De Oaxaca a Chihuahua, de sur a norte, de este a oeste, la fuerza de las mujeres no tiene límites.
Claudia Hoppy BAUTISTA*
CHIHUAHUA, CHI.- El poder de la sororidad
Por todos lados se escucha “8M”. Desde casos innombrables hasta situaciones cotidianas que ni siquiera parecen desigualdad, algunas tan atroces que parecen irreales y otras tan comunes que pasan desapercibidas hasta que las vives en carne propia.
Yo he sido privilegiada. No porque todo haya sido fácil, sino porque he caminado de la mano de mujeres extraordinarias. Mi historia está tejida por generaciones de mujeres valientes.
Mi abuela materna, Elva, fue una adelantada a su tiempo, al igual que su madre, quien ideó métodos anticonceptivos caseros para decidir sobre su cuerpo en un mundo que no le daba esa opción. Mi madre, Rosy, fue una visionaria, con tres hijas, en contra de todo pronóstico y a pesar de las exigencias de su compañero de vida, logró su licenciatura en psicología; trabajaba, era madre y, mientras el mundo dormía, estudiaba. En su foto de graduación, la veo hecha un suspiro, apenas 50 kilos de determinación absoluta, y a su lado, yo, una niña de apenas 12 años con frenos en los dientes, aprendiendo con su ejemplo que las mujeres rompemos barreras, cueste lo que cueste.
Tuve maestras que marcaron mi camino: Luisa Torres, Gloria Juárez, Martha Mao. Mujeres exigentes, fuertes, inolvidables. Recuerdo a Malicha, la encargada de la biblioteca, quien siempre me regalaba un dulce de fresa para el alma. Mujeres que, sin saberlo, me enseñaron que la sororidad también está en los gestos pequeños.
Las mujeres que me han sostenido
Muchas de mis grandes amigas se convirtieron en mis comadres. Rosío Erives y Yely González han sido un pilar en los momentos más duros, apoyando a mis hijos cuando más lo necesité y, hasta la fecha, siguen haciéndome fuerte. Mis hermanas, Gaby, una artista de talla internacional con quien he tenido el honor de trabajar como su PR, y Nadia, mi Pepe Grillo, ecuánime y brillante, una de las mejores psicólogas de México.
En mi camino profesional, también encontré aliadas como Marisol Gándara, quien me recibió en Cancún cuando hice mis prácticas en el Fiesta Americana Condesa. En la industria maquiladora, mujeres extraordinarias me abrieron puertas: Normita Becerra, Gaby, Lily, Luz Villalobos, Malena Olea. Ellas entendieron que el éxito se alcanza y se comparte.
Luego vino la enfermedad y ahí estaban todas, mi madre, mi hermanas, mis amigas, mis doctoras, Cristina Calleros y Flor de Té, y un ejército de 25 guerreras en Grupo Reto Chihuahua, mujeres sobrevivientes de cáncer de mama que me enseñaron a ver la vida con una fuerza renovada. Su líder Margarita Sotelo de Milán, ha creído en mí y me ha ayudado a crecer, personal y profesionalmente.
Redes de mujeres, redes de poder
Llegué a BNI y, con él, conocí a mujeres de BNI Oaxaca que me han mostrado el verdadero significado de la sororidad: Amanda y Karla. Gracias por ver en mí lo que hay en ustedes. Somos espejo. Gracias por darme esta oportunidad de escribir hoy en esta increíble revista mujeres Shaíque.
En CONFETUR, el Consejo Femenino de Especialistas en Turismo de Chihuahua, rodeada de mujeres llenas de historia, experiencia y sororidad, encontré a líderes en turismo que siguen rompiendo barreras… y vamos por más.
En el Consejo Coordinador de Mujeres Empresarias (CCME), que llegó a mi vida hace tres años, comprendí cuán privilegiada ha sido mi historia. Ha sido un honor caminar junto a mujeres como Jenny Jacinto, quien me invitó a formar parte, Sofía Pérez Gasque y mi actual presidenta, Patricia Martínez, así como un grupo increíble de empresarias.
El CCME también me mostró el gran compromiso que tengo para seguir abriendo brecha. Porque tengo una hija, Fernanda Helena, y un hijo, Roberto Elías. Y quiero que crezcan en un mundo más equitativo.
La desigualdad aún existe
Sin embargo, también me he topado con desigualdades brutales. Un proceso judicial injusto me ha puesto en una situación económica difícil, simplemente por la falta de equidad en las leyes. La manutención de una familia a cargo de una mujer, aún en tratamiento contra el cáncer de mama, fue determinada por otra mujer con base en normativas equivocadas.
Desde hace siete años enfrento una de las batallas más difíciles de mi vida: una lucha económica impuesta por un sistema que aún no es justo para las mujeres. La responsabilidad de sostener un hogar recayó en mí, como en tantas mujeres en México. Incluso en medio de un tratamiento contra el cáncer, porque las leyes, escritas por y para otros, aún no entienden lo que significa ser mujer y sostener una familia.
Y, por otro lado, también he visto mujeres que, en lugar de impulsar, cierran puertas. A veces, por el simple hecho de no entender que cuando una mujer se levanta de las cenizas, su fortaleza es difícil de destruir.
Un llamado a la verdadera sororidad
Por eso, este 8 de marzo hago un llamado a la verdadera sororidad. No basta con discursos, hashtags o un día de lucha. La sororidad es un compromiso diario. Es negarse a hablar mal de otra mujer. Es tender la mano aunque no sea tu amiga, aunque no sea la persona que elegiste como líder.
Porque cada mujer que avanza, nos abre camino a todas.
No permitamos que nos dividan, que nos enfrenten, que nos apaguen. Si una brilla, brillamos todas.
Hoy lo hago por ti, Fernanda Helena, mi hija y también por ti, Roberto, mi hijo, porque quiero que crezcan en un mundo donde ninguna mujer en su vida sea atropellada, minimizada o invisibilizada. Porque el cambio no es solo de mujeres para mujeres, sino de humanos para la humanidad.
Abramos brechas, alumbremos caminos.
*Soy Claudia Hoppy Bautista especialista en Relaciones Públicas y conexión de sueños en una botella.
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