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Jasmina HARTIANA*

He tenido una hermosa tarde. Me ha tocado presenciar un atardecer de invierno con nubes dispersas cargadas de brisa. Recorrí algunos sembradíos con riego que olían a tierra mojada. A diferencia de las últimas semanas, casi no había tráfico. Fue una tarde de esas que te hacen olvidar o quizás te hacen indolente ante la belleza imponente de la naturaleza.

Por unos minutos, las molestias del presente se diluyeron. Sí, era una tarde de esas en las que te sientes cobijada por el mismísimo Dios y que éste no resulta tan misógino como la biblia lo describe. Debo confesar que hacía mucho tiempo que no me sentía así, calmada, sin miedo al futuro, dejando a un lado tantas preocupaciones y sin que la interminable lista de obligaciones pasará por mi mente.

Hubo un sentimiento ahí, uno que siendo sincera, no frecuento demasiado. Me sentí agradecida por estar viva y ser testigo de esa tarde serena que me invitaba en cierta medida a confiar, aunque sólo fuera por ese presente pasajero.

Es verdad, las desgracias se nos han acumulado en tan solo dos años. Es como si nos tocará pagar la factura de nuestros excesos, pero saben, ante la majestuosidad de la vida poco importan nuestros pecados. La vida sigue y seguirá; lo bello es inevitable.

Al finalizar el año anterior me sentía como en una olla de presión; la carga de trabajo, los problemas y las riñas incluso con aquellos que no hacen más que desquitar sus miedos en los otros, me aprisionaban. Quizás por eso el agradecimiento, porque sin planearlo, el universo me permitió tener  un momento de paz y también algo de espacio a solas, conmigo misma, ya que demasiados pendientes y chambas me impedían escucharme y de cierta manera, disfrutarme.

Yo no tengo idea de cuándo acabe todo esto e incluso, a veces, imagino que se puede poner peor, pero la única certeza que tengo es que no será para siempre y que aún dentro de la tormenta, puedes encontrar lugares de resguardo íntimo, lugares que te recuerdan lo lindo de estar vivo. Y si todavía te queda energía, poder agradecerle a los Dioses, a las Diosas, al Universo, a la Universa, al planeta o a la tierra,  por dejarte conectar con la sublime calma.

*Soy fotográfa y cuentista.Cuentos: Anabel, Miel con veneno, Imágenes que cuentan, Entretenimiento para Adultos, El Cerrajero, y la Chica del Tutu. jazminahartiana@hotmail.com

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