El 2019 cerró con un franco estancamiento económico que no veíamos desde la crisis financiera de 2009. Fundamentalmente, esto fue resultado de una inversión que sostuvo caídas anuales a lo largo de cada uno de los meses de 2019; un sector de la construcción muy debilitado ante la ineficiente ejecución del gasto público; así como un consumo estancado y de paso una caída en los niveles de comercio, mismos que fueron en el pasado algunos motores esenciales para el crecimiento de los últimos años.

Sin duda, si tuviéramos que escoger el principal factor detrás del mal desempeño económico en 2019, este sería: la incertidumbre.

A lo largo del primer año de gobierno de la actual administración, hemos padecido de una serie de decisiones, acciones u omisiones en distintos rubros que han generado desconfianza y mermado la perspectiva de nuestro país a nivel nacional e internacional. El caso más claro se dio con la cancelación del Aeropuerto de Texcoco, misma que se estima nos costará, al menos, 270 mil millones de pesos, sin considerar el detrimento en la confianza y la pérdida en el potencial de inversión.

No obstante, hay señales de que el panorama para el 2020 puede ser favorable y dependerá de las acciones que se tomen para capitalizar esta gran oportunidad.

A nivel global, las tensiones comerciales entre China y Estados Unidos, que tenían al mundo en gran expectativa, parecen estar llegando a un punto de calma y acuerdo; además, expertos señalan como muy lejana la posibilidad de entrar en una recesión mundial.

Por otra parte, en México, arrancamos el año con buenas noticias: un cierre del 2019 con la segunda inflación más baja de la que se tiene registro, resultado de una aplicación consistente de una política ortodoxa y de la autoridad monetaria autónoma; la ratificación del Tratado de Libre Comercio (T-MEC), cuya incertidumbre había paralizado a los inversionistas; y un incremento histórico de 20.54 pesos al salario mínimo que va significar un mayor poder adquisitivo de los trabajadores ante el contexto de baja inflación. Todo esto abre la posibilidad de revertir el estancamiento e inyectar mayor dinamismo a la economía.

En este nuevo año, el crecimiento económico, la promoción a la inversión y la generación de confianza deben de ser prioridad.

Coincidimos con el gobierno actual en la importancia que tiene el desarrollo. Sin embargo, no podemos dejar de lado que un nulo crecimiento económico significa menos recaudación a la que se prevé y, por ende, menos recursos para que el gobierno habilite su herramienta principal de desarrollo social: el Presupuesto de Egresos.

No hay forma de conseguir desarrollo sin tener crecimiento, y para que exista crecimiento, se requiere inversión; y para que exista inversión, requerimos condiciones de confianza. Ahí reside la fórmula virtuosa para mejorar el estado de nuestra economía, confianza con inversión que provoca crecimiento y que permite desarrollo.

Por nuestra parte, los empresarios, desde el pequeño negocio hasta la gran empresa, y los conglomerados internacionales, estamos listos para invertir y reactivar la economía, lo único que requerimos son señales de certidumbre. Desde Coparmex, proponemos tres acciones concretas que el gobierno puede poner en marcha rápido para que desde ya se inicie este proceso para recuperar la confianza.

Primero, dejar de lado la retórica pública que tiende a la polarización y que va usualmente en contra de las empresas y organizaciones sociales. Sin duda, este discurso divisorio genera incertidumbre y preocupación. Debe de quedar atrás.

Segundo, dejarse de lado el terrorismo fiscal no es el camino. Es importante que se dejen las amenazas de posibles investigaciones fiscales ya que utilizarlas de forma recurrente paraliza la inversión. Los esfuerzos de fiscalización deben de enfocarse en promover la formalidad para aumentar el número de contribuyentes, ya que esa es la fórmula para aumentar la recaudación. En este sentido, se pueden retomar

incentivos fiscales como la deducción plena de las prestaciones laborales.

Tercero, respetar a cabalidad las normas, las leyes y los contratos. Atentar en contra del cumplimiento de estos contratos ha debilitado nuestra credibilidad. El sector más perjudicado ha sido el energético. Acciones como la renegociación forzosa de los contratos de los gasoductos o la paralización de las rondas para permitir la inversión privada han paralizado la confianza de los inversionistas. Sectores prioritarios como este requieren de inversión de largo plazo, misma que solo ocurrirá si hay certeza de que el gobierno hará valer y cumplirá la ley a pesar de cualquier percepción ideológica.

Llevar a cabo estas tres acciones abonará a recuperar la confianza empresarial, lo cual podrá revertir el estancamiento económico. La reputación es un activo invaluable que el gobierno debe fortalecer con cada una de las acciones que lleve a cabo.

La naturaleza del empresario siempre lo llama y lo impulsa a invertir. Nosotros nos encontramos listos para hacerlo. Esperamos señales claras de que la apuesta es por el crecimiento y de la confianza.

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