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ALGUNAS NOTAS SOBRE LA CORRUPCIÓN

DR. ROGELO M. CHAGOYA ROMERO

Debemos entender por corrupción el abuso de poder, de confianza o de autoridad para obtener beneficios personales, lo cual va en detrimento del interés colectivo. Se manifiesta a través de actos deshonestos como sobornos, malversación de fondos, extorsión y fraude, y puede ocurrir tanto en el sector público como en el privado. Este fenómeno socava la estabilidad política, social y económica, debilita las instituciones democráticas y favorece la delincuencia organizada.

El término corrupción generalmente se refiere al uso indebido del poder o de la autoridad conferida a un funcionario público para obtener beneficios personales o para terceros, en contravención de la ley o de los principios éticos y morales. En un sentido amplio, puede incluir prácticas como el soborno, la malversación o el tráfico de influencias.

Un signo característico de corrupción es un conflicto entre las acciones de un funcionario y los intereses de su empleador, o un conflicto entre las acciones de una persona elegida y los intereses de la sociedad. Muchos tipos de corrupción son similares al fraude cometido por un funcionario y pertenecen a la categoría de delitos contra el Estado.

Cualquier funcionario con discreción puede estar sujeto a la corrupción en la distribución de cualquier recurso que no le pertenezca a su discreción (funcionario, diputado, juez, agente de policía, administrador, etc.). El principal incentivo para la corrupción es la posibilidad de obtener beneficios económicos, asociados con el uso del poder, y el principal elemento disuasorio es el riesgo de exposición y castigo.

La naturaleza sistémica de la corrupción se manifiesta en su naturaleza coercitiva para aquellos que trabajan en organizaciones gubernamentales cubiertas por ella: los rangos inferiores recaudan sobornos y comparten con los rangos superiores para mantener su propia posición.

Según estudios macroeconómicos y políticos, la corrupción causa daños significativos e impide el crecimiento económico y el desarrollo en interés de la sociedad en general. Además, a nivel microeconómico es evidente que a mayores niveles de corrupción disminuyen las inversiones en infraestructuras realizadas mediante colaboraciones público-privadas en países en desarrollo.[1]

En muchos países, los actos de corrupción o corruptos son punibles por la ley; principalmente en los países del primer mundo, en México a partir del gobierno de siete años atrás, se ha tratado de legislar sobre la materia, pero los resultados no son claros.

El tema de la corrupción ha tomado en la actualidad especial relieve, sobre todo a raíz de la comprobación, en México y otros países extranjeros, de vastas redes de acuerdos en los que han sido piezas claves personas investidas de autoridad o colocadas en cargos públicos, las que se han valido de su poder e influencias para favorecer intereses no limpios y ganancias ilegítimas. Los hechos que ha reseñado la prensa dan buena muestra el flagelo de la gran corrupción que tenemos en México.

La corrupción se ampara en el silencio, en manipulaciones “reservadas” que procuran no dejar rastro. Cuando hace uso de la violencia y de amenazas hasta de muerte, se le atribuye el nombre de “mafias” o “carteles”. Una vez que alguien ha cedido a las insinuaciones de la corrupción, adquiere “tejado de vidrio”(2) quien se ha dejado corromper vivirá condicionado por el temor de que su situación sea conocida y de perder su fama).

La corrupción radica ante todo en las personas, pero se convierte en sistema, es decir en un “tejido” o “madeja” en que se crean vastas interdependencias de las que es difícil prescindir, incluso para aquellos que no son corruptos y detestan la corrupción. En todo acto de corrupción hay alguien que corrompe y otro que se deja corromper, pero influye también un ambiente corrompido que no estigmatiza la corrupción y que incluso la acepta, cuando no la fomenta.

