Elsbeth LENZ*
Xalapa, Ver.- Siempre desde que soy yo, he vivido con la esperanza de encontrarme tesoros a mi paso; no sé si sea el recuerdo de mi abuela, quien solía esconder juguetes y dulces, para que yo los encontrara y hacerme feliz, que hoy camino por la vida, pensando en esos tesoros al alcance de mi mano.
Así he sido siempre, cuando entro en una fiesta, sin conocer a nadie, suelo siempre encontrar gente hermosa por muchas razones, señores con historias increíbles, mujeres con la receta de la eterna juventud, incluso siempre encuentro alguien que me hace reír a carcajadas; lo mismo me ocurre en las filas del banco, la antesala del médico o en el metro, da igual sea en México que en Budapest, donde conocí a un australiano extraordinario, que me hizo soñar con canguros y koalas durante mucho tiempo.
En las tiendas departamentales, suelo encontrar tesoros bellos, mis amigas me lo reconocen, la más antigua de mis amigas, una libanesa jamila, dice que de algún modo me oriento y camino directo a esos tesoros con descuentos del 50 más el 20 por ciento, o al rack con las últimas tallas, donde suelo encontrarle a mi amiga la flaca, un vestido esplendoroso a mitad de precio o a mi amiga la gordis, aquel pantalón negro con el que no se le nota la panza.
Ahora con las tiendas vintage tan de moda, me ilusiono tanto, que siempre encuentro tesoros maravillosos, faldas de piel a 10 dólares, wrap dress de Diane Von Furstemberg de los años 70’s baratísimos y cinturones originales, en esas tiendas en mitad del caos de la ropa no querida, por quien sabe cuanta gente, yo encuentro tesoros invaluables.
También me pasa con los hombres: ha habido tres caos en mi vida, hubo uno que identifiqué a lo lejos andando por Fuencarral, perdido entre la multitud, fuera de su ambiente y con esos ojos tristes mirando el infinito, ese caos me atrapó y me hizo buscar en él por más de un año, hasta encontrar sentimientos que aún atesoro en mi corazón.
Hubo otro caos, al cual conocí de niña, pero en ese momento no era un caos, fue 15 años después que lo volví a encontrar en el aeropuerto de Veracruz, que supe que el caos que tenía ese hombre, me haría encontrar el amor por la aventura, la pasión por el estudio y el conocimiento, además de la estabilidad que le hacía falta a mi alma; les confieso que ahora estoy inmersa en el caos del primer hombre que hubo en mi vida, en aquel entonces no lo reconocí hasta hace poco, hoy estoy sumergida en el mas grande caos de mi vida, pero aún conservo la esperanza que habrá muchos tesoros, una vez que logre ordenarlo un poco.
*Mercadóloga de profesión y columnista por elección; apasionada de la razón y profunda admiradora de la coherencia, confieso padecer una profunda aversión al machismo elsbeth.lenz@gmail.com. Twitter: @Elsbeth_lg