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Arturo DIEZ*

LEÓN, GTO.- Llevaba tiempo sin una lectura que me conmoviera. Sin leer una historia que me atrapara y me llevara de la mano por senderos que desearía no terminaran. Tiempo, sin una historia que me hiciera olvidar los pendientes y posponerlos al máximo para poder seguir con el placer de la lectura. Un buen rato que acabó rápido en la lectura y que, sin embargo, todavía reposa en mi mente, vuelven las imágenes. Y en un tiempo indeterminado volverán otras sensaciones con la relectura. Ahora permanece la alegría de querer compartir el texto y la nostalgia de haberlo leído mucho más joven y a la edad que tengo otra vez y en un futuro nuevamente.

El libro que corrió como río fresco por mi mirada es Poeta chileno (Anagrama, 2020) de Alejandro Zambra. Yo no había leído nada de él antes, a pesar de tener un libro suyo en mi Kindle. Pero mi amiga Liliana me insistía en su lectura y que era el favorito de una escritora que también nos gusta: Margarita García Robayo. Por tanto, estaba esa certeza de lectura recomendada y, también, por ser del gusto de García Robayo, de tratar uno de los temas que más disfruto: la intimidad. Porque cuando se es joven uno piensa que ser escritor es vivir experiencias extraordinarias y después escribirlas. Después, se descubre que la labor de escritores como Zambra más bien ocurre en saber mirar lo extraordinario en los minutos que fallecen anodinos todos los días: saber alumbrar la oscuridad.

Poeta Chileno se divide en cuatro partes. En la primera se narra el amorío adolescente de Carla y Gonzalo, aspirante a poeta. En la segunda, tras varios años, se desarrolla el reencuentro de estos dos personajes. Carla es madre de Vicente y ante la mediocridad del padre, Gonzalo se convierte en un padrastro ejemplar. El tercer momento, a mi parecer el mejor, es imposible leerlo sin pensar en Los detectives salvajes de Roberto Bolaño, pero parafraseando a Picasso cuando habla de los buenos artistas, Zambra no imita, roba: Pru, una periodista estadounidense, hace una travesía por Chile para preparar un reportaje sobre la mítica poesía chilena. La parte final es el estuario donde los ríos confluyen al mar, el desenlace ansiado tras la tensión narrativa, el reencuentro que pospone la trama con la sinceridad e intimidad que nos conecta con la vida.

Zambra construye un relato íntimo que hace empatizar al lector con cada uno de los personajes, queriéndoles abrazar y gritar en diferentes momentos a partes iguales: narra los matices de la luz y la oscuridad.

 

*Nací y crecí en Xalapa. Estudié ciencias de la comunicación en la UNAM y en mi tiempo libre me aficiona leer para vivir otras vidas, así como escribir para contar algo de la mía.

Contacto: arturodiezg@outlook.com y arturodiezgutierrez.wordpress.com

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