Jasmina HARTIANA*
Por el pasillo “b” del aeropuerto con rumbo a la puerta diez, una mujer joven delante de mí balancea sus caderas detrás de un pantalón entallado, amplio al piso estilo los setenta. Lleva un top que deja ver parte de su espalda. Mientras se pierde en la multitud pienso que se necesita mucho valor para mostrarse de esa manera. Ahora con mis cuarenta años me cuesta mucho mostrar mi piel. Y no es que mis muslos sigan siendo fuertes. No sé por qué ya no lo hago. Aunque para compadecerme también pienso que resulta igual de valioso para una mujer madura mostrar sus arrugas y canas que se esconden en el cabello que cae mezclado sobre sus orejas.
Sentada en mi silla de espera, creo que los grandes sex simbols femeninas han sido duramente incomprendidas. Tanto como en el cine y la literatura. Quiero creer que a Monroe no le perdonaron en el fondo su libertad sexual que se encontraba ligada a esa inteligencia. La misma que le permitió deducir que nadie estaba dispuesto a convivir en serio con su forma de amar, gozar y entregarse. Quizás para la fragilidad masculina de la época resultaba amenazante, no nos engañemos para la actual lo sigue siendo. Y que decir de Anais Nin quien tuvo que patrocinar sus propias publicaciones para que todos pudiéramos disfrutar de su prosa erótica y disruptiva. Bígama en vida y con numerosos amantes, ella al menos no padeció la humillación y escarnio público tan solo por ser quien era.
Putas las llama el patriarcado. Mismo que las desea con perversión sintética de película porno. Libres las llamo yo. Conocedoras de su cuerpo y con mucha mayor capacidad de amar y entregarse que el esposo godín infiel de siempre. La estandopera y sensual Marcela Lecuona lo ilustra de mejor manera: “el problema reside en que nosotras somos educadas con cuentos de princesas y, en cambio, ellos los varones consumen material para adultos para ilustrarse en el tema”. Para nosotras el placer va más allá de la penetración, para nosotras resulta en una danza de conquista y del deseo de ser conquistado. La religión se equivoca al encasillarnos como la Eva pecadora. En realidad somos la serpiente seductura que trae sabiduría.
*Soy fotográfa y cuentista. Cuentos: Anabel, Miel con veneno, Imágenes que cuentan, Entretenimiento para Adultos, El Cerrajero, y la Chica del Tutu. jazminahartiana@hotmail.com