*Prascovia Camargo
A propósito del día internacional de la mujer y la creciente valoración del papel de la mujer en la sociedad, sus aportaciones y la vulnerabilidad en la que se ha encontrado por muchos años, quiero compartir una reflexión personal al respecto, que escribí años atrás y que sigue siendo vigente y actual a pesar del paso del tiempo.
Hablar de las mujeres es remontarnos brevemente a algunos momentos en la historia del movimiento feminista para poder ubicarnos en el presente del mismo y poder partir de un punto justificado. La lucha de las mujeres por sus derechos políticos comenzó en 1840; fue en Gran Bretaña y Estados Unidos que se asociaron en defensa de sus derechos recibiendo el nombre de sufragistas. Y a lo largo del siglo XX en diversos países se consiguió el derecho al voto femenino y con ello un cambio de rol en las mujeres, aunque aún era escasa su efectiva participación política. En México en los años cincuenta, se estableció el derecho al voto de la mujer mexicana. [1]
Desde el punto de vista del feminismo se busca el cambio en las relaciones sociales que conduzca a la liberación de la mujer -y también del varón- a través de eliminar las jerarquías y desigualdades entre los sexos. También puede decirse que el feminismo (…) pretende transformar las relaciones basadas en la asimetría y opresión sexual, mediante una acción movilizadora. [2]
Hoy en día, las consecuencias de este movimiento y de la celebración del día de la mujer se han extrapolado; las mujeres en su afán de igualdad han tomado un papel extremo, semejante al del hombre en el machismo, ya no sólo para pedir igualdad de voto y de respeto a sus derechos (a no ser discriminadas) sino una igualdad total entre hombres y mujeres; siendo que ambos, por su propia naturaleza son diferentes y complementarios al mismo tiempo, empezando por su anatomía, la forma de concebir el mundo, de relacionarse con él, de aprender, de procesar la información, de manifestar emociones, etc.
El papel en que se encontraba la mujer, en tiempos donde el machismo imperaba, era mayormente de vejación y desvalorización. Se hacía importante encontrar un equilibrio donde su dignidad e importancia como persona fueran reconocidas, sin caer en el menosprecio del papel masculino. Y se ha avanzado mucho al respecto, es importante reconocerlo, aunque aún hay áreas que conquistar. Lo anterior ha traído logros y ventajas dentro del género femenino, pero también ha propiciado un desequilibrio social en el momento en que, buscando la realización profesional, se ha pospuesto la unión matrimonial y se ha delegado la educación de los hijos; esto es, han cambiado las prioridades al privilegiar la realización profesional sobre la realización personal y la trasmisión de valores que, en mucho, era dado por las madres ha quedado vacante.
Muchas mujeres no han encontrado en el sexo opuesto una contención, pues económicamente puede salir adelante y profesionalmente está muy preparada, tiene un reconocimiento por parte de la sociedad, y sin embargo, puede experimentar un desequilibrio emocional. Las exigencias se vuelven mayores y las relaciones interpersonales entre hombre y mujer terminan siendo un tipo de transacción en donde se mide qué ofrece cada uno y si eso les conviene a ambos en su proyecto de vida personal.
La naturaleza de la mujer está dispuesta a la emotividad, a la sensibilidad y también a la maternidad. Esta última característica ha desatado polémica entre las mismas pues ello significa la postergación o una renuncia (parcial o total) de su proyecto de vida. Y aunque el papel de sumisión como esposa y madre ha sido fuertemente criticado y despreciado, finalmente, sin ser sometida, puede contribuir a una realización plena de su ser mujer. El éxito profesional en la mujer no ha llenado, en muchos casos, sus expectativas y anhelos, buscando de una u otra forma la realización de la maternidad, con o sin el acompañamiento de un varón.
