“¡EL RITO DEL GRITO!”
“¡Cuando el pueblo salta sus barreras, casi ningún esfuerzo es bastante poderoso para detenerlo” (“Guadalupe Victoria)
¡ESAS FORMAS!
Es común ver las festividades de independencia en los medios de comunicación o bien, en las explanadas de las capitales, alcaldías o embajadas, en las cuales, las principales figuras públicas celebran la mexicanidad a través del tan simbólico y representativo grito de “¡Viva México!”.
Resulta por demás obvio que los compatriotas que lo escuchan junto con los que aman a nuestro país, sienten erizar la piel con una o más sonrisas; quedando en el entendido que no sólo resulta linda la pertenencia sino el orgullo que corresponde.
En mi caso y en compañía de las personas que conozco, convivo y comparto, siempre es grato dar pie a reunirnos en familia y hablar de la grandeza de nuestro mágico país y obviamente, acompañarlo de su suculenta gastronomía.
Una noche inolvidable que año con año se repite y nos da oportunidad de hablar de los mil y un motivos para amar a México; entendiendo que siempre habrá posibilidades de continuar aportando a su noble historia.
En ese contexto me llama la atención que haya personas que teniendo la oportunidad de manifestarse adecuadamente en ese acto tan solemne que constituyen las distintas celebraciones patrias, lo hagan en una forma que no corresponde a ellas, llegando a veces a ser miserables o por demás deplorables.
Y no sólo me refiero a quien olvida la letra del Himno Nacional o quien asiste en un estado inconveniente a participar, sino que quien estando en la tribuna atiende a intereses particulares que distan por mucho a nuestra historia.
Ante esas circunstancias, valdría la pena preguntarnos quien es más representativo … ¿el servidor público que en unos segundos exhibe mensajes que pueden ir desde lo cívico hasta lo cínico o quien durante una vida muestra en forma estoica en su conducta y trabajo el orgullo de ser mexicano?
MÁS QUE GRITO … ¡TODO UN PARTO!
Durante toda mi vida, usualmente he disfrutado ver las ceremonias del Grito en la televisión y desde luego, compartir la emoción de la gente que llega ahí y son tomadas por las cámaras durante los momentos clímax del evento.
Lastimosamente, en los últimos años se han incrementado las ocurrencias o vítores desafortunados que alejan a cualquiera de su solemnidad y llaman a reflexionar sobre la identidad nacional que con ello se deteriora.
Ante ese escenario, resulta válido buscar en otros foros y escenarios a las personas que sin tales manifestaciones si representan el sentir de un mexicano.
Al platicar con amigos, cada vez más estamos convencidos de que los verdaderos exponentes de nuestro sentir como nación, son, desde siempre, aquellos que trabajan con valores, principios, de manera honesta y con compromiso por los suyos.
Los que siempre han sido calificados como personas éticas y de esfuerzo son con los que verdaderamente nos identificamos porque compartimos lo básico: la esencia de ser personas cívicas de bien.
Lo curioso de ello, es que éstos siempre han estado y cada vez más nos integramos con mayor convicción y compromiso a ellos, sin pretender actualmente en forma alguna ser representados por aquellos servidores que olvidan su razón de ser o bien, aquellas figuras públicas que navegan en un mar de fama que no coincide con nuestra identidad.
Como dijeran los abuelos durante nuestra niñez: ¡Cómo han cambiado los tiempos! y quizás tengan la razón. El hecho de haber crecido en un país mediático con conflictos controlados y lejano a movimientos populares es probable que nos haya alejado de entender el compromiso de ser nacional de este gran país.
Era común que ellos nos dijeran todo lo que habían hecho en la escuela o durante su formación por el país; sin embargo, ¿qué tan comparable puede ser su sacrificio con el nuestro?
¿Realmente sabemos del orgullo que tenemos por ser personas libres con oportunidades en este paraíso mexicano?
EL EJEMPLO POR SEGUIR.
