Penélope MARTÍNEZ CAMPOS*
SANTIAGO DE QUERÉTARO, QRTO.- La gratitud es una emoción compleja que puede observarse desde dos ángulos: el personal y el social. En su dimensión personal, se manifiesta como la capacidad de apreciar lo valioso y significativo en nuestras vidas, desde un agradecimiento general por lo que nos rodea, hasta el goce por los pequeños momentos cotidianos, como el olor de la lluvia o el color de las hojas en otoño. En su aspecto social, surge cuando recibimos un acto de bondad inesperado, lo que nos conecta profundamente con los demás y crea un lazo invisible pero poderoso que nos impulsa a reconocer y devolver esa generosidad.
En los últimos años, la ciencia ha demostrado que este sentimiento no es sólo agradable; es una fuerza transformadora. Diversas investigaciones han revelado que practicarlo regularmente puede llevar a mejoras tanto físicas como emocionales, e incluso contribuir a una vida más larga. Un ejemplo de esto lo encontramos en los estudios de Diniz et al. (2023), que mostraron cómo las intervenciones basadas en la gratitud reducen significativamente los síntomas de depresión y ansiedad, al tiempo que promueven una mayor estabilidad emocional. Enfocarse en los aspectos positivos de la vida rompe con el ciclo de pensamientos negativos que pueden llevar a la ansiedad o la depresión, favoreciendo un estado mental más resiliente y equilibrado.
Uno de los efectos más interesantes de esta práctica es su influencia en el sueño. Varios estudios han encontrado que las personas agradecidas tienden a dormir mejor, ya que sus pensamientos, al final del día, están dirigidos hacia lo positivo, reduciendo así el estrés y la rumiación nocturna. Un estudio publicado en The Journal of Positive Psychology mostró que aquellas personas que escribían en un diario de gratitud antes de dormir no sólo conciliaban el sueño más rápidamente, sino que también reportaban una mayor calidad en el descanso. Pero los beneficios de llevar un diario no se limitan al ámbito del descanso; también dejan huella en el plano físico. Un estudio realizado por Jackowska et al. (2016) reveló que esta práctica contribuye a reducir la presión arterial diastólica, un indicador clave de la salud cardiovascular. Además, las personas agradecidas presentan mejores biomarcadores de salud, como niveles más bajos de inflamación, lo que es crucial para prevenir enfermedades crónicas como las cardiopatías.
La “Teoría del Recordatorio y la Unión” (Find, Remind, and Bind Theory) proporciona una explicación clara de por qué esta emoción tiene un impacto tan poderoso en nuestras relaciones interpersonales. Según esta teoría, nos recuerda los actos de bondad que hemos recibido y fortalece nuestros vínculos sociales. De hecho, las investigaciones han demostrado que las personas con redes de apoyo más sólidas tienden a tener mejores respuestas inmunitarias y se recuperan más rápidamente de enfermedades.
Pero sus efectos no se limitan sólo al cuerpo y la mente; también tocan el ámbito espiritual. Según un estudio de Elosúa (2015), la gratitud ayuda a las personas a encontrar un sentido más profundo de propósito y conexión con algo mayor que ellas mismas. Este aspecto es especialmente relevante en momentos de dificultad, cuando el sufrimiento parece abrumador. En estos casos, ofrece una perspectiva más amplia, ayudando a mitigar el dolor emocional y a enfrentar los desafíos de la vida con mayor equilibrio. Además, nos prepara para el futuro. Un estudio reciente en adultos jóvenes mostró que las personas agradecidas no sólo se sienten mejor en el presente, sino que también están mejor equipadas para enfrentar los desafíos que están por venir. Esto se debe a que la gratitud no es sólo una herramienta de autorregulación emocional, sino una estrategia que aumenta la resiliencia y fomenta el apoyo social.
Incorporar la gratitud en nuestra vida diaria es una forma sencilla pero poderosa de favorecer nuestro bienestar. Cada pequeño gesto de agradecimiento, cada reflexión sobre lo positivo nos ayuda a mantener una perspectiva equilibrada, incluso en los momentos difíciles. No se trata de esperar a que lleguen grandes momentos para sentir gratitud, sino de encontrar valor en lo cotidiano. Al hacerlo, no sólo fortalecemos nuestra salud mental y física, sino que también cultivamos una actitud más abierta y resiliente ante la vida. Con el tiempo, este hábito puede cambiar la manera en que enfrentamos cada día, haciéndonos más conscientes de lo que realmente importa.
*Bióloga egresada de la Facultad de Ciencias de la UNAM con maestría en Neurobiología y candidata a doctor en Ciencias Biomédicas. Por muchos años ha sido profesora y ha colaborado en diversos programas de divulgación científica. Sociedad de Científicos Anónimos Querétaro
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