• Por Alejandro Ruíz Robles.

“¿JOVEN MAYOR O ADULTO MENOR?”

LA DISYUNTIVA.

No se trata de cuestionarnos a la manera del texto de Hamlet: “ser o no ser”, pero si reflexionar si a estas alturas de nuestras vidas estamos siendo libres y responsables con nuestras acciones, forma de ser y con nuestro entorno personal y laboral.

Sabemos que hay dos cosas seguras en la vida: nacer y morir. De ambas no somos responsables y nuestra participación es mínima, a menos que forcemos la segunda y seamos nosotros nuestros verdugos.

Al mirar esto y pretender que sea un vaso grande nuestro ciclo de vida, partimos de una fecha y concluiremos en otra; sin embargo, lo bonito de ello es saber cómo hemos llenado ese recipiente. De ello si podemos asumir una gran parte de responsabilidad y como consecuencia, mostrar nuestros sentimientos y emociones a cada paso.

Si partimos del hecho de que conforme crecemos, adquirimos conocimientos de todo tipo, tanto en la educación formal como a través de nuestras experiencias, por sentido común – que habrá quién expresará que es el menos común de los sentidos -, usualmente sabemos que la manera de vivir es nuestra decisión y que la libertad es nuestro derecho, a pesar de que nosotros creemos cadenas para arraigarnos a personas o circunstancias.

En ese sentido, cada uno de nosotros tenemos la posibilidad de elegir la ruta deseada y hacer cada meta posible, atendiendo a nuestras capacidades y recursos. En términos generales, nosotros podemos hacer posible lo que al inicio lo veíamos como un logro imposible.

¿o tú consideras que la manera de vivir tu vida no está en tus manos?

EL COSTO DE CRECER.

En teoría con la edad llega la madurez y esto significaría que la razón y el corazón comandan nuestras decisiones, haciendo con ello constar que lo hecho, atiende a la lógica y la esencia de nuestro ser; no obstante, pese a lo lindo que pudiera leerse, esto no corresponde con el día a día.

Tanto el capricho, la irreflexión y demás acciones espontáneas se rebelan en nuestra toma de decisiones y nos llevan a tener momentos difíciles, en ocasiones, contrarios a quienes somos.

Señalar las causas de nuestros errores puede derivar de un análisis profundo de los hechos, pero siquiera considerar la totalidad de los efectos, es por demás mágico; y si bien, algunas de ellas las podemos mencionar, el resto sólo aparecerán hasta que las vivamos.

Es decir, lo que de niños podía ser minimizado por nuestra edad o bien, por las personas que estaban a nuestro lado, cambia con el paso del tiempo y, por ende, no solo somos responsables de todo lo que pase, sino también del daño provocado a quienes nos importan.

Si las disculpas fueran suficiente, seguro al darlas de corazón sanarían a los afectados; lastimosamente, no todo es reparable, ni hay el tiempo suficiente para así manifestarlo.

De hecho, lo que de pequeños eran juegos o bien, errores veniales, que en su mayoría podían enmendarse; nos damos cuenta de que con el paso del tiempo, esos momentos son la excepción y la regla es que los daños son mayores y no siempre subsanables.

¿Consideras que un “lo siento” así sea desde lo profundo de tu corazón, salvan las incomodidades generadas a quienes amas?

SER COMO SIEMPRE.

Podemos citar que el hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra o hablar que la experiencia es un privilegio de quien ha vivido; sin embargo, esto que se lee bonito, no lo es tanto. De hecho, como personas siempre estamos expuestos a permanecer en nuestra zona de comodidad a pesar del precio que paguemos por ello.

Hay veces que nos complicamos tanto la vida que podemos vivir en los problemas y encontrar afición por ellos; perdiendo el interés por cambiar.

Es tan usual ver que hay personas que pese a la edad se comportan e incluso hablan como niños, creyendo que esto puede ser atractivo para el resto y sintiéndose bien, sin percatarse que su actuar puede incomodar a quienes participan en su entorno. Ni hablar de las personas que con la edad mantienen de manera constante su actuar jovial de “aquellos años mozos de su adolescencia” que lo único que muestran es un rechazo por asumir la edad y compromisos que tienen, por más jocosos y frescos que éstos se sientan.

Para muchos, el ser “chavo-ruco” es una forma de ser “jóvenes por siempre” cuando sería más apreciado que asumieran su rol acorde a su edad y realmente, contribuyeran con su conocimiento y experiencia a tener climas propicios atendiendo a lo que se espera de ellos.

Lo anterior, no significa perder en forma alguna su alegría u obligar a observar una postura seria; por el contrario, se trata de que muestren la alegría y una visión acorde a su madurez y experiencia.

El andar desparpajado y el vestir casual de los jóvenes es un sello que no corresponde a los adultos.

Siempre será agradable tratar con una persona que se comporta conforme a su edad; sin que ello reprima manifestaciones diversas de su vida … ¿o tú celebras que a tu lado existan hábitos del pasado en las personas que rompen con las manifestaciones propias de su edad?

EL VIEJO EN EL ESPEJO.

Por otro lado, también nos toca compartir con personas que mantienen todo a distancia y tal parece que las conductas de riesgo y alegría quedaron agotadas al aprender a caminar.

Miramos a niños, jóvenes o adultos que tienen una conducta tan conservadora y de cansancio que podemos apostar a que nacieron viejos y sin aspiraciones de nada, excepto de evitar la fatiga y conservar su energía para no agotarse con esfuerzo alguno.

Es más, cuantas veces no vamos al parque y vemos que los padres son más entusiastas que los hijos al jugar o bien, que en las fiestas y reuniones lejos de divertirse, están los que muestran su rechazo a cualquier manera de entretenerse y sonreír.

Bien me decían en casa que en la vida no hay lugar para amargados, sin importar la edad. Si la vida es única, que caso tiene relegar el entusiasmo a un futuro desconocido y descansar como si en ello consistiera nuestra encomienda al nacer.

Seguro que hay momentos para ser precavidos o descansar; pero si éstos no llegan, ¿qué caso tiene guardarse?

ES HOY, AHORA.

Si la vida es única … ¿cuál sería el motivo para no disfrutarla?

Conforme avanza el tiempo en nuestros cuerpos es válido tener dudas en cuanto a lo que queremos; sin embargo, si de algo debemos estar conscientes y seguros es lo que no queremos.

Sabemos que hemos venido a este mundo para lograr objetivos propios y constantes; razón por la cual, desterramos convertirnos en mártires o estar inmersos en una tragedia permanente.

Basta abrir los ojos para apreciar la belleza que la vida nos presenta a cada instante … ¿cuál es la razón para no mirarla?

Si cada etapa tiene mil y un detalles para disfrutarlo al máximo … ¿para qué aferrarnos a conductas o comportamientos que no contribuyen al momento y, por el contrario, nos detienen o limitan?

Sin duda cada fase de nuestro camino se vive acorde a una edad física y mental; no hay razón para pretender ser un hombre cuando sé es un niño ni ser un niño cuando se es adulto. Realmente, no hay lugar para ser “niños viejos”, “chavos rucos” o “maduros con detalles de púberes”.

Para que los demás nos respeten, debemos empezar a vivir la etapa que corresponde a plenitud y con el comportamiento acorde a la persona que observamos cada uno de nosotros frente al mundo. Aferrarnos a una etapa o comportamiento únicamente nos llevará a ser lo que no somos y a alejar a quienes desean estar con nosotros por la persona integra que ven.

Es válido dejar ir lo que nos retiene y más si se trata de realmente mostrarnos como la persona de valía que somos … ¿o realmente encuentras justificación en mostrarte con una conducta que es distante a tu edad?

Reitero, la vida se vive, pero que mejor hacerlo con la conducta que corresponde a nuestra edad.

No cabe duda … ¡GRACIAS POR LA OPORTUNIDAD DE VIVIR!

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Posdata: Gracias Fernando Manzanilla por la entrevista en “Dominó Fiscal”. https://facebook.com/events/s/dominofiscal/4115417972018203/?mibextid=RQdjqZ

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