Alexandra MARTINEZ DE AGUILAR*
Conforme transcurren los años, es más evidente la escasez de agua; es un hecho que ya no puede ocultarse y lo que ocurre en Nuevo León, principalmente la Zona Metropolitana de Monterrey, es una estampa de lo que se avecina en todo el país y para muestra, está Baja California seguida de Coahuila, Aguascalientes y Querétaro.
El 12 de julio de este año, la Comisión Nacional del Agua (Conagua), declaró el inicio de la emergencia por sequía severa, extrema o excepcional en cuencas en nuestro país. La razón es que varios municipios del país tienen abastos de agua menor del 80% del que necesitan y casi siete de cada diez municipios en México están siendo afectados por desabasto de este líquido, aunque no todos tienen escasez.
Asimismo, informó que este 2022 es el que más sequía representa para el país: en marzo, 74% del territorio nacional se ubicó en la categoría de “anormalmente seco” y el 46% estuvo clasificada de “moderada a excepcional”.
Si a esos datos le sumamos que, de acuerdo con el Informe de políticas de ONU-AGUA sobre el Cambio Climático y el Agua de la organización Un Water, por cada grado de calentamiento global, aproximadamente un 7% de la población mundial estará expuesta a una disminución de al menos 20% de los recursos hídricos renovables; que hay explotación de este recurso por parte de algunas empresas; que hay una mala urbanización; que no hay una planeación que permita aprovechar mejor este recurso como en la creación de programas de riego donde se estima que se desperdicia un 70% del agua; y que hoy en día aún existe una población que no tiene acceso al servicio de suministro de agua potable o cuyo servicio es deficiente en su cobertura, en el alcantarillado y saneamiento, nos encontramos ante un panorama nada alentador.
La sequía por la que atraviesa nuestro país es cosa seria porque así como limita el acceso al agua, también perjudica al campo comprometiendo las cosechas además que miles de hectáreas no pueden ser usadas para siembra; incrementan los precios de ciertos productos; fomenta el desempleo de quienes lo trabajan al verse afectado el ciclo; disminuye la producción de forrajes y se pierde el ganado.
¿Qué nos ha llevado a no tomar consciencia de la sobreexplotación y mal uso de este recurso durante años? ¿Nos esperaremos a estar en la misma situación que en Nuevo León para darle la importancia a este tema?
La respuesta para contribuir a lograr una mayor eficiencia en el uso del agua debe orientarse a la industria, la agricultura y el servicio doméstico, así como en una inversión sostenida dirigida a infraestructura, presas, acueductos y plantas tratadoras, además de hacer lo propio para que el cambio climático y el cuidado del medioambiente sean fundamentales.
Todo ello requiere de un compromiso real de cada uno de nosotros, del gobierno y las empresas para que prioricen acciones dentro de una planeación hídrica integral. Y si no se hace algo hoy, ¿cuándo?
*Licenciada en Ciencias Políticas interesada en aprender continuamente de todo y de todos, y articulista en los periódicos Matlalcuyetl y Consensos de Tlaxcala.