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Toño SALDAÑA*

BARCELONA, ESP.- El tiempo vuela, es sorprendente cómo hemos pasado tantas cosas juntos, risas, llantos, batallas ganadas y una que otra derrota, pero seguimos aquí, comenzando un año nuevo en el que seguramente pensaremos en los ya conocidos propósitos como: hacer ejercicio, estudiar algo o ser mejores personas. Pero, qué sucede cuando termina el año y nos damos cuenta que seguimos igual que cuando comenzamos, siendo realistas, esto es solo una fecha que nos sirve de excusa para poder realizar este tipo de rituales, pero no debería ser así, porque cualquier día del año es perfecto para comenzar a hacer cambios positivos.

Hace un año me contrataron para hacer un proyecto, ahí conocí a una muy buena chica que vivía muy estresada por el maltrato psicológico de su jefe, en mi intento por ayudarla le recomendaba que renunciara, le hacía ver todas sus cualidades y el hecho que no se merecía que estuviera sufriendo gritos, humillaciones y un sueldo precario, ella justificaba su situación con el hecho que es muy difícil encontrar trabajo. Pasó un año, he vuelto a coincidir con ella y su estado ha empeorado, incluso, tiene que tomar calmantes y antidepresivos para soportar la violencia que sufre. ¿Por qué estando en situaciones desagradables nos vemos incapacitados para dejarlas?, ¿que nos impide dar un paso hacia nuestro bienestar?, en 1967 el psicólogo estadounidense Martin Seligman ante su interés por la depresión formalizó lo que llamó la desesperanza aprendida y tal vez, sea esta la respuesta ante lo que nos impide soltar aquello que nos perjudica.

Seligman, a través de un experimento realizado con perros, demostró que las experiencias a las que estamos expuestos pueden cambiar radicalmente nuestra conducta, alterando incluso las respuestas instintivas y anulando por completo el permitir plantearse una segunda oportunidad u opción de salida. El experimento de condicionamiento consistía en soltar descargas eléctricas a un conjunto de perros dentro de una jaula donde no podían escapar, posteriormente otro grupo de perros era sometido a tareas de aprendizaje de conductas de escape y evitación, en los que eran metidos en una caja de salto la cual estaba dividida en dos zonas, por un lado estaba la descarga eléctrica y por el otro no, los perros aprendían rápidamente que saltando el obstáculo podían evitar la descarga. En la segunda parte de la prueba mezclaban los perros que habían recibido la descarga con los que no, la respuesta que se exigía consistía en que los perros saltaran de un lugar a otro para evitar la descarga eléctrica aprendiendo de los que ya sabían hacerlo, lo que descubrieron fue que los perros sometidos al shock eléctrico desarrollaron una indefensión aprendida, dejando de buscar una forma de salir de esa situación, estos perros después del ensayo no hicieron ningún movimiento para escapar, aguantando pasivamente la descarga eléctrica, a pesar de ver cómo sus compañeros no condicionados lo hacían, en pocas palabras, se habían resignado que así era la vida.

Este experimento reveló mucho sobre el comportamiento que tenemos los seres vivos ante el estrés continuo, cuando una persona ha sido descalificada o devaluada; se le ha quitado el propósito o ha sido rechazada, suceden cambios en cerebro y cuerpo que generen una respuesta de derrota, esta desesperanza aprendida no es otra cosa que el autoconvencimiento que hay que rendirse porque no hay motivo por el cuál luchar, lo que equivale a dejarse morir, tal y como sucede con la depresión. La respuesta de derrota puede hacer que el cerebro se vuelva en contra nuestra mintiendo en sus mensajes, porque este tipo de conducta está condicionada con el hecho de haber estresado tanto al cuerpo que no se ve la salida. Por eso cuando una persona que vive una situación negativa contínua ya sea en el trabajo, con una pareja, con la familia, o por los pensamientos negativos, la desesperanza aprendida causará la adaptación psicológica que impedirá ver que existen más opciones o mejores realidades que la nuestra.

La desesperanza aprendida junto con la adaptación psicológica son las causantes que sea tan difícil ayudar o dar un consejo a una persona que está dentro de un problema e incluso nos llega a sorprender que no pueda verlo, a tal grado que en muchas ocasiones decimos cosas como “piensa positivo”, “no estés triste”, “verás que todo se mejora” o “está ahí porque le gusta”, lo que resulta tonto porque te aseguro que no hay nadie en el planeta que le guste tener depresión, ansiedad, angustia o tristeza.

El subconsciente controla el 95% de la vida, por lo que te pregunto ¿cuál es tu creencia dominante?, porque esa es la que tiene todo el poder sobre ti, tal vez es reciente o viene de tu infancia, ¿los niños te decían tonta, torpe o fea?, ¿tus padres te ignoraban?,  tal vez te trasmitierion el mensaje que la vida es muy difícil y la gente como tú no consigue alcanzar sus sueños, quizá pienses que tus orignes son motivo de discriminación, da igual tu creencia negativa, si viene de tu infancia o no, porque el resultado en todos los casos será el mismo: eso en lo que crees es en lo que te has convertido y es lo que proyectas a los demás. La buena noticia es que eso no eres tú sino lo que te hicieron creer, la etiqueta que llevas puesta no te define en lo absoluto, te la pusiste porque no sabías que tenías otras opciones.

Te invito a que este sea un año de reflexión, de análisis, de descubrimiento, para que puedas ver la salida de la jaula y te des cuenta que todo lo que te limita se puede deshacer y sustituir por algo que te impulse, sólo tienes que armarte de valor y dar el primer paso, lo demás llegará, te lo aseguro. Tú puedes llegar más alto y más lejos de lo que crees, porque tus creencias limitantes no son tuyas y no eres tú, son tu pasado, tu antiguo yo. Así que, este nuevo año que comienza, quiero que te veas ante el espejo y te des cuenta del tesoro que hay frente a ti.

¡Mis mejores deseos para este 2023!

 

* Master en coaching en inteligencia emocional y PNL por la Universidad Isabel I de Castilla. Nº 20213960. Diploma en especialización en coaching y programación neurolingüística (PNL) por la Escuela de Negocios Europea de Barcelona.

 

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