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Selene PADILLA*

Daniela caminaba por las calles de la colonia Condesa en la ciudad de México, que bella era esa zona de la ciudad, le parecía de cuento de hadas, sim embargo, esa belleza contrastaba con los sentimientos de su interior, la soledad en aquella cuidad enorme se hacía pesada, no encontraba trabajo y los gastos comenzaban a correr.

Deseo en ese momento con todas sus fuerzas estar con su familia, regresar a Oaxaca olvidándose de querer conquistar el mundo del arte en el gran monstruo de la capital del país.

Le apasionaba escribir y soñaba con ver sus libros en venta en las más prestigiosas librerías, pero la presión económica la estaba comiendo, no tenía a quien pedirle ayuda y ya solo tenía ahorros para pagar dos meses del departamento que compartía cerca del parque España; posiblemente había gastado los ahorros de su vida en esa aventura que estaba por terminar.

Empezó a llover muy fuertemente mientras caminaba a casa, pero por fortuna pasaba enfrente de un café que se llamaba la chocolatería, el lugar estaba vacío y necesitaba refugiarse así que decidió gastarse lo que le quedaba en pedir un chocolate con pan, estaba la lluvia muy fuerte, lo mas probable era que durase toda la noche, tal vez lo mejor que podía hacer era hacer sus maletas al otro día.

Que diferente le sabía la comida, nada que ver aquel chocolate con el que podía degustar en Oaxaca y del pan ni se diga al dar la primera mordida a aquel cuernito le supo a plástico, así también de feo fue probar el queso Oaxaca de los supermercados, era como morder y deshacer un plástico blando.

Pensaba que si estuviera en Oaxaca sus amigos disfrutarían con ella un verdadero chocolate y un delicioso pan que estuviera hecho con amor y supiera a amor, en esos momentos deseo no haber crecido, seguir siendo la niña que atravesaba la sierra con su familia para visitar a los abuelos.

Pensaba en que sería de  Mariano, le habían dicho que se había casado, definitivo que como se le dieron las cosas fue un error el dejarlo por el espejismo de la gran ciudad

En ese momento entró una muchacha de estatura mediana, pelo largo y rubio con un cuerpo muy bonito, la chica estaba empapada, no traía sombrilla ni impermeable, camino ala barra del café para pedir un capuchino y se le quedó mirando a Daniela que se había sentado en una mesa frente a la barra.

La chica le dio una sonrisa al mismo tiempo que preguntaba si podría sentarse con ella.

Daniela se sentía tanta necesidad de compañía que aceptó y la chica le presento a la perrita que llevaba con ella, Daniela no le había puesto atención hasta que el animalito se echó a los pies de su dueña, estaba muy simpática, su dueña le había puesto un impermeable y botitas para proteger sus patas de la lluvia.

Daniela al ver a la simpática mascota recordó a su travieso sultán, que hermoso fue ese perro, atravesaba el solo toda la ciudad paseando para después, regresar a casa, el contacto con la mascotita le hizo responder a la plática de la chica.

Sin más ni mas a los quince minutos la chica ya estaba contando todas sus desgracias sentimentales gracias a un novio machista que le había llevado a que le practicaran un aborto.

Daniela no entendía por qué le contaba cosas tan intimas a una completa extraña, al escucharle pensó que sus problemas actuales eran pocos comparados con los de esa chica.

Vivo a dos cuadras si necesitas algo, pregunta por mí y le escribió su dirección en una servilleta mientras Daniela pensaba que era un buen detalle, pero claro que no iría en aquella ciudad había que desconfiar de todo y de todos.

Cuando la chica se fue con su mascota que la seguía se había quedado con un sabor amargo de aquella plática, sintió mucha tristeza por aquella chica, pero a la par apareció Oaxaca, con sus colores, sus sabores, su familia y entendió que su lugar la estaba esperando.

 

*Comunicóloga con Maestría en Habilidades Empresariales, locutora y actriz. FB: Selene Padilla Desgarennes

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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