Arturo DIEZ*

LEÓN, GTO.-Cuando levantar el pie para dar un nuevo paso implica un esfuerzo inmenso para los músculos exhaustos de las piernas, el momento en que los brazos permanecen juntos al cuerpo para evitar el cansancio del movimiento y a pesar de usar la nariz y la boca para inhalar profundo sentir el oxígeno apenas medio rozar los pulmones; basta un ligero soplo del volcán, un paso blando sobre la grava resbalosa o una piedra que de pronto se desprende para exigirle un reflejo rápido a los músculos, y el oxígeno entra de golpe en una inhalación rápida que hace circular la sangre para que brazos y piernas se aferren a cualquier asidero: manos y pies se sumergen en la piel de grava y tierra, se encarnan al volcán.

Mientras anoto esto en el celular en un parque, miro a una niña arriba del pasamanos llorando. Una pierna suya vuela entre un tubo y otro. La otra, permanece flexionada y tensa en el tubo superior, sus manos aferradas a los bordes metálicos. Inmóvil, llora porque se le resbaló un pie y teme que al moverse termine por caerse. Otros niños se acercan para intentar auxiliarla. Ella niega con la cabeza, no confía ese equilibrio logrado para no caer, en ellos. Me acerco, la tomo por los hombros con cierta presión impulsándola ligeramente hacia arriba. Le digo que ponga el pie que vuela sobre el tubo inferior y sin soltarla, le indico que vaya pisando hacia atrás como si bajara una escalera. Contiene el llanto, me hace caso, logra pisar suelo firme otra vez. Me agradece y se va caminando lentamente. Mira al pasamanos en la distancia. Vuelvo a sentarme y continúo:

No somos conscientes de este aire que respiramos, de este equilibrio que damos por descontado. Sí, ya sé, sistema simpático y parasimpático. Nos causa terror perder el equilibrio. Palabra que usaban los economistas y que cada vez se vuelve más de uso común: precariedad. Economía precaria, precariedad laboral. Perder el equilibrio del cuerpo nos hace concentrarnos en el instante y olvidarnos de todo lo demás: problemas, deseos, sueños. Lo importante es sobrevivir. Y el aire que llega otra vez a los pulmones es un alivio, como respirar al amanecer junto a la persona amada. ¿Cuál es el respiro tras la precariedad laboral? Sentir un suelo firme, me imagino, tener un problema menos, lo supongo; hace más fácil no deprimirse, me dijo una amiga.

Cumplí 30 años hace un mes y decidí ir al Iztaccíhuatl para celebrarlo. Caí varias veces en las rampas de grava, pues no llevé bastones. Vi los glaciares que quizá en unos años ya no estén. Llegué por primera vez en mi vida a los 5 mil metros de altura. Mirando al Popocatépetl echar una fumarola, aferrando mis pies a la tierra, sentí pasar con resistencia el aire a mis pulmones. Volví a mi cuerpo otra vez, deseo que este instante dure.

*Nací y crecí en Xalapa. Estudié ciencias de la comunicación en la UNAM y en mi tiempo libre me aficiona leer para vivir otras vidas, así como escribir para contar algo de la mía.

Contacto: arturodiezg@outlook.com y arturodiezgutierrez.wordpress.com

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