Es un gran reto para las mujeres encontrar un equilibrio entre realizarse profesionalmente y llenar esa necesidad de emotividad en un matrimonio y una familia. Pero no es imposible. La sociedad de hoy exige demasiado a la mujer, contradictoriamente esto como una conquista del feminismo, viéndose obligada a cumplir múltiples roles; sin embargo, así como el machismo, el feminismo es un extremo del mismo lazo. Ambos extremos alejan a hombres y mujeres de su complementariedad natural. El Hombre no fue hecho para estar solo, podemos leer en la Biblia; las características de ambos géneros en el trabajo, en la academia, en el matrimonio permiten una visión completa de la realidad. Suprimir el papel de alguno de los dos o sobajarlo, es romper con la sabiduría de la naturaleza -de Dios- y hacer de nuestra cultura una semejanza con la dinámica económica, donde todo se mide por las ganancias y a través de números.
Me parece que es necesario rescatar, en las mismas mujeres, el gran papel que tienen (no para ocupar los puestos de los hombres) sino para sensibilizar al mundo de tanta (auto) destrucción. Imitar a los hombres, o querer superarlos en fuerza, priorizar la realización profesional por encima de “dar la vida” por una familia, explica un poco de las consecuencias que hoy en día tenemos de una sociedad fragmentada y disminuida en valores. El papel de la mujer, pensado por Dios, es llenar de esperanza a los hombres, y la esperanza que trae consigo una vida nueva trae también la oportunidad de que las cosas sean diferentes.
Al respecto, quiero compartir la siguiente aseveración:
“El hombre y la mujer son creados, es decir, son queridos por Dios: por una parte, en una perfecta igualdad en tanto que personas humanas, y por otra, en su ser respectivo de hombre y de mujer. <Ser hombre>, <ser mujer> es una realidad buena y querida por Dios: el hombre y la mujer tienen una dignidad que nunca se pierde, que viene inmediatamente de Dios su creador. El hombre y la mujer son, con la misma dignidad, <imagen de Dios>. En su <ser-hombre> y su <ser-mujer> reflejan la sabiduría y la bondad del Creador”[3]
El papel de la mujer no es superar al hombre, demostrarle que puede más que él, pues esa es una lucha entre los mismos hombres. La lucha por el poder solamente provoca división y desvía la importancia de las mujeres en la sociedad. No con esto quiero decir, que las mujeres sólo fueron hechas para tener hijos (como se ha dicho en el machismo) pero sí que es un gran don que poseemos y un privilegio del que el hombre no goza. Y además de ser madres y esposas, pueden desarrollar su potencial profesional, artístico, espiritual, dándole al mundo su talento, su obra, su sensibilidad; dejando de lado competir por encontrar un lugar pues de hecho, lo tienen ya bien ganado.
El día de la mujer es un reconocimiento a las mujeres que han superado enfermedades y sufrimientos con aceptación y entrega, aquellas que han dicho sí a la llegada de un nuevo ser, a las que han renacido de las cenizas, a las que además de sacar adelante su trabajo y estudios se entregan a una familia y buscan su bienestar, aquellas mujeres que han dotado al mundo de arte, ciencia, espiritualidad; en fin, es un reconocimiento a la Mujer que siendo ella misma, llena al mundo de belleza, de alegría, de amor.
Es un privilegio muy grande ser mujer, adentrarnos en nuestro ser y descubrir lo valioso que es nuestra existencia, lo trascendente que pueden ser las decisiones que tomamos y lo mucho que podemos influir socialmente. Te invito a reflexionar cuánto hemos podido conquistar, hombres y mujeres, para que en nuestra sociedad actual la voz y opinión de las féminas sean escuchadas y qué sociedad estamos construyendo desde nuestra trinchera, al tener un papel más activo; ya no se trata de una lucha sino de una conquista responsable, tanto de hombres como de mujeres, de mejorar y crear lazos sociales fuertes y confiables para nuestras nuevas generaciones y para las mujeres que vienen detrás de nosotros. ¿Tú qué estás haciendo al respecto?
PERFIL
Licenciada en Ciencias Políticas por la UPAEP, apasionada de la Antropologías Social y las artes, actualmente es servidora pública en el SAT Sede Puebla
[1] Serra Rojas, Andrés (1998) Diccionario de Ciencia Política. Fondo de Cultura Económica. México
[2] Gamba, Susana: “Feminismo: historia y corrientes” (2008) en Diccionario de estudios de Género y Feminismos. Ed. Biblos
[3] “Númeral 369” (2001) en Catecismo de la Iglesia Católica. Coeditores Católicos de México, México