En las películas del cine mexicano alguna vez escuché una canción llamada de los maestros Cortázar y Esperón en cuya letra descubrimos su nombre y de la cual, destaco parcialmente: “… Chaparrita cuerpo de uva ahora vas a saber quién soy quien soy yo … ¡un ranchero rete cumplidor en amores muy curtido que contigo esta vez se quebró …!”.
Y de esta estrofa no haré referencia ni a la dama ni a la circunstancia, me quedo con el calificativo de que exacerba lo cumplidor que podemos ser cuando nos lo proponemos; de hecho, ese atributo de cabalidad es lo que debiera ser la muestra diaria en nuestro actuar.
No hay nada como respetar nuestra palabra y honrarla con las acciones conducentes.
A mayor abundamiento, si nos contratamos para trabajar, pues trabajemos; si lo hacemos para dar un buen servicio, hagámoslo; si se trata de dar lo mejor de nosotros, no escatimemos en hacerlo.
Si bien ha habido momentos en que nuestro país nos necesita, basta ver los periódicos para darnos cuenta de que hoy es el momento adecuado para hacerlo.
En las películas de ciencia ficción se habla tanto de superhéroes que nos imaginamos con poderes superiores al del resto para serlo, sin darnos cuenta de que basta hacer lo que sabemos de la mejor manera en que podemos para ser unos auténticos héroes.
Quizás como sociedad deseamos que alguien más resuelva nuestros problemas o bien, los milagros ocurran; sin embargo, si realmente todos nos propusiéramos ser la mejor versión de nosotros mismos, es seguro que cumpliríamos las expectativas de consolidar la grandeza de nuestro país.
Sabemos que pretextos hay millones y excusas aún más, pero basta retomar lo que citaba esa estrofa con una pequeña adecuación: “¡Ser ciudadanos rete cumplidores!” … ¿estás de acuerdo?
MÉXICO EN MIS MANOS.
En la primaria con motivo de las fiestas patrias, año con año nos exhortaban a hacer un ensayo para expresar nuestro compromiso cívico con México.
Como niños, resultaba lógico que la mayoría deseara participar y no sólo eso, que realmente nos esforzáramos por encontrar las palabras adecuadas que arroparan nuestro ser y sentir.
Los noveles literatos y poetas aparecían con la convicción de mostrar en unas cuantas líneas todo el amor que teníamos por nuestro país y, quizás, soñar que éramos parte de esa majestuosa tierra a pesar de nuestra edad.
Como es de suponerse, no todos alcanzábamos el primer lugar, pero si una mención de reconocimiento y agradecimiento; el primero por nuestra labor y el segundo por nuestro esfuerzo.
Si bien, esta tradición continúo en los grados superiores, fue distinta la manera en que colaboramos; toda vez que ya se trataba más de proyectos de grupo, investigaciones sobre proyectos específicos o bien, muestras artísticas.
Seguramente la formación recibida fue un factor clave para mi espíritu nacionalista; sin embargo, me quedo con la idea de que la educación más importante que recibí fue en mi familia, de mis padres y con mis hermanos. Con ellos aprendí a valorar a ésta, la familia, como esencia del amor a México, crecí comprendiendo el valor del logro y el esfuerzo y vivir procurando el bien para los propios y los que participan en mi entorno.
No deseo ni mucho menos lo merece nuestro país, tener personas que nulo o poco interés por respetar sus leyes, tradiciones, identidad y unidad; y si, por el contrario, deseen con vehemencia la división, los conflictos, su interés particular o su visión personal, en fin, el caos.
Siempre he escuchado con convicción que somos más las personas de buena fe que las negativas, que hacemos más como patriotas que como resentidos, que siendo cívicos sumamos y que los cínicos no tienen cabida en la construcción del México que tanto queremos.
Hoy nos toca ser realizadores de nuestros sueños por este territorio con exacerbadas raíces indígenas en el cual hemos nacido y crecido y, desde luego, ser sus embajadores de buena voluntad en el extranjero … ¡CON NUESTRO ACTUAR DEMOS MOTIVOS PARA QUE SEPAN DE LA MAGESTUOSIDAD DE NUESTRO HERMOSO MÉXICO!
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