Por la jungla en zapatillas: No se te ocurra
Elsbeth LENZ*
XALAPA, VER.- La liberación femenina me dio la oportunidad de ser yo, de irme a estudiar al extranjero, de asumir mi vida tal cual me vino en gana. La lucha de mi madre y de mi abuela, me hizo responsable de mi formación y de la manera en que gestionaría las oportunidades que la vida me ponía en mi camino y eso hice, estudié la universidad, me fui a hacer un posgrado a Europa, luego disfruté cada minuto mi libertad y por supuesto me enamoré, pero contrario a lo que mi madre hizo, postergué el amor y la familia, justo porque en ese momento Madrid, Barcelona, Múnich y Nueva York, tenían más peso en mi escala de prioridades.
Madrid lo disfruté a muerte, no me tocó la movida madrileña, sin embargo hubo tanto que hacer y que ver, que ni la eché de menos, los mejores años los viví rondando los treinta, me enamoré de un periodista mayorcito que me abrió las puertas del mundo, me enseñó que el amor bailado en las terrazas de la Castellana, en un verano madrileño saben mejor, que el mundo más allá del río bravo, está lleno de color y que los churros con chocolate, son el mejor remedio, para una resaca de champán.
Por supuesto que mi vuelta a México, estuvo lleno de trabajos y proyectos, muchas experiencias y mucho por conocer, por esos años, me llegó el amor de un deportista de alto rendimiento, lo amé tan pronto verlo, ese caminar sensual, que tienen los hombres a los que les pagan por hacer lo que mas les gusta, es irresistible, indiscutiblemente lo amé, pero lo dejé porque no me imaginé jamás, de mujer de un beisbolista dedicada a ser su costilla y la madre de sus hijos, llegó un nuevo proyecto y volé.
Volé alto en lo siguiente, que con el vuelo, llegó la reinvención de mi misma, los viajes a Washington, las fiestas cosmopolitas y la tesis de la maestría, en una de esas vueltas me volví a enamorar, ese fue el amor real, el que me hizo crecer, ese que me quitó el exceso de locura y me dejó ese punto, con el que hoy, camino por el mundo, con él no hubo boda, ni compromiso, era imposible planear envejecer con un amor 20 años mayor, sin embargo lo disfruté.
En un abrir y cerrar de ojos llegué a los 40, me volví fit, empecé con las mil cremas y tratamientos de belleza, mi gusto en el vestir se refinó, mi situación financiera se estableció y se volvió estable, justo ahí pensé, necesito una pareja.
Y me dediqué a ello, pensé, ilusa de mí, debe ser fácil, yo no necesito un hombre que me compre una casa, porque ya tengo una, ni un auto, porque tengo el mío, ni que me descubra el mundo, porque lo conozco, yo solo quiero un hombre de mi edad con ganas de compartir conmigo, ¡Dios de mi vida!, si les contará los hombres que he encontrado en ese tortuoso camino, se me mueren mis chulos; hombres hay seguro, pero el soltero de buen ver y con buena situación financiera es gay, el divorciado con buena pinta, trae unos daños emocionales, que ni Freud se echaría al lomo y lo que resta, pues esos mejor ni voltear a verlos, si no traen broncas legales, traen un abandono corporal o de plano quedaron tan mal, que me tratan como si yo fuera una marciana.
Es increíble, pero justo lo más sencillo es lo más complicado, los hombres desconfían de una mujer que no necesita de ellos para vivir, que aspira solo a caminar juntos disfrutando de lo bueno de la vida, por eso mis chulas, si han de hacerlo háganlo a los 20, si no se animan, mejor aprendan a vivir solas, el mercado masculino tradicional, está para pegar la carrera para cualquier mujer liberada y emocionalmente estable.
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*Mercadóloga de profesión y columnista por elección; apasionada de la razón y profunda admiradora de la coherencia, confieso padecer una profunda aversión al machismo elsbeth.lenz@gmail.com. Twitter: @Elsbeth_Lenz
@RevistamujeresShaíque