- Por Alejandro Ruiz Robles
“¿UNA ORACIÓN ES SUFICIENTE?”
POR COSTUMBRE.
Desde casa nos han enseñado de múltiples formas y en diversas circunstancias que cuando tenemos dificultades o bien, necesitamos un apoyo adicional o sobrehumano, pedir la ayuda de un ser superior funciona. Es decir, llámale, Dios, naturaleza o de cualquier otra manera, nuestras plegarias serán escuchadas y la firme convicción de que nuestras pretensiones se atenderán.
Esto que atiende a la visión personal y al credo individual, a la larga, pasa a convertirse de una situación de excepción a una regla y, por ende, el designio divino pasa a ser considerado el reemplazo del esfuerzo personal.
Basta citar algunos ejemplos para considerar que el estudiante que pide ayuda al cielo para alcanzar una meta ha prescindido de tiempo de estudio requerido para llegar a esa meta por sí mismo; o bien, cuando alguno de nosotros ocupamos momentos en plegarias para pedir que no descubran nuestro error, en vez de hacer las cosas en tiempo y bien.
Ante ello, resulta conveniente considerar que es sano y necesario confiar nuestra vida a una divinidad, pero es excesivo que ésta sea la responsable de nuestro día a día. Orar es importante pero nunca será el reemplazo de nuestro esfuerzo.
Con tantas acciones por llevar a cabo y disfrutar … ¿crees que lo adecuado sea que nuestra vida la asuma un tercero, por más deidad que sea?
TOMAR NOTA.
Algo que me parece curioso, es que una constante del ser humano es disfrutar al máximo los momentos que le son agradables, positivos o afines a sus propósitos y en tal situación, pareciera que sólo los disfruta él o en el mejor de los casos, sus seres queridos; sin embargo, por excepción, éste es difícil que lo agradezca a un tercero y menos aún, que tenga presente al ser superior que invoca en sus momentos difíciles.
Dicho de otra manera, cada vez que gozamos de los momentos, lo hacemos de tal manera que lo vemos como si fuera una consecuencia directa de nuestros actos y, por ende, todo el mérito es para nosotros; omitiendo cualquier ayuda superior. Si podemos compartirlo, lo haremos con aquellos que de alguna manera han participado y desde luego, con la gente que nos importa.
Sin duda que, con ello, nos damos cuenta de que la suma de nuestras virtudes, experiencias y acciones dan por resultado consecuencias favorables que son producto de nuestro esfuerzo; es decir, para lo positivo siempre estamos listos y el mérito descansa en nuestra voluntad.
De ser así el caso, … ¿alguna vez has agradecido al cielo por alcanzar por ti mismo tus metas?
… ¿Y ANTE LAS VICISITUDES?
Es común expresarse con la frase “el progreso es el resultado de nuestro trabajo” y vivir en función de ello; sin embargo, al percatarnos de que el camino se oscurece o se complica, usualmente renunciamos a la independencia de nuestras acciones y buscamos ayuda o consuelo de otros. Según consideremos la dificultad, será la insistencia en nuestras peticiones.
De más está pretender que alguien más sea el elegido para actuar por nosotros y obvio, mucho menos que éste viva por y para afrontar nuestra vida.
Así como “cada uno es arquitecto de su propio destino”, debemos entender que la vida nos ha sido concedida para vivirla en función de nuestras decisiones individuales; en el entendido que, también la inacción es una opción que en su momento hemos elegido.
Aplaudir los logros como un mérito personal y culpar a otros de las peripecias, dificultades o problemas que tenemos es una actitud carente de madurez. Por el contrario, asumir nuestras acciones y errores debiera ser una muestra expresa de quienes somos.
Platicando con padres de familia en diversos convivios, ellos señalaban que les bastaba que sus hijos fueran felices en su vida y con eso, ellos estarían satisfechos. En ese tenor, hoy, ahora … ¿verías a tus padres a los ojos y les dirías de convicción que eres una persona feliz?
RESILIENCIA.
