Elsbeth LENZ*
XALAPA, VER.- Con el pasar de los años, las mujeres adquirimos confianza en nosotras mismas, dejamos de preocuparnos por el que dirán, se nos olvidan los complejos y empezamos a cuidar más la salud, todo esto suele venir con un mayor estabilidad económica y laboral.
Las mujeres que seguimos solteras, empezamos a ver las ventajas de haber tomado la decisión de no conformarnos con el plebeyo y haber continuado con la vida, sin la necesidad de traer una muletilla, tan sólo para apoyarnos y por supuesto que solas, le seguimos dando duro a la vida, a las oportunidades, al ejercicio y nos mantenemos en la mejor forma física posible.
Por su parte, las casadas empiezan a despedirse de sus hijos que inician la universidad o se casan; algunas de ellas, empiezan con los temas del nido vacío y las dudas existenciales, otras se liberan, se reinventan y andan felices por la vida, empiezan a verse relajadas, felices y hasta rejuvenecidas, les da por el ejercicio, la shaineada plástica con algún buen doctor y a algunas hasta les da por el divorcio, otras de plano se quedan con el marido de años, pero ya mucho más relajada la relación.
Esto más o menos resumido, es lo que las mujeres que pasamos de los cuarenta y pocos, a los cuarenta y muchos, nos repetimos una y otra vez, si bien es cierto, que hay muchas cosas que con los años mejoran, como la seguridad en nosotras mismas, la estabilidad económica y emocional, la verdad que la caída del músculo si nos afecta, el brazo gelatinoso y los senos caídos nos agobian, pero lo peor es el día en que nos cachamos, comprando fajas y combinaciones, para que el mondongo a través del vestido de punto, no se meneé.
Todo lo sobrellevamos con cierta dignidad, hasta que llega el momento en que estás con tu amiga dignísimas las dos, con sus mejores trapos, sus bolsos caros y sus zapatos de marca, esperando el coche pagado en cash y con un billete en la mano para darle al valet parking, cuando de pronto aparece un hombre de unos 27 años, que se baja de una moto, se acomoda la melena abundante y te mira con esos ojos jóvenes y frescos, que sólo antes de los 30 brillan así, es ahí que miras el cuerpo firme musculoso y con la piel tersa del hombre, cuando te das cuenta que si muy dignamente, pero ya diste el viejazo, justo cuando el jovenzuelo te mira y te dice: ¡Buenas noches señoras! Es cuando te percatas de
los cuarenta y muchos.
*Mercadóloga de profesión y columnista por elección; apasionada de la razón y profunda admiradora de la coherencia, confieso padecer una profunda aversión al machismo
@Elsbeth_Lenz