Cuando el insigne escritor ruso Fiódor Dostoyevski estaba prisionero en Siberia, alejado del mundo, entre cuatro paredes y cercado por desoladas llanuras de nieve infinita; y pedía socorro en carta a su lejana familia, sólo decía: «¡Enviadme libros, libros, muchos libros para que mi alma no muera!». Tenía frío y no pedía fuego, tenía terrible sed y no pedía agua: pedía libros, es decir, horizontes, es decir, escaleras para subir la cumbre del espíritu y del corazón. Porque la agonía física, biológica, natural, de un cuerpo por hambre, sed o frío, dura poco, muy poco, pero la agonía del alma insatisfecha dura toda la vida. Federico García Lorca.
Fotografías: Jorge Luis Plata
Locación: Café Antropomorfo
A principios del 2020 la pandemia llega a México y nadie estaba preparado para tal odisea, todas las actividades fueron interrumpidas, el entorno era desalentador no había esperanza alguna.
En este encierro de sobrevivencia, Alexander Grutas se adentra en el mundo de las artes plásticas. Una tarde, refugiado en su habitación sufre una crisis existencial, y en un escape mental, como en un deseo del niño interior que echa un vistazo en su pasado, le llega un recuerdo. Se ve frente a la multitud, sus pies anclados en el centro de la plaza cívica, sus ademanes llevan la fuerza y su voz el ritmo de la poesía, apenas alcanza a mirar algunos ojos que lo observan, unos lo ven con mirada atónita y otros con desinterés, esa mañana llegó tarde a la escuela, la ceremonia ya había comenzado, la maestra lo buscaba, pendía de un hilo su participación, no tenía buenas notas y era distraído en clase, pero la maestra vio en él algo brillante y apostó por eso. Por su parte Alexander amaneció sin ganas de ir a la escuela y menos de recitar, aquello fue una casualidad, el compañero que recitaba enfermó y él levanto la mano (sólo por levantarla) cuando la maestra hizo la propuesta, tres días de ensayo y a ella le pareció excelente. Algo pasó dentro de él porque al final sí fue a la escuela, llegó antes que terminará la programación, quería disculparse, la maestra al verlo lo puso a recitar, él asintió con la cabeza sin decir palabra. Todo salió bien, cuando lo miraron se puso nervioso, cerró los ojos, agitó los brazos con fuerza y su voz se elevó para hacer el remate final de su declamación, y después de un silencio largo se escucharon los aplausos.
En su habitación, abre los ojos camina hacia la ventana ve la calle vacía casi sin vida y ese pasaje que llegó a su mente lo toma por sorpresa y le da un aire de nostalgia, encerrado, con la desesperanza de no poder salir, hace un recuento de sus habilidades para poder subsistir en el encierro recuerda que aparte de la poesía siempre le gustó pintar, escribir y hasta cantar. No recuerda en qué momento desistió de aquellas artes, ahora era aquel niño que declamaba poesía, que dibujaba trazos y escribía pequeñas frases que para él eran canciones, tomó un hondo suspiro y se alejó de la ventana y dijo una frase que para muchos puede resonar certera “si esta pandemia me va a quitar la vida prefiero morir haciendo lo que me gusta”.
Desde ese momento empezó su travesía, y toma como inspiración la pandemia, ¿Qué hay después de una catástrofe? ¿Habrá sobrevivientes? ¿Qué mutaciones tendrán los nuevos humanos? Como aquella vez, algo pasó dentro de él, que podía ver los rostros en llamas, cuerpos mutilados, incompletos, lugares destruidos, seres dimensionales, pequeños enigmas que fueron tomando vida en sus lienzos.
Sus pinturas sobre un fondo negro nos evocan a los espejos de las profundidades, desde la peste negra, pasando por un accidente nuclear en Chernobyl, hasta las bombas nucleares de Hiroshima y Nagasaki, etc. un recorrido poco frecuente, porque pasamos en alto el dolor y sufrimiento de las peores tragedias.
En estos oscuros espejos Alexander Grutas se refleja y nos invita a reflejarnos también, podemos vernos en la cima de nuestro potencial y atajados por lo más bajo y terrible de nuestros defectos.
Solo en los espejos conocemos la verdad, observando nuestra imagen certera podemos por fin conocernos, iniciar una sanación y darle alas a un alma insatisfecha, tomar una tragedia como la pandemia y reconstruirnos, rehacernos, tal como Alexander Grutas lo ha hecho con su serie y al final de cuentas salir victoriosos de estas Señales Post Apocalípticas.
A 4 años de la pandemia aún sigo pintando, (risas) no fue solo la punzada del momento, ¿Ha valido la pena? sí, ¿Ha sido difícil el proceso? claro, apostar por el arte es complicado, pero cuando amas lo que haces, hasta lo más cruel tiene sentido, te inspiras, le encuentras la forma para sacar algo bueno de todo eso.
Puedo decir que sigo en busca de mi estilo, cada vez más cerca, pero al final uno nunca termina de conocerse.
Actualmente Alexander Grutas ha participado en exposiciones individuales y colectivas, otra de sus series se llama “Frecuencias” donde busca la conexión espacio-tiempo con las fisuras del alma. Está pintando su más reciente serie de nombre “Delirios y Musas antes de la Aurora”, donde la primicia es capturar imágenes en el desvarío del amor y el insomnio. Creó una marca de playeras sobre sus obras pictóricas y arte en general llamada Gimme five. Como escritor, ha publicado en revistas literarias y en el libro colectivo “Asamblea de cantera. 25 años” edición 2015. Es diseñador gráfico y publicista de profesión, tallerista en pintura y serigrafía, y ha participado en charlas de lectura y poesía.
Sus obras las puedes encontrar en sus redes sociales y en el Café Mezcalería Antropomorfo ubicada en Tinoco y Palacios esq. Morelos col. Centro, Oaxaca.
Horario de 10:00 am a 9pm de lunes a domingo