Edgar SAAVEDRA
Fotografías: Manuel Jiménez
Locación: Plaza de la Danza, Oaxaca.
Tamayo no es para tres minutos, dice Nancy Mayagoitia (NM) cuando tiene la oportunidad de hablar del pintor oaxaqueño más universal, de hecho, menciona que es el máximo superhéroe cultural de México y recalca: Tamayo lo desborda todo. Y si Tamayo no es para 3 minutos la exposición 30 Aniversario tampoco es para tres días. mujeres Shaíque se acercó a Mayagoitia para abordar el tema sobre una de las exhibiciones de más repercusión en los últimos años que recuerdan al pintor. Pero, ¿qué tanto conocemos de Rufino Tamayo? “La mayoría de la gente sabe que Rufino Tamayo es un famoso pintor mexicano. Puede ser que hay quienes mencionen hasta el tema, los colores, el nombre de alguna de sus obras, incluso, dónde vio a alguna de ellas. Siempre hay recuerdos que se conservan, rasgos de algún cuadro, de algún museo, etc. Sin embargo, es probable que sea menos la gente que pueda hablar que se trata de un genial artista plástico originario de Oaxaca y menos aún hablar de él como un hombre generoso que fue capaz de hacer obras inspiradoras a la par de su labor con los pinceles”, recuerda NM.
Pese a todo, a ella le sorprende que no seamos conscientes de ello de manera colectiva, pues no hay en Oaxaca ni monumentos, ni plazas públicas que reconozcan el mayúsculo hecho de su generosidad. Claro para alcanzar a ver esa generosidad de Tamayo en su contexto histórico, hay que ir tiempo atrás, fuera de esta época de redes sociales o fortunas inmedibles como las que hoy en día existen, para intentar atisbar mejor sus extraordinarias aportaciones. NM nos invita a remontarnos por unos segundos a los años setenta y ubicar la mente creadora, siempre ocupada de un artista en la cima de sus capacidades, preparando una exposición tras otra, sabiendo que su vida ya no se parecía en nada a la que había vivido de niño o de joven. “Imaginen a ese hombre disciplinado preparando sus colores y trabajando en proyectos grandes y pequeños, desde una acuarela hasta un mural en algún lugar del país o de algún otro lugar del mundo. Pausa y se pregunta ¿a qué hora se detenía a pensar en las cosas que también le ocupaban, si cuando no pintaba le sobraban invitaciones de todo tipo? Tamayo se había convertido en una personalidad que necesitaban tenerlo presente en muchas funciones sociales, culturales, políticas, incluso”.
Para la también curadora de arte, Tamayo se daba tiempo en pensar, en planear y en realizar obras que estimaba importantes llevarlas a cabo; por ejemplo, en Cuernavaca hay una casa-hogar para población adulta mayor que Tamayo construyó y donó, similar a la que luego levantaría en esta ciudad de Oaxaca. Eso sólo podría pensarlo una mente generosa y visionaria como la suya. No suena común que un pintor piense en casas-hogar para personas de la tercera edad, las cuales requieren cuidados y compañía. Esa es una forma inmensa de generosidad. A la par, su mente también se ocupaba de proyectos relacionados con el arte. Para Rufino Tamayo el arte prehispánico le dio forma y sentido a su pintura, a una buena parte de su iconografía y a su filosofía de vida. Encontró las raíces de México en la estética de las figuras de las culturas de nuestro país cuando las dibujaba en el Museo de Antropología donde trabajó haciendo su registro pieza por pieza. Ese descubrimiento fue esencial porque le reveló una verdad insospechada, verdad que tradujo en faro y guía a la hora de definir su identidad, la identidad de México en la escena del arte internacional, tejida a la luz de las vanguardias que habría de descubrir por sí mismo en sus viajes a otras latitudes. No por menos hoy es calificado como un mexicano universal, matiza NM. A raíz de esta experiencia vital, empezó a coleccionar piezas prehispánicas de alto valor cultural, simbólico y no menos estético, colección que luego donó en 1974 a Oaxaca, acervo que hoy conforma el valioso conjunto de piezas del Museo de Arte Prehispánico de México Rufino Tamayo.
¿Cuál era la clave, según Tamayo para ser un buen artista?
Tamayo estaba convencido de que para ser buen dibujante había que dibujar todos los días y durante muchas horas. Así que pensó y actuó en consecuencia: apoyar a jóvenes artistas de Oaxaca con la planeación y fundación de un taller que les permitiera aprender técnicas de pintura y estampa. Para ello trajo a Roberto Donis –su amigo, artista y visionario– como director. Sabía que un sitio donde los artistas pudieran pasar mucho tiempo aprendiendo y practicando les permitiría poner el pie en el primer peldaño para iniciar una labor artística prometedora.
¿En qué año se fundó el Taller de Artes Plásticas Rufino Tamayo de Oaxaca?
Lo fundó en 1974; este taller nos ha cambiado la vida para bien a muchas personas, y de tantas maneras, a veces, incluso, sin darnos cuenta; todo ello debido a su visión de maestro generoso.
