas, lo suficientemente cerca para sentir seguridad de no perderlo, pero lo adecuadamente lejos para pasar desapercibido ante las miradas que escrudiñan. En mi caso prefiero el punto medio: dividir en partes el secreto de tal forma que lo ominoso quede para siempre en el encierro y que las partes menos dolorosas puedan exhibirse, que florezcan a la luz pública para dejar de ser malestar y convertirse en fugaz belleza. En realidad, cualquier secreto por mínimo que sea termina por pudrirse en el silencio y enloquecer a quien lo guarda, de obsesionar a quien los busca y de someter a quien sin quererlo los conoce. Francamente, los secretos matizados con verdad son siempre motivo de triunfos y celebraciones, de reuniones que generan complicidad, de tragos amargos que en compañía se edulcoran para dar felicidad. Los trozos de secrecía entreveradas con verdad son destellos que iluminan a la humanidad, se transforman en mitos, se vuelven historias contadas con ilusión, son recuentos del paso de algunos por el mundo y el deseo de memoria triunfante de otros.
Para no perder el rumbo de esta columna, confieso que pocas bebidas me inspiran a escribir -y a escribirles- con tal dedicación y emoción, en libertad, con deseos de que las letras fluyan sin otra intención más que las de plasmar en texto mi torrente de ideas y sentimientos. El mezcal y el brandy. Oaxaca y Andalucía unidos en mi paladar y corazón, construyendo historias que he hecho públicas, borracheras privadas, personales y colectivas que hoy son parte de una mitología propia que son mis años vividos.
Ambos -destilado de agave y uva- son libaciones de las que jamás debe esconderse su adicción, por el contrario, debiera ser motivo de orgullo beber sin limitantes -presupuestales y fisiológicas- tragos de historia de mundos tan diversos, distantes y distintos. Son mi eterno recuerdo de que aquello que envejece en silencio -pero jamás en secreto- es digo de odas y festividades infinitas. Salud por aquellas barricas o tinajas llenas de sabiduría ancestral. Salud siempre con un brandy o un mezcal.
Recomendación del mes
Consejo: dedique unos minutos para diferenciar los brandis elaborados en Andalucía de los de Cataluña para confirmar la diversidad, complejidad y elegancia de los primeros. Advertencia: una vez probados, los de Jerez de la Frontera serán sus favoritos. En México CARDENAL MENDOZA de Bodegas Sánchez Romate, LEPANTO Gran Reserva de Bodegas Gonzalez Byass, GRAN DUQUE DE ALBA de Bodegas Williams & Humbert, y CARLOS I de Bodegas Osborne mantienen una fuerte presencia en el mercado. A destacar el UNO EN MIL de Sánchez Romate que revela un perfil sofisticado e ideal para el consumidor mexicano. Todos joyas enológicas que esperan ser redescubiertas, expuestas y bebidas por nuevas generaciones de entusiastas.
*Lalo Plascencia. Chef e investigador gastronómico mexicano. Fundador de CIGMexico dedicado a la innovación en cocina mexicana. El conocimiento lo comparto en consultorías, asesorías, conferencias y masterclass alrededor del mundo. Informes y contrataciones en www.laloplascencia.com