El ministro francés Fouché (3 ), de triste memoria, afirmaba que “todo hombre tiene su precio; lo que hace falta saber es cuál”. Ese juicio generalizado corresponde a la época de fines del siglo XVIII y principios del XIX en Europa, y debe referirse a los medios conocidos por su autor. No hay que creer que la corrupción es un flagelo de los tiempos modernos: la Biblia narra cómo los filisteos corrompieron con dinero a Dalila, la concubina de Sansón, a fin de que lo traicionara y les hiciera saber la explicación de su fuerza portentosa (Jue 16, 4-21; siglo XI o XII antes de Cristo).(4)

Esta palabra castellana “corromper”, es de origen latino, y en esa lengua significa “destruir”, “arruinar”, “enturbiar”, “echar a perder”, “seducir”, “sobornar”, “falsificar”, “viciar”, “depravar”. Es pues, considerable la amplitud de acepciones con que los clásicos latinos emplearon esta palabra, según los contextos en que la usaron. Tanto en latín como en castellano, del verbo corromper derivan otras palabras como “corrompido”, “corruptor”, “corruptela”, “corruptible”, “corrupto”, etc.

Como se ve, el concepto, de “corrupción” es muy amplio. Se habla en forma general de la “corrupción de las costumbres” y esa calificación abarca muchas formas de actuación que destruyen la integridad moral del hombre.

Aquí se restringirá esta reflexión a las formas de corrupción que tienen su origen en dádivas ofrecidas y aceptadas de modo incorrecto, con vistas a obtener decisiones favorables a los intereses de quien corrompe. Esas dádivas no siempre son dinero, aunque muchas veces sí lo son.

Las formas que asume la corrupción son muy variadas. He aquí algunos ejemplos más corrientes:

Exigir dinero o algo equivalente para cumplir lo que es una obligación del cargo que se desempeña. Correlativamente, ofrecer dádivas para que alguien cumpla lo que debe cumplir.

a) Exigir o aceptar dinero o “regalos” para conceder algo que no es correcto.

b) Exigir servicios, y peor aún si son incorrectos, para conceder ascensos o cargos.

c) Condicionar el cumplimiento de un deber al cumplimiento de servicios no obligatorios de quien va a ser el beneficiario de una decisión.

d) Otorgar cargos no en función de la capacidad o méritos de las personas, sino como recompensa de servicios o por compadrazgos.

e) Concederse a sí mismo beneficios injustificados valiéndose del cargo que se desempeña.

f) Tomar decisiones por favoritismo, para beneficiar a familiares o amistades, postergando a personas con mayores méritos o mejores derechos.

g) Ocultar delitos o manejos incorrectos a cambio de obtener ventajas pecuniarias u otras.

h) Presionar a personas con amenazas ostensibles o encubiertas, para lograr su complicidad.

i) Ofrecer “comisiones” para obtener trabajos o contratos, públicos o privados.

j) Ofrecer o aceptar “coimas”.

k) Aprovecharse en beneficio propio de objetos, vehículos, viáticos u otros beneficios concedidos exclusivamente para el desempeño de la función y no para uso personal.

l) Regalar notas o aprobar exámenes a cambio de ciertos “favores”. Amenazar con el recurso a amistades o influencias para obtener facilidades de un subordinado de aquellas

En una palabra, vender lo que no se puede vender, comprar lo que no es una mercancía.

Una forma sutil de corrupción puede darse cuando se hacen donativos importantes, aparentemente gratuitos y desinteresados, pero que tienen la finalidad de captar la benevolencia de quien es o puede llegar a ser poderoso, o prevenir su posible mala voluntad. Se trata de una especie de “seguro” contra previsibles acciones perjudiciales para el que hace el “obsequio”. Lo mismo podría decirse de “distinciones” u “homenajes” cuya concesión no tiene como fundamento los méritos del agraciado, sino el deseo de halagarlo y captar su benevolencia o influencias. Si los “obsequios” o “contribuciones” son exigidos, la corrupción toma características de extorsión.

En los medios en que hay mucha corrupción se aducen excusas que terminan por ser aceptadas como justificaciones del sistema: “todos lo hacen”, “es parte del precio”, “si no pago la ‘comisión’ me quedo sin trabajo”, “los negocios son los negocios”, “si yo rechazo el trabajo, lo tomará otro que lo hará mucho peor, con daño para el país (si se tratara de una institución pública)”, “si no entramos los que somos honrados, tal o cual área de negocios quedará en manos de una mafia de corruptos”. ¡Qué complejo es hacer el juicio concreto en un caso determinado! ¡Y qué enorme responsabilidad la que pesa sobre quienes tienen la posibilidad de poner atajo a la corrupción! Los ejemplos que ofrecen las sociedades organizadas del crimen y los “carteles” todopoderosos del narcotráfico, son las espeluznantes consecuencias de haber permitido que la corrupción proliferara, cerrando los ojos a las evidencias, y aduciendo fácilmente, cada vez que aparece un caso, que “se trata de una situación aislada”, o que “el caso está bajo control”, sin adoptar las medidas drásticas y tajantes que son las que resguardan realmente el bien común.