¿Cómo empezó el proyecto del 30 Aniversario y por qué se eligió una sandía?
Desde hace tres años comencé a pensar en un Homenaje a Rufino Tamayo. Su obra me resulta sublime, es sencillamente fascinante. No trato de comprenderla porque sé que encierra misterios que ningún sentido tiene pretender develarlos. Se trata de una obra cuya perfección es de un altísimo registro en pintura, con todo y sus misterios en las texturas, en los colores, en los personajes y, por supuesto, en sus temáticas, una de ellas son las sandías.
Desde entonces empecé a imaginar piezas escultóricas intervenidas por artistas en todos los estados que aparecerían el día del aniversario luctuoso en todos los zócalos de este México nuestro. Algo así era mi visión. Luego llegó la interrupción de actividades que suspendió mis pensamientos y los de todos los demás. Se abrió un gran paréntesis y llegamos al año del aniversario treinta con las manos vacías.
¿El mayor reto de hacer esta celebración?
Al principio no me había preocupado porque esperaba ver un gran homenaje organizado desde el ámbito nacional por las instancias culturales en turno. Silencio, nada. Está Oaxaca –pensé– seguro habrá algo en el ámbito estatal digno de nuestro amado Rufino. Silencio, nada. Entonces sí que empecé a entrar en pánico. Así que debía pensar y pensar rápido. Hacer llamadas, contagiar la preocupación, la inquietud, la alarma. ¡No es posible que no se haya organizado algo! ¡Se trata del artista más importante de este estado, de este país! Juntamos cabezas con algunos artistas fundadores del Taller Tamayo, todos amigos cercanos y decidimos que en esta ciudad sí habría homenaje, tal vez modesto, pequeño, pero genuino y bordado de significados. Y, claro, lo pequeño no se ajusta al tamaño de este artista. Por eso tuve que decidir que fuera del tamaño que se merece. 30 años con 30 artistas que representen distintas formas de expresión, distintas escuelas, distintas edades. De ahí fuimos dándole forma a esta exposición. Con los museos cerrados y la necesidad de preferir actividades al aire libre, hacer intervenciones en esculturas terminó convirtiéndose en la mejor idea, completamente adaptable a las circunstancias actuales. Con sandías. Sí. Otra vez así tuve que decidirlo, no había tiempo de darle muchas vueltas. El tiempo ya no permitía que se crearan esculturas de gran formato donde apareciesen personajes cósmicos o perros prehispánicos o cabezas y constelaciones.
¿Cómo fueron los criterios de selección de los artistas invitados?
Al irle dando forma a una primera lista me preocupaba saber balancear entre habilidades creativas, edades y famas de los artistas que debía invitar, siempre manteniendo la claridad de objetivos y alcances de la exposición. Para este homenaje no necesitaba nada más a mis amigos artistas, se requería poder poner en esta plaza una ofrenda que hiciera pasearse al propio Rufino, observando cada sandía de la misma manera en que él entraba caminando a mi galería en los años ochenta para conocer de qué eran capaces y quiénes eran ahora los artistas de Oaxaca, los discípulos de su taller, sus hijos como siempre les hemos llamado, y también los artistas de otras latitudes, participantes en su Bienal, y hasta admiradores silenciosos.
¿De qué están hechas las sandías y cuál fue la estrategia que tenías?
Todo comienza con un molde que hábiles manos deben trabajar con capas de resinas, fibra de vidrio; luego se lija y se da forma a la escultura. Las realizó Jarol Moreno, el artista más joven de este homenaje, que se ofreció a hacerlas con una generosidad que, debemos admitir, la heredó del mismo Rufino. Llevarlas a los estudios de cada uno de los artistas que aceptaron participar en el homenaje comenzó a mostrarnos la escala de nuestro autoimpuesto reto. Cabe nada más una en una camioneta de carga. Luego las fuimos repartiendo, cada semana había otras ya listas para entregarlas a los respectivos talleres de cada participante. Traerlas a esta Plaza de la Danza e instalarlas es una historia más compleja, por una sencilla razón: cada sandía ya se había convertido en una particularísima obra de arte.
¿Están pensadas para exhibirse a la intemperie?
Se utilizó esmalte automotriz para hacerlas resistentes a la intemperie: un sol a plomo, posibles lluvias, fríos y otros caprichos de la naturaleza. Cada uno buscó la mejor técnica para intervenirla.
Finalmente, MN menciona que para producir estas esculturas, moverlas e intervenirlas, se han necesitado centavos y pesos, muchos pesos para adquirir materiales, hacer las sandías, sus bases y todos los demás elementos que conforman esta exposición. ¿De dónde provienen? Pues de la bolsa de la mayoría de los mismos artistas, además del bolsillo de amigos que creen que apoyar el arte y proyectos de este estilo es apoyarnos todos a esparcir las semillas de generosidad de Tamayo (justo como sembrar sandías) y colaborar personalmente en la revitalización de nuestra cultura.