*La Profesora de la Facultad de Psicología, María Martina Jurado Baizabal explicó en la GACETA UNAM:
Dejar de hacer o aplazar las actividades y responsabilidades para otro momento, puede convertirse en un hábito que si se vuelve crónico afecta la autoestima y la confianza de las personas, disminuye considerablemente la capacidad de sentirse eficaces; además, esta decisión, que es voluntaria, en algunos casos se vincula con trastornos emocionales como la depresión y la ansiedad.
*El Servicio de Psiquiatría, Psicología y Medicina Psicosomática del Hospital Universitario Quirón Dexeus nos dice:
Los procrastinadores crónicos son conscientes de las consecuencias que comporta su tendencia a posponer: proyectos personales y profesionales estancados, recargos económicos, problemas de salud, oportunidades perdidas, excusas por inventar, disculpas por pedir. También tiene un elevado coste interno, que suele consistir en sentimientos de inadecuación, frustración, reacciones de ansiedad y baja autoestima. A pesar de conocer el precio a pagar, no logran ponerse “en marcha.
HISTORIAL
Cuando empezó la pandemia tenía ilusiones de hacer cosas en casa porque tendría más tiempo para realizarlas, empecé con entusiasmo haciendo algunas, vi unos tutoriales y los puse en práctica, pero, poco a poco me fui apagando hasta caer en un desgano total.
Desde niña me ha costado tener un ritmo para hacer las cosas. Varias veces hacía planes de cómo haría la tarea, de cómo debía aprovechar mi tiempo, pero eso me duraba poco, empezaba a decir: “Al rato la hago, ahorita me siento muy cansada”; me iba a recostar un rato y a pensar en cosas sin sentido, y pasaba el tiempo, una hora o dos, hasta que me daba cuenta que ya era tarde y estaba oscureciendo; empezaba a sentir angustia por no haber terminado la tarea, me enojaba y pensaba: ¿Por qué la maestra deja tanta tarea? muchas veces no sabía ni cómo empezarla.
Me daba miedo la vida porque siempre la vi muy difícil. El responsabilizarme de mí me provocaba mucho miedo, siempre quise que alguien se hiciera cargo de mí y me preguntaba: ¿Por qué no encuentro a un hombre solvente económicamente y que se case conmigo?, creía que así resolvería mi vida.
Cuando empecé a trabajar, muchas veces pospuse mis deberes porque no los terminaba a tiempo y me angustiaba pensando cómo los iba a realizar. Hubo veces en que no podía dormir porque sabía que tenía un pendiente y, en ocasiones, la gente se molestaba conmigo porque les daba muchas excusas por no entregar un trabajo a tiempo; esto me ponía muy mal, pero no entendía por qué era así.
Al llegar al Movimiento Buena Voluntad 24 Horas de Neuróticos Anónimos pude comentar todo lo que me hacía sufrir el hecho de sentirme una persona negligente, decir que no me gustaba sentirme así y, sobre todo, que no entendía mi forma de ser con todo lo que me provocaba posponer las cosas y mis actividades. Gracias a la terapia empecé a darme cuenta del porqué de mis actitudes y, poco a poco, pude comenzar a realizar mis actividades fácilmente, con menos sufrimiento y tratando de llevar a cabo mis pendientes, en tiempo y forma.
Sentir el apoyo de mis compañeros de la agrupación, quienes me comentan sus experiencias de cómo salir adelante, me ha hecho sentir bien y, por hoy, veo que puedo vivir sin sufrimiento y con tranquilidad.
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