AUTODESTRUCCION DEL MEXICANO
Mtro. José María Villalobos Rodríguez
No hay semana en la que no nos enteremos de accidentes o delitos originados en el abuso de sustancias tóxicas, especialmente bebidas etílicas. Pese a que tenemos 780 mil autos nuevos vendidos cada año, recibir cerca de 45 millones de turistas y una población relativamente joven somos de las naciones más laxas en relación a la edad legal que permite ingerir bebidas alcohólicas, manejar en estado de máxima intoxicación, inoperancia de medidas preventivas de accidentes o remediales de los que acontezcan. Las grandes ciudades mexicanas y sus autopistas están ahora infestadas de motociclistas o automovilistas que a toda hora provocan o se exponen a accidentes mortales o graves. En estricto cumplimiento del fatalismo de José Alfredo Jiménez estos mexicanos cumplen a cabalidad aquello de que “…LA VIDA NO VALE NADA, NO VALE NADA LA VIDA”. A medida que nuestra cultura se ha ido contaminando de otras prácticas el consumo de bebidas alcohólicas en México ha ido masificándose a lo tonto y se ha vuelto causa de miles de muertes evitables o prematuras. El caso del tequila o el mezcal es el mejor ejemplo. Estas bebidas provenientes de la destilación del agave tenían como distintivo que eran aperitivos – esto es una bebida que se tomaba sola, antes de comer para ayudar a la digestión y que su mayor virtud era que no se mezclaba como los rones de caña o los brandis de uva. Nuestros abuelos tomaban su caballito de tequila o mezcal antes de cada comida. Algunos creían aquello de que “para todo mal, mezcal y para todo bien, también”. Cuando se vienen las campañas publicitarias de la década de los 90 se modifica la estrategia de venta y se inicia toda una fuerte promoción de que el destilado de agave era una bebida que se podía y debía mezclar con refrescos de toronja, cola u otros brebajes muy azucarados. Además de que eran bebidas para empezarlas a tomar en la tarde y seguirlas hasta acabar tirados pies con patas. Con el bombardeo mediático que se vino desde esas épocas el tequila y el mezcal cayeron en la masificación de la borrachera a ultranza -rompiendo su barrera de origen destilado del maguey. O sea que se adoptó como elemento coadyuvante de borracheras que se acompañaban con cerveza, vodka, brandy o whiskey. La anatomía del mexicano promedio está dotada de un páncreas de menor peso y tamaño que el de los suecos, cosacos o alemanes. Nuestro aguante de alcohol es menor por lo que con menos ingesta hay mayor efecto en su cerebro y comportamiento. Como ustedes bien saben el alcohol una vez en el torrente sanguíneo provoca amnesia y lo hace temporalmente insensible al dolor. Esta combinación de menor páncreas, mayor ingesta de bebidas etílicas mezcladas llenan cada semana de tragedias a cientos de familias mexicanas por accidentes mortales, violencia familiar, conductas antisociales, dado que una vez beodo el mexicano pierde la debida proporción y mínima decencia; cae en eso de sentirse “superior a cualquiera”. Se pierde el respeto a los demás -con o sin parentesco. La complejidad de la relación familiar o la del trabajo estalla en mil pedazos.
Los diversos motivos para alcoholizarse en México han dado lugar a peligros adicionales – como se puede comprobar con las llamadas “goteras”. Estas damas de la vida galante le añaden gotas para los ojos a las bebidas de sus clientes para proceder a robarles hasta la ropa y dejarlos en estado de total indefensión.
Mezclado con metanfetaminas, ansiolíticos y otras sustancias las bebidas alcohólicas se convierten en armas de destrucción masiva. Y tal parece que el mexicano tiene entre sus atributos un gusto por llevar sus parrandas al límite máximo del peligro. En sus correrías nocturnas, especialmente de fin de semana, el bebedor urbano, clase media alta o más allá se sube a su motocicleta de alta gama y se lanza a más de 140 km /hora sobre el Periférico o Circuito Interior de la Ciudad de México o la Avenida Gonzalitos de Monterrey confiando en que su pericia lo va a proteger. Pero no razona algo que en tercero de secundaria aprendimos y que viene desde Isaac Newton: que la fuerza del golpe es igual a MASA X ACELERACION.
Si el amigo conductor o motociclista cree que nadie le iguala en pericia, olvida que en su camino se le puede venir encima un vehículo pesado conducido por una persona bajo el influjo de las pastillas para NO DORMIR o u camión de peregrinos que salió de su armadora en 1955. Hoy día por ahorrar costos, ningún autobús foráneo ocupa chofer y copiloto. Si revisan la prensa de un mes para acá se han dado cantidad de accidentes en lo que resulta que el chofer se quedó dormido porque llevaba cerca de 9 horas conduciendo….
Sabemos que como todos los seres vivos, los mexicanos somos mortales. Pero tal parece que cada vez más nos gusta correr peligros para acabar con nuestra calidad de vida mediante los excesos. Las autopistas de alta especificación no están diseñadas para correrlas a 160 km/hora, las bebidas de moderación no son para abusar con ellas de la resistencia de nuestro organismo, las fiestas familiares, religiosas o cívicas no se celebran para llegar a atentar contra nuestra propia seguridad.
Se está poniendo énfasis en la cantidad de muertes violentas en México, de las muertes evitables o prevenibles. La pandemia del COVID nos demostró cuán insuficiente es nuestro sistema de salud – privado o público.
El tener casi dos años de encierro ha afectado la salud mental de millones de mexicanos. Pero la salida falsa está en que de ahora en adelante hay que irse a los antros y fiestas hasta que el cuerpo aguante. Si el COVID dejó secuelas en la sociedad es muy probable que una de ellas en México sea ese deseo de que todo explote por los cielos.
Que la tolerancia a quien piensa o actúa diferente, que el respeto al prójimo ya no exista, que dado que la pandemia demostró cuán frágil es la salud, ahora, no hay por qué comportarse bien en esta vida. La gradual vuelta a la normalidad social pre COVID parece estar ahora contagiada por una táctica auto destructiva ligada a excesos. Exceso de velocidad al conducir, a nuestra resistencia orgánica, pensar que alguien nos debe pagar los platos rotos por los parientes o amigos fallecidos o dañados por COVID… en México estamos como bajo un estado tóxico generalizado con consecuencias destructivas para nosotros mismos y para quien se nos atraviese en el camino. ¿Hasta dónde podemos estirar la liga?.
Hiroshima y Nagasaki nos dejaron varias lecciones. Para mi las más notables fueron la recuperación social del Japón y el arrepentimiento de Oppenheimer.