Andrea M. BAUTISTA VALDEZ *
Dentro de la legislación mexicana se encuentra estipulado que las mujeres y los hombres tenemos los mismos derechos, pero ¿realmente es esto cierto? ¿realmente las mujeres gozan de las mismas facultades frente a los hombres? Pues bien, para contestar esta pregunta basta con mirar a nuestro alrededor y observar que en la vida cotidiana esto no es así, la mayoría de las mujeres hemos tenido que cargar con las brechas de desigualdad y discriminación que han existido en nuestra sociedad.
A las mujeres se nos ha “otorgado” por años la idea de cuidar de la casa, de los hijos y de toda la familia, y aunque esto no es malo; en la actualidad, muchas de nosotras deseamos romper con esos paradigmas, pero cuando vamos dispuestas a hacerlo, nos enfrentamos a las realidades, ya sea en la casa, en la familia, con las amistades o en el ámbito laboral. Dentro del ámbito profesional, la ausencia de las mujeres, sigue siendo significativamente alta, solo observemos que los puestos directivos son ocupados en su mayoría por hombres, y que sin duda, muchos de ellos cuentan con familia, casa e hijos, pero logran equilibrar su vida laboral y familiar sin mayor problema, pero cuando una mujer acude a solicitar trabajo, esta debe pasar por varios filtros para ver si es idónea para el puesto que solicita, y es ahí donde muchas no logran obtener el trabajo deseado.
La primera situación a la que nos enfrentamos las mujeres, ya sea con familia bajo nuestra responsabilidad o sin ella, es la edad; la mayor parte de las empresas solicitan personal con las famosas leyendas “disponibilidad de tiempo” y “experiencia comprobable”; pero si soy joven y recién egresada de la Universidad ¿de dónde obtendré la experiencia si seré rechazada de miles de empleos por no haber trabajado antes? o si tengo hijos y familia que cuidar, ¿cómo lograré equilibrar ambas cosas? Otras situaciones a las que desafortunadamente nos enfrentamos son: la apariencia física, peso, talla, forma de vestir, condición socioeconómica, cultura u orientación sexual; ¿acaso una mujer joven, madre soltera, indígena, recién egresada de la Universidad o con hijos no es capaz de tener un cargo público o privado importante?
Claro que puede, pues ninguna de esas características debe determinar nuestro desempeño dentro del ambiente laboral, ninguno de esos factores debe contar al momento de solicitar empleo, ninguno debe determinar el salario que debo ganar, ni ser motivo para que yo gane menos que mi compañero de trabajo. Por el contrario, la forma en la que realicemos nuestras obligaciones, la proactividad, nuestras aptitudes, actitudes, el liderazgo y demás habilidades para alcanzar las metas de carácter laboral, es lo que realmente debe importar y no la apariencia, tiempo o la edad.
Cuantas de nosotras no conocemos a alguna mujer que gana menos que sus demás compañeros solo por ser mujer o por no cumplir con los estereotipos sociales, pero que, a pesar de tener otras responsabilidades fuera de su empleo, hace excelente su trabajo; o la que sigue ocupando el mismo puesto por años, porque sus jefes no quieren que ella sobresalga; o la que es joven y solo hace trabajos superficiales, porque como no tiene experiencia no debe hacer más; o la que es madre y debe ganar poco porque trabaja pocas horas. En fin, variedad de situaciones que vivimos día a día, ya sea por desconocimiento de nuestros derechos, por omisiones o simplemente porque la situación de desigualdad es demasiado evidente.
No obstante, existen muchas medidas que ya se han implementado en nuestro beneficio, las cuales nos han permitido ir escalando esa montaña de obstáculos para abrirnos camino en el ámbito laboral, cultural, económico, político, social y hasta personal; pero debemos seguir insistiendo en que, para el gobierno y las empresas no solo seamos una “cuota” que se debe de cumplir, sino que verdaderamente se nos abran oportunidades para nuestro desarrollo y crecimiento.
Como mujer, joven y recién egresada, considero que la experiencia se adquiere día a día, y con las herramientas que nos brinda la tecnología, nuestro empeño y las oportunidades que se nos brinden, las diferencias se difuminan, pudiendo ser capaces de desarrollar, aportar y aprender en el ámbito en que nos desenvolvamos, para crecer como personas y profesionales.
*Joven abogada, integrante de Corporativo Ramírez Luna.