El tema de la corrupción es pluridimensional. Influyen en ella factores personales y sociales, problemas derivados de la falta de formación moral y de muy bajos ingresos. No es sólo un problema circunscrito a la realidad de un país, sino que tiende a ser “transnacional”. Poner atajo a la corrupción supone acciones concertadas y convergentes, algunas de las cuales se enumeran a continuación (.4)

La legislación designa a los partidos como los únicos instrumentos para acceder al poder político, pero si tales instrumentos están viciados, en poco o nada podrán contribuir a que se fortalezca la democracia de nuestras naciones, pues la corrupción encontró puertas abiertas en las diferentes administraciones públicas, enfrascadas en atender los problemas de seguridad interna. Esos grandes problemas de la corrupción tienen su base en la ausencia de la ética. Se ofrece al funcionario público cualquier objeto de valor u otros beneficios como favores, promesas o ventajas, a cambio de que realice u omita cualquier acto en el ejercicio de su función pública, relacionado con una transacción de naturaleza económica o comercial que lo beneficie injustamente. Ahí es donde éste demuestra su falta de valores, tales como la responsabilidad, la lealtad, el respeto y la honestidad, y es una pena que personas con tan baja calidad representen a nuestro pueblo, legislen o vigilen nuestras leyes y puedan llegar a cargos importantes.

La clase política sufre las consecuencias de la corrupción en la falta de confianza de la gente hacia los partidos, que sólo se explica a partir de que la sociedad civil se percata de que los políticos han beneficiado indebidamente a sus allegados y a sus familias, y que una vez que éstos salen del ejercicio activo del poder político, lo hacen en condiciones substancialmente mejoradas como producto del enriquecimiento ilícito en el que participaban y promovían, justificándose a partir de la impunidad de que se han rodeado. Quizás es el efecto más pernicioso de la corrupción, ese falseamiento del sistema democrático y un clima de desconcierto en la sociedad que observa cómo su funcionamiento diario gira en torno a escándalos, abusos, y en general conductas que distan mucho de la gestión eficaz, siguiendo la corriente relativista (5). Con la consecuencia de que se corrompan los demás, se genera de esta manera una situación de caos en la que se hace muy difícil identificar al culpable y darle su correspondiente castigo. Para aliviar la pobreza no bastará con combatir a quienes se apropian indebidamente de la riqueza, para asegurar el progreso no es suficiente con tener un líder honesto. Esa obsesión con la corrupción puede distraer la atención de donde debería estar: en lo que México debe hacer para modernizarse. Se necesita un presidente con calidad moral, pero que además tenga la capacidad política suficiente para conducir a México por un mejor camino. Desgraciadamente la corrupción también daña indirectamente a la salud física y mental de la población.

Los gobiernos deben rendir cuentas de sus actos en todos los niveles jerárquicos y brindar al pueblo la información sin restricciones. En consecuencia, del gobierno se requiere tolerancia; de la sociedad civil se exige participación y una actitud constructiva y propositiva porque para tener el país que queremos debemos querer al país que tenemos. Y no por no tener ese país y no lograr los cambios necesarios hay que ensuciarlo más con críticas que todos conocemos, es mucho mejor hacer propuestas

La corrupción política es un hecho que está a la vista de todos, por lo tanto, estamos todos obligados a participar en su combate. Naturalmente los gobiernos, elegidos para representar al pueblo y velar por el desarrollo de las naciones, son los primeramente obligados a adoptar la normatividad ética, para que la conducta de sus funcionarios sea transparente, efectiva y legitimada por la opinión pública.

El servidor público debe tener claro para qué y al servicio de quién trabaja y claridad de ideas que también tiene que existir en el ámbito privado. La corrupción crece y llega, si no se la detiene a tiempo, a ser una práctica normal. Por eso la sensibilidad hacia lo público exige, además de una formación adecuada, el ejercicio, por parte de los funcionarios y empleados públicos, de unas conductas ejemplares. Es decir, predicar con el ejemplo. Y para ello es necesario que aquellos que tienen la responsabilidad realicen una autocrítica, analicen en qué fallan, se enmienden y sean capaces de aportar soluciones.

Se requiere fortalecer la educación de los pueblos, ya que es la única vía que contribuye a revitalizar los valores morales, cívicos y espirituales de la persona, como una necesidad para lograr las aspiraciones de un mundo mejor, más humano en donde se imponga la cultura de la transparencia y la honestidad.

Conviene simplificar las cosas y tener las leyes básicas que permitan la justicia, pues imponer leyes vanas, triviales o excesivamente duras sólo crea la reacción contraria a la finalidad deseada. Las leyes, la legislación en general, tiene mucho que ver con la corrupción. Vivimos en un mundo en que hay muchas normas, en el que la maraña jurídica es tan densa que es muy difícil su cumplimiento. Por ello la simplicidad en las normas, un lenguaje sencillo y accesible para todos los operadores jurídicos, funcionarios, jueces y ciudadanos, son factores esenciales para hacer de las leyes un instrumento eficaz en la lucha contra la corrupción.

En opinión de Brisa Edeny Reséndiz Reyes, todas nuestras dificultades sociales, económicas, administrativas, etc. disminuirían considerablemente si se mejoraran nuestros niveles de educación y se añadiera educación moral, y no sólo implantando materias para promover el amor patrio, sino también hacia la dignidad de todo ser humano. Y para esto se necesitarían profesores preparados que sean capaces de transmitir con su ejemplo y estrategias de aprendizaje el valor, en su nivel holístico. Necesitamos que este país avance, pero no puede solo; cada quien debe poner su granito de arena diariamente, esforzándose por cumplir con sus obligaciones con pulcritud y calidad, manteniéndose informado para expresar disconformidades y alternativas de solución para éstas, pensando en el bienestar de todos sus compatriotas y no sólo en el suyo, y luchando por superarse cada vez más, estando dentro del marco de la ley.

En conclusión, para combatir la corrupción se necesita la participación de todos y no solamente de los gobernantes porque es común que las personas se quejen y reclamen sus derechos a éstos sin exigirse nada a sí mismos. Debemos tomarnos muy en serio este tema desde el seno familiar inculcando valores y difundiendo la honestidad y responsabilidad.

TEXTOS CONSULTADOS

 

  1. Jorge Medina Estévez, Obispo de Valparaíso Valparaíso, 24 de Junio de 1994, en la fiesta de San Juan Bautista, el Profeta pobre y veraz.

  2. Joseph Fouché, primer duque de Otrante, primer conde Fouché ( Francés: [nació el 21 de mayo de 1759 , falleció el 26 de diciembre de 1820) fue un estadista , revolucionario y ministro de Policía francés bajo el Primer Cónsul Napoleón Bonaparte, quien más tarde se convirtió en subordinado del Emperador Napoleón .

  3. Techo de cristal es una barrera invisible y metafórica que impide a las mujeres ascender a puestos de alta dirección en el ámbito laboral, a pesar de tener las capacidades y la preparación necesarias. Se refiere a los obstáculos no escritos, basados en prejuicios y estereotipos, que limitan el avance profesional de las mujeres.

  4. Brisa Edeny Reséndiz Reyes.- Con el seudónimo Brisa de utopías, Brisa Edeny Reséndiz Reyes ganó el primer lugar del Concurso nacional preuniversitario de ensayo político Tres problemas, una solución: México. Ella pertenece al Colegio Voluntad de Acero (Lázaro Cárdenas, Michoacán). Primavera, núm. I, año I, 2006.

  5. El relativismo es una doctrina filosófica que sostiene que no existe una verdad absoluta, sino que todas las verdades, juicios o valores son relativos al individuo, la cultura, la época o el contexto en que se formulan. Esto implica que el conocimiento, la moral o la percepción son subjetivos y dependen de las circunstancias particulares, en contraposición a las verdades universales e inmutables que, si se acepta en un campo moral, no hay cómo impedir que se propague a otros.

 

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