Penélope MARTÍNEZ CAMPOS*
SANTIAGO DE QUERÉTARO, QRTO.- Siempre he encontrado inspirador observar a las personas mayores que, a pesar del paso del tiempo, continúan viviendo de manera activa, con cuerpos fuertes y mentes agudas. Visualizo el momento en que, después de haber acumulado una gran sabiduría a lo largo de los años, se sigue gozando de una vitalidad e independencia que permiten saborear cada pequeño placer de la vida, y esto me resulta fascinante y alentador.
Pues en distintos sitios del mundo, hay lugares conocidos como “Zonas Azules”, donde la idea de vivir más y mejor es una realidad. Las personas en estas regiones no sólo viven más tiempo, sino que lo hacen con una salud envidiable, libres de enfermedades crónicas y con una energía que parece desafiar el paso del tiempo. ¿Qué tienen en común estos lugares y qué podemos aprender de ellos para mejorar nuestra calidad de vida?
Según Poulain, una Zona Azul es un área donde la gente vive mucho más tiempo que en las regiones vecinas, y esa longevidad excepcional está validada con índices como la Prevalencia de Centenarios, la Tasa de Centenarios y el Índice de Longevidad Extrema. Lo interesante es que, aunque a simple vista estas zonas, como Okinawa en Japón, la Península de Nicoya en Costa Rica, Loma Linda en California, Icaria en Grecia y Ogliastra en Cerdeña, Italia, parecen muy distintas en cultura, geografía y estilo de vida, al mirarlas más de cerca se descubren patrones comunes que podrían ser la clave de su longevidad.
Uno de los aspectos más fascinantes de estas zonas es la dieta. En Okinawa, por ejemplo, la alimentación se basa en vegetales, tofu, pescado y cantidades moderadas de carne. Tienen un dicho popular, “Hara Hachi Bu”, que significa “comer hasta estar un 80% lleno”, lo que les ayuda a llevar una dieta controlada en calorías. Por otro lado, en la Península de Nicoya, la dieta se centra en “las tres hermanas”: maíz, frijoles y calabaza, alimentos que han nutrido a sus habitantes por generaciones y ricos en nutrientes esenciales. De la mano de la alimentación, está un estilo de vida activo, juntos, parecen ser la fórmula ideal para una vida longeva. Y no sólo eso, la restricción calórica y las dietas basadas en plantas también activan procesos moleculares que favorecen la longevidad, como la activación de la proteína quinasa por AMP (AMPK) y la inhibición de la vía de mTOR, ambas conocidas por sus efectos antiinflamatorios y antienvejecimiento.
Como ya mencionamos, la actividad física es clave, aunque no de la forma en que la entendemos en las sociedades modernas. All[i, la gente no va al gimnasio ni sigue rutinas específicas de ejercicio; en cambio, su día a día está lleno de movimientos naturales que mantienen al cuerpo en forma. En Cerdeña, por ejemplo, muchos centenarios son pastores que caminan largas distancias todos los días, mientras que, en Nicoya y Okinawa, trabajar la tierra y realizar tareas domésticas se convierte en horas de ejercicio sin que lo noten.
Pero no todo se trata de lo que comemos y cómo nos ejercitamos; la interacción social y tener un propósito en la vida también son fundamentales. Por ejemplo, en Loma Linda, los Adventistas del Séptimo Día, que forman la mayoría de la población en este lugar, combinan su fe con la salud, ya que, para ellos, cuidar del cuerpo es una forma de honrar a dios, lo que los motiva a seguir una dieta vegetariana, evitar el tabaco y el alcohol, y mantener una rutina de ejercicio. Por otro lado, en Okinawa, el concepto de “ikigai” – la razón para levantarse cada mañana – juega un papel crucial, puede ser cuidar de la familia, cultivar un huerto o simplemente disfrutar del presente con amigos, pero tener una misión en la vida es común entre quienes superan los 100 años en estas regiones.
Por otro lado, el manejo del estrés y la buena salud mental son esenciales para la longevidad, y en las Zonas Azules lo tienen muy claro. Allí, las personas han encontrado formas efectivas de manejar el estrés, ya sea a través de la meditación, el yoga o participando en actividades comunitarias y sociales, donde las conexiones positivas y un profundo respeto por el medio ambiente juegan un papel crucial. Este enfoque no sólo prolonga la vida, sino que también mejora su calidad al reducir los riesgos de enfermedades crónicas. En Cerdeña, por ejemplo, la familia es el centro de todo, y los lazos fuertes entre sus miembros son fundamentales para la salud mental y física. Asimismo, en todas las Zonas Azules, hay una preocupación genuina por el entorno natural, lo que se refleja en un estilo de vida que minimiza el impacto ambiental y promueve la sostenibilidad.
Por último, el sueño reparador es otro factor importante, ya que la mayoría de los habitantes de estas regiones siguen el ciclo del sol, acostándose temprano y levantándose al amanecer. En Icaria, aquellos que practican la siesta regularmente tienen menores niveles de estrés y una mejor salud cardiovascular.
En definitiva, las Zonas Azules nos enseñan que la longevidad y una vida plena no son resultado de milagros, sino de encontrar armonía en nuestros hábitos: una alimentación basada en plantas, actividad física natural, relaciones significativas, un propósito claro en el día a día, una buena gestión del estrés, así como el respeto y cuidado de nuestro entorno natural.
Envejecer no debería significar volverse frágil o inútil, sino abrazar una etapa llena de vitalidad y significado. Y la buena noticia es que no hace falta vivir en Okinawa o Cerdeña para lograrlo; podemos crear nuestra propia Zona Azul adoptando estas prácticas en nuestra vida cotidiana. Al final, todo se reduce a cómo elegimos vivir cada día.
*Bióloga egresada de la Facultad de Ciencias de la UNAM con maestría en Neurobiología y candidata a doctor en Ciencias Biomédicas. Por muchos años ha sido profesora y ha colaborado en diversos programas de divulgación científica. Sociedad de Científicos Anónimos Querétaro
cientificosanonimosqro@gmail.com
https://cientificosanonimos.org/