Ernesto LUMBRERAS*
ZAPOPAN, JALISCO.- Dice Antonio Machado: «Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla/ y un huerto claro donde madura un limonero.» Un patio y un huerto, enclaves de la memoria de los primeros tanteos de la conciencia. Para Amado Nervo, el pozo de agua y la tortuga que habita su interior circular, alcanzan la dimensión del símbolo y proyectan en el presente la luz de un incesante recomenzar. Esa misma imagen arquetípica estuve presente en el imaginario de Ramón López Velarde. Un pozo de Tepic y un pozo de Jerez como portales del tiempo ido, rutas al pasado más presente.
Después de una larga temporada en Europa, el joven Jorge Luis Borges recupera su ciudad natal caminando por sus calles, cementerio y plazas, pero también, la transfiere y transfigura en el orbe de la palabra poética marcando sus querencias con claves, temperaturas, timbres, revelaciones y zozobras. Algo hay de eso en su encuentro callejero con una carnicería:
Más vil que un lupanar
la carnicería infama la calle.
Sobre el dintel
una ciega cabeza de vaca
preside el aquelarre
de carne charra y mármoles finales
con la remota majestad de un ídolo.
Por supuesto, el Borges de Fervor de Buenos Aires (1923), antes de su vagabundo citadino, se reconcentra en la casa solariega habitada inevitablemente de voces de otras épocas, presencias tutelares que nos recuerdan de dónde venimos. Asimismo, en esa revisión doméstica, el poeta argentino se interna y se abandona en otro patio, un ámbito donde coinciden lo terrestre y lo celeste:
El patio es el declive
por el cual se derrama el cielo en la casa.
Serena,
la eternidad espera en la encrucijada de estrellas.
Grato es vivir en la amistad oscura
de un zaguán, de una parra y de un aljibe.
La casa, el barrio, el pueblo o la ciudad, la región y el país. La muñeca rusa de la vida de una comunidad. En un poema juvenil, Elías Nandino abre un círculo concéntrico a su entorno familiar y nos muestra someramente su pueblo, una geografía y un inventario:
Mi Pueblo es un pueblo como son todos los pueblos;
una iglesia y su torre, dos portales enormes,
la botica, el curato, dos casas de dos pisos,
una Escuela de Niñas, una Escuela de Niños,
el mercado, unas tiendas, el mesón, los billares,
una plaza vetusta con un kiosko en el centro,
cuatro pilas redondas, de cantera rosada
en que asoma agua zarca con el sol en la cara;
y, cercando los prados del huraño jardín:
tabachines que elevan los tupidos follajes
para dar, derramadas, sus corolas de sangre;
y unos fresnos perpetuos, de gigante linaje,
que abanican los cielos y que beben celajes.
*De la inminente catástrofe. Seis pintores mexicanos y un fotógrafo de Colombia de Ernesto Lumbreras, edición de la Universidad Autónoma de Nuevo León y de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México publicada en este 2021.Miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte. lumbrerasba@yahoo.es