Por más débiles que podamos mostrarnos, nuestros padres han procurado darnos los elementos necesarios y suficientes para mostrarnos con entereza ante las condiciones adversas; a su entender nos han dado las herramientas, conocimientos y valores para adaptarnos y adoptar las medidas a nuestro juicio necesarias para afrontarlas e incluso, superarlas.
Desde luego que no está por demás una gracia divina o bien, favores de otros para fortalecer nuestro esfuerzo o mitigar los daños; sin embargo, debemos estar conscientes de que nuestros problemas son nuestros y no es obligación de nadie más atenderlos.
“Por más negra que sea la noche, el amanecer siempre traerá luz”, en ese entendido, la paciencia, la frialdad y la tranquilidad para analizar los hechos y tomar las medidas pertinentes están en nosotros; así como la oportunidad de detectar en qué momento termina la tempestad o cuando menos, atender cada instante para dar una cálida bienvenida a la calma.
La gente no es sabia por sólo leer libros o llenarse de cursos o títulos, sino por saber cómo utilizar la información obtenida y aplicarla en el momento oportuno.
Es grato mostrar en nuestro rincón para las vanidades, galardones, reconocimientos o diplomas; sin embargo, es más plausible que los conocimientos adquiridos los mostremos en cada una de nuestras acciones por la vida y siempre bajo la premisa de “no hacer a otros lo que no queremos para nosotros”.
¿Estás de acuerdo en la premisa de que “sólo seremos personas de valor si vivimos conforme a nuestros valores”?
MI ROL EN VIACRUSIS.
Se acerca la “Semana Santa” o “Semana Mayor” y con ella, tiempo para salir de la rutina y tomarnos unos momentos para reflexionar sobre nosotros.
Durante mi formación académica, tuve diversas disertaciones, con académicos, hombres de culto y compañeros sobre nuestro sentido de la vida en esas épocas. Invariablemente, llegábamos a comentar sobre la procesión de Cristo y más allá de su vida y enseñanzas, era común que cuestionáramos el actuar de sus acompañantes en esos días críticos.
Con frecuencia, las respuestas que predominaban era el actuar de la virgen, María Magdalena, de los apóstoles y de las autoridades; desde luego, no faltando quien retomara las palabras de Poncio Pilato para “lavarse las manos” y zafarse de cualquier confrontación.
Si bien eran múltiples los cuestionamientos, normalmente se concentraban las críticas en los apóstoles y las autoridades, sin omitir personajes como Simón de Cirene, Barrabas o el centurión.
De los que escogían a los apóstoles, siempre eran señalados por su tibieza, destacando a Pedro, que se dio el lujo de negar tres veces a Jesús. De hecho, la mayoría de las tachas a su actuar, atendían a que no estaban convencidos de quien era Jesús, hasta que murió en la cruz y vieron los fenómenos naturales consecuentes hasta su resurrección y posteriores apariciones.
Sin embargo, siempre me llamó la atención quienes escogían ser Judas, no sólo por el papel protagónico que asumió sino porque era el único que estaba convencido de algo y ese algo era generar riqueza y poder para sí, sin importar las consecuencias de sus actos, esto hasta antes de su arrepentimiento y muerte.
Desde luego que tal razonamiento sería sujeto de miles de reproches y obvio, no serían nada populares; no obstante, nadie objetaría que era un hombre que actuaba realmente de acuerdo con sus convicciones, fueran o no las adecuadas.
Ante las ideas aquí mostradas y sin pretender generar una nueva polémica, me surge una nueva pregunta: ¿si tu estuvieras en ese viacrucis, realmente con tu forma de ser y actuar, a quien te asemejarías?
Puede ser que esta pregunta te incomode y hasta te moleste, pero la respuesta es sólo para ti. ¿Quién serías?
En fin, en tu vida asumes los roles que deseas y le das la importancia que estimas pertinentes a tus seres queridos y a tu divinidad, atendiendo a tu devoción; no obstante, lo importante es que sepas que eres el protagonista de tu vida o bien, consideres … ¿EN QUÉ MOMENTO TE HAS ABANDONADO?
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Posdata: Felicitaciones a la Cámara de Comercio Mexicano Peruana, A.C., por la Juramentación de su Junta Directiva 2023 – 